Isla Bastimentos. De sirenas, diablos y perros

Ha llovido toda la noche sin parar, lo que no es bueno para el buceo. Como soy el único que va a bucear, me sumo en la barca a un grupo que va a hacer snorkeling (horrible palabra, pero es mucho más largo decir buceo de superficie), y me adapto a su programa, lo cual está bien, porque primero nos dirigimos a la bahía de los delfines, donde vemos a 4 de ellos nadar tranquilamente, estamos un rato y nos vamos hacia la zona del parque marítimo de Isla Bastimentos, dejamos al grupo, y me voy a mi primera inmersión.

Como imaginaba, la visibilidad es bastante mala, y no sé si por esa razón u otra, me sorprende que tampoco hay demasiados peces; después de un rato buceando oímos un ruido muy fuerte, y mi compañero me indica con señas que es la lluvia sobre el mar, es increíble, estamos a 20 m de profundidad y es como si cayera sobre nuestras cabezas. Regresamos a recoger al grupo e irnos a una islita donde ellos comerán, yo no porque antes de bucear no es conveniente, así que me quedo en una hamaca viendo caer la lluvia; el restaurante está construido sobre pilotes en el mar, y en vez de los acuarios de cristal que hay en las marisquerías españolas, los de aquí son naturales, hechos de estacas, que albergan meros, decenas de langostas, y varias tortugas que me dan una pena inmensa, condenadas a nadar en un espacio de 2×1 metros hasta que alguien decida tomarse una sopa de tortuga.

Después de la comida, nos acercan a la isla Bastimentos, tenemos que caminar 20 minutos por un sendero totalmente embarrado, y como no me habían dicho nada, sólo he traido chancletas, que en el barro sólo sirven para surfear, así que lo hago descalzo, no es desagradable porque está limpio (parece una contradicción, barro limpio, pero no lo es), y tibio, así que hasta lo disfruto. Al final del camino, la recompensa es una enorme playa salvaje, con un oleaje muy fuerte, que al estar en mar abierto, ha arrastrado de todo al arenal. Creo que los panameños no se preocupan mucho del mantenimiento de sus parques, y es una pena. Al menos veo varias de las famosas ranas venenosas, rojas y de patas verdes que son endémicas de aquí.

El buceo de la tarde tiene un poco más de visibilidad, y al menos hay corales muy variados y bonitos, de abanico, de estrellas, de tubos, candelabro, y coral cerebro; de peces me tengo que conformar con meros, pez mariposa, cangrejos, una solitaria langosta y otros peces que no identifico.

Al regreso a isla Colón, me encuentro con unos personajes muy curiosos, van disfrazados de diablos o animales, y van con un látigo corriendo detrás de los niños, pregunto y me dicen que es el precarnaval. Lo que es curioso es que llevan cascabeles en las pantorrillas, me recuerdan un poco a los peliqueiros de laza, en Galicia, aunque esos llevan cencerros en la espalda, un poco más pesados y menos idóneos para el calor del trópico. En Panamá se celebra mucho el carnaval, es una pena porque mañana me voy a Costa Rica.

El restaurante donde ceno es una muestra del cruce de culturas de por aquí, ya que su menú dice «cocina francesa, tailandesa, libanesa, mexicana y criolla», me arriesgo y tomo un foie de pollo y un pargo en salsa de curry y coco, que está delicioso, definitivamente la diversidad enriquece. Un detalle que da idea de lo tranquila que es Isla Colón, es que los perros se acuestan en medio de la calle, y los pocos taxis y coches que hay los rodean para no atropellarlos.

También la armonía se nota en que hay 4 iglesias en la misma calle, prácticamente puerta con puerta, una protestante, una metodista, una católica en un horrible estilo, parecido a ese «moderno» de España de los años 70, de cemento y muy altas, y finalmente una llamada Tabernáculo de Dios, que descubro porque oí música salsa y me fuí hacía allí para ver si había fiesta, y eran cantos religiosos adaptados a los gustos musicales de los panameños.

Un nuevo y lluvioso día, cómo no, y decido alquilar una bici de montaña (velocípedos les llaman aquí), para recorrer la isla y las playas de los surfers. Me dirigo a playa Bluff, a una hora y media de pedaleo continuo por barro, arena y charcos de agua que a veces me llegan hasta el tobillo, y un sillín en mi bici que se empeña en hacerme perder la hombría; cuando llego a la playa, el temporal que nos está azotando impide que se formen bien las olas y se pueda hacer surf, y nuevamente la playa está llena de basura, así que regreso al pueblo, devuelvo la bici y tardo media hora en quitarme todo el barro acumulado en mi cuerpo, ya que la bici no tenía guardabarros.

Mañana me toca madrugón de nuevo para llegar a Costa Rica en el día, ya os contaré.

¡¡ Hasta Pronto !!

Desde Isla Colón, 15/02/2001

Panamá