Enamorado de Chilangolandia; Como México DF no hay dos.
“Esta es una canción de amor, dedicada para la ciudad más grande del mundo, las más hermosa, la más peligrosa, la más querida, las más contaminada, las más poblada, la más rockanrolera, le pese a quien le pese, le duela a quien le duela, para todos aquellos que viven en ella, se las vamos a dedicar con mucho cariño”.
Como podéis ver el párrafo anterior está entrecomillado, o sea que no es mio, pero después de pasar una semana en México DF (a partir de aquí la llamaré CDMX que es su nuevo nombre oficial), lo hago mio, tanto el texto como la canción que sigue, Chilangolandia de el Tri, que puedes escuchar completa al final del diario.
Chilangolandia, como cariñosa o no tan cariñosamente se le llama a CDMX, tiene múltiples lecturas, tantas como ciudades engloba esta megaurbe de 20 millones de habitantes. Por suerte el metro funciona muy bien y es muy económico, sólo 5 pesos (25 céntimos de euro).
En una semana sólo he podido rascar su superficie, pero lo que he visto y vivido me ha encantado, y ya se encuentra entre mis ciudades favoritas, y esto lo dice alguien que generalmente disfruta más en ciudades pequeñas y sobre todo en la naturaleza.
Cuando visitas CDMX tienes además que superar todos los prejuicios y consejos bien intencionados, pero que se quedan con la parte negativa de la ciudad, que si la inseguridad, que si el tráfico, que si la contaminación, que si la pobreza, pero cuando llegué, utilizando una expresión mexicana, mandé todo esto a la chingada y me quedé con lo chido.
Por supuesto que CDMX tiene muchos problemas, qué mega ciudad no los tiene, ampliados en el caso de México por encontrarse en una zona de alta sismicidad por interacción de 5 placas tectónicas, pero para alguien que visita el país no ir a su capital es como ir a Agra y no ver el Taj Mahal.
En CDMX se encuentran todos los Méxicos posibles e imposibles, el indígena de sus múltiples culturas, locales y de todos los estados de México, el moderno con sus rascacielos, el cultural con edificios que te dejan boquiabierto como el de Correos o el Palacio de Bellas Artes, y museos que están sin duda alguna entre los mejores del mundo, como el de Antropología.
Una mención aparte es el CDMX gastronómico de restaurantes abiertos 24 horas como el Popular o el Pagoda, a cinco minutos andando de la catedral, o sencillos puestos en la calle que merecerían una estrella Michelin si los inspectores se dignaran a ir a la calle a comer, que no lo hacen.
Pero todo ello no sería posible si lo que más me ha impactado de CDMX, sus gentes, un atlas humano que va desde lo sublime a lo esperpéntico, de lo elegante a lo chabacano, de lo humilde a lo prepotente, del vendedor de árnica mágica con marihuana en el metro por sólo 10 pesitos, al chamán que también te cura tus males ahumándote. Todos son México y todos son reales, no artificios para turistas.
Quizás es en el inmenso y desangelado Zócalo donde se puede apreciar mejor la hiperactividad de CDMX, ya que en 7 días vi como lo llenaban y vaciaban de carpas y escenarios varias veces para eventos como «castra gratuitamente a tu mascota», y la bandera que ondea en el centro de la plaza apareció y desapareció dos veces durante mi estancia.
Hasta la UNESCO, que suele ser bastante precisa con sus denominaciones de Patrimonio de la Humanidad, parece que se ha vuelto loca con la ciudad, ya que alberga tres Lugares Patrimonio, la casa taller del arquitecto Luis Barragán, el campus de la Universidad Nacional Autónoma de México, y el Casco Histórico y las ruinas de Xochimilco.
Como guinda del pastel, comparte un cuarto lugar con 59 lugares más de México, el Camino Real de Tierra Adentro, la ruta de 2.600 km de la época colonial que conectaba CDMX con Chihuahua y las minas de las que, ejem, los españoles extraían la plata y el oro con el que se mantenían las finanzas del imperio.
Además, en un radio de poco más de 100 km, hay 5 lugares Patrimonio UNESCO más, Puebla, Xochicalco, Teotihuacan, el Viaducto del Padre Tembleque, y los monasterios del Popocatepetl.
Te recomiendo que cuando vayas a CDMX bajes a la calle, observes y veas la vida pasar, des vueltas por el centro, comas en sus puestos callejeros, te atrevas a tomer chapulines (saltamontes) fritos y gusanos de maguey, compres por 10 pesos lo que sea aunque no lo vayas a utilizar, y te dejes llevar por la marea humana.
En la parte más formal, no dejes de visitar estos lugares que me fascinaron:
Museo de Antropología, el Castillo de Chapultepec (muy cerca el uno del otro), la casa museo de Frida Kalho y Diego Rivera (la Casa Azul) y la Cineteca Nacional si eres un amante del buen cine, clásico y menos clásico, ambos en el barrio de Coyoacán, uno de los más bonitos de la ciudad, el Edificio de Correos, y el Palacio de Bellas Artes, uno enfrente del otro.
Los mercados de CDMX también son un mundo aparte, visité el de la Merced, tan abigarrado que en los pasillos caben a duras penas dos personas, y el Sonora, a 5 minutos caminando, donde intuyes el México profundo, te curan todos tus males con remedios naturales, puedes comprar todo tipo de animales y no solo de compañía y te puedes llevar puesto desde un esqueleto aparentemente real hasta estatuas religiosas de dos metros de altura.
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¡Hasta Pronto!.
Carlos, desde San Luis de Potosí, 20 de abril de 2017.
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