Este diario es de los que me gustaría no tener que escribir, pero el compromiso que adquirí con los lectores de vagamundos y conmigo mismo en el 2000 me obliga a hacerlo.

Mi viaje a Filipinas ha sido decepcionante en varios sentidos, dejando claro que en 3 semanas y visitando sólo 2 de las 7.000 islas del archipiélago, no se puede conocer a fondo un país, sólo rascar la superficie, y en todo caso siempre es mi opinión subjetiva sobre un momento, un lugar y unas circunstancias concretas.

Filipinas no es un país para viajeros independientes, al menos para los de presupuesto ajustado como yo. Es más caro que el resto de países del sureste asiático, excepto Brunei y Singapur. Pagas lo mismo por una habitación tanto si metes una persona como cuatro, e incluso he visto familias completas de 6 miembros en una habitación triple.

No hay prácticamente hostales para mochileros, y por lo tanto no puedes compartir habitación y tampoco conocer a otros viajeros con los que hacer tours caros como el de los tiburones ballena o el ascenso al volcán Mayón, con lo cual tu presupuesto queda temblando.

Todos los blancos somos «amerikanos» y por lo tanto ricos, y casi sin excepción los que trabajan en turismo y transporte intentan engañarte o desinformarte para que tomes la opción más cara. Esto no me pasó ni una ni dos veces, así que no es una excepción.

En el trayecto entre Sagada y Benaue, al llegar a Boltoc, nos dijeron que ya no había transporte público y que teníamos que fletar un jeepney para las 3 personas que íbamos, pagando unos 10 euros por persona. Como uno ya tiene cierta experiencia, le dije que no gracias, y me senté a esperar. 15 minutos después estábamos en un jeepney pagando el precio correcto, 1 dólar.

En mi hotel de Manila contraté un taxi para que me llevara al terminal de bus de donde salen los autobuses directos al aeropuerto Manila Clark, y a pesar de que lo especifiqué claramente, el taxista negaba que hubiera buses directos y se ofrecía amablemente a llevarme por «solo» 50 $, más de 15 veces el precio del bus.

Quizás en cantidad no hay tanto turismo sexual en Filipinas como en Tailandia, pero en porcentaje sin duda es más alto, y aunque yo respeto cualquier tipo de intercambio o transacción entre mayores de edad, me molesta el hecho de que por viajar solo estén todo el tiempo ofreciéndome chicas como si fueran un souvenir más, y aunque todos los filipinos parecen muy jovenes porque son menudos y de rasgos finos, algunas sólo eran mayores de edad en el carnet falsificado. La falsificación de todo tipo de productos es uno de los negocios más lucrativos en el país.

Aunque Filipinas es una democracia formal, pocos dirigentes desde su independencia real en 1946 han hecho algo para dignificarla; más bien se han enriquecido a su costa. Los golpes militares o amagos son continuos, y los filipinos lo toman con un sentido de fatalidad proverbial.

La cultura filipina fue arrasada por 50 años de colonialismo USA, casi diría que más que en 100 años en Puerto Rico, y consiguieron hacer desaparecer tanto el español como muchas tradiciones locales.

El país está lleno de fast food de las cadenas más conocidas, los 7 eleven crecen como setas, y hay una oficina de Western Union en cada esquina.

El deporte nacional es el baloncesto, todos los filipinos tienen una gorra o una camiseta de la NBA norteamericana 3 tallas más grandes y los anuncios de universidades y masters al estilo norteamericano son ubicuos.

El cine es muy barato, he pagado menos de un euro por programa doble, que incluía invariablemente películas de Hollywood. La gente no pasea, va al mall.

Seguramente los españoles no fuimos buenos colonizadores en Filipinas, la eterna olvidada, y decenas de monumentos por todo el país se encargan de recordar lo crueles, sanguinarios, brutales e implacables que eramos.

A pie de calle no pasa lo mismo, y la mayoría de Filipinos son muy atentos y agradables cuando dices que eres español, aunque tambien es cierto que muchos no saben que Filipinas fue colonia española hasta 1898 e incluso me han preguntado varias veces en qué continente estaba España.

Mi impresión es que el nivel educativo es muy bajo, con niños de corta edad trabajando y sin escolarizar.

El tagalo es un idioma que mezcla indiscriminadamente montones de palabras de español e inglés, y en los menúes es habitual encontrar egg estrellado, chicken afritao o adobao, y de postre flan de leche. La gente «merienda» y las madres les dicen «puñeta» a los niños cuando se enfadan.

En los buses los «pasajeros» gritan «para» al «conductor», y los «motoristas» van como locos sin cascos por las carreteras, y si hay un «accidente» de «tráfico» se monta un «operativo».

Muchas profesiones y negocios mantienen su nombre original español como abogado, funeraria, clínica, y los fontaneros se anuncian como «pozo negro». Otras palabras han tenido derivaciones curiosas como «pulisya» o «notaryo públiko».

Otras palabras españolas habituales son: problema, secreto, militante, iniciativa, parroquiano, firma, cargamento, establecimiento. Las horas y los números los dicen en español.

El descontrol de la natalidad es evidente, con miles de niños pululando por todas partes, y el núcleo familiar es muy fuerte, a lo que ayuda el poder de la iglesia católica, que sigue diciendo que el uso del condón es pecado, por lo que las familias de 8 hijos son habituales.

Otra muestra del poder de la iglesia es que en cada vehículo hay siempre una imagen de virgen o de santo, con frases del estilo de «Dios es mi conductor» o «Dios bendiga nuestro viaje».

Como el 10 % de la población de Filipinas, unos 9 millones de 90, viven y trabajan en el extranjero permanentemente, Filipinas es el paraíso de los cafés Internet. Hasta en los pueblos más pequeños hay uno, y siempre con cámaras web, auriculares y micrófono, que sirven para chatear o hablar con la familia y no pagar costosas conferencias internacionales. He llegado a pagar sólo un euro por 3 horas de Internet.

Lo mejor de mi viaje fue el encuentro con los tiburones ballena en Donsol, al sur de Luzón, y las terrazas de arroz de Benaue, y las grandes decepciones fueron Vigan, Patrimonio de la Humanidad, y Manila, ciudad en la que pasé 6 días porque no pude encontrar un billete de avión barato a la isla Palawan, considerada «la última frontera» del país.

En ella pensaba recorrer El Nido, que mantiene su nombre español haciendo clara referencia a la recolección de nidos de golondrinas para su venta como delicatessen en la cocina china, y visitar su famoso río subterráneo, el Parque Nacional Puerto-Princesa, Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad de la UNESCO, y bucear en el arrecife Tubbataha, también Patrimonio de la Humanidad, pero tendrá que ser en otra ocasión.

Aunque no lo parezca después de leer este diario, por supuesto que recomiendo visitar Filipinas, fuera de las rutas turísticas más trilladas de Asia, pero mi recomendación es no hacerlo sólo salvo que que vayas a lugares no turísticos o busques compañía profesional, y utilizar el avión para los trayectos largos, ya que tanto los ferries que conectan las islas como el transporte público se hacen eternos.

Mis récords personales son 5 horas para hacer 100 kilómetros en bus por una carretera en buen estado, y media hora para hacer 3 kilómetros en un motriciclo con otras 6 personas subidas y agarradas en los lugares más insospechados.

En los buses locales compartes asiento habitualmente con pollos y otros animales, pero como Filipinas es uno de los pocos países del sureste asiático sin gripe aviar, no me preocupó demasiado.

Visita la web de turismo oficial de Filipinas para planificar tu viaje.

Si quieres ver todas las fotos del viaje de Vagamundos 2006 de 6 meses por Tailandia, Malasia y Borneo, Brunei, Indonesia, Filipinas y Singapur, haz clic aquí .

¡Hasta Pronto!

Carlos, desde Lombok, Indonesia, 10 de Abril de 2006