Viajar es la mejor manera de curar el «nazionalismo» y el fanatismo
Siempre he pensado que una de las mejores maneras de curar el «nazionalismo» es viajar. Cuando uno se mueve por ahí, empieza a darse cuenta de la pérdida de tiempo y energía que supone llevar hasta el extremo nuestra identificación con una tierra, con una bandera, con unas ideas políticas, con una religión. Viajar abre tu mente, y te permite apreciar que tu forma de vida no es mejor ni peor que la que estás viendo, sólamente diferente, y de esa diferencia puedes aprender muchas cosas positivas.
Soy español y gallego, y creo que España es uno de los países donde se vive mejor y se aplica aquel slogan publicitario de «Spain. Passion for life», pero ello no me lleva a excluir ni rechazar otras culturas, razas, y religiones, todo lo contrario. Por más que le pese a muchos, España es el resultado de un crisol de razas que a lo largo de miles de años se han mezclado para llegar a lo que somos ahora. La exaltación del RH y el nacionalismo de «pata negra» es muy parecido a lo que intentó Hitler en Alemania, y Milosevic en los Balcanes.
Escribo este texto en Sevilla, intentando entender el por qué de esta violencia desatada que se ha producido en nuestro país. Los mismos días que se han producido los últimos atentados en Barcelona (José Luis Ruiz Casado, concejal del PP), Sevilla (coronel médico Antonio Muñoz Cariñanos ), Madrid (magistrado del Tribunal Supremo, José Francisco de Querol Lombardero), y otra vez Barcelona (Ernest Lluch), estaba en estas ciudades por razones de trabajo, y he visto en los rostros de la gente angustia, indignación, miedo y sobre todo incapacidad para comprender las razones.
Creo que no se pueden entender los motivos sencillamente porque no existen. La violencia se ha convertido en un fin por si misma, y no como un medio para alcanzar algo, los terroristas se han convertido en asesinos profesionales cuya única motivación es matar, es lo único que saben hacer, lo hacen bien, y no van a cambiar de profesión.
El asesinato de Ernest Lluch es la demostración de que no quieren el diálogo, pero a pesar de eso, la única esperanza de acabar con esto es mantener los puentes tendidos, las fieras acorraladas se vuelven más peligrosas, y pueden hacer todavía más daño. El diálogo no significa ceder ni claudicar frente a la barbarie, si no, como decía Ernest Lluch a los violentos en un documento ahora histórico «Gritar, gritar más, mucho más, porque mientras gritáis no matáis».
Hace 3 años, cuando asesinaron el 12 de Julio de 1997 a Miguel Ángel Blanco en Ermua, estaba en África, concretamente en Sudáfrica, y recuerdo perfectamente que estaba leyendo un periódico donde se destacaba la noticia del secuestro y asesinato, y la posterior manifestación. A pesar de la distancia, me estremecí y me sentí uno más del millón de personas que en las calles gritaron: ¡Basta Ya!. Hoy más que nunca debemos volver a gritar con fuerza en la cara de los violentos y de aquellos que con sus palabras o sus silencios son cómplices de ellos: ¡Basta Ya!.
Desde Sevilla, 23/11/2000
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