Venezuela, la Cenicienta al Revés
La historia reciente de Venezuela es como la de la Cenicienta pero al revés; para los que no conozcais o recordeis el cuento, en él una doncella pasa, a pesar de la oposición de su madrastra y hermanastras, de pobre de solemnidad a princesa gracias a un hada madrina, un zapato de cristal y un príncipe.
En Venezuela ha ocurrido todo lo contrario, en 22 años han pasado de ser o vivir como uno de los países más ricos del mundo, con un cambio del dólar a bolívar de 4,3 en 1.982, y el llamado viernes negro de ese año supuso el comienzo de una caída libre que lo ha llevado a un dólar igual a 1.920 bolívares en el mercado oficial, pero a 2.500 en el mercado negro en junio de 2004 (en Venezuela hay control cambiario). La madrastra se llama Chavéz, las hermanastras son los políticos que se han enriquecido a costa de los venezolanos, y el zapato de cristal, tan valioso como frágil, es el petróleo.
El petróleo ha sido la gran riqueza y la gran desgracia de Venezuela, ya que oscila entre el quinto y el octavo puesto como productor a nivel mundial y almacena un 8% de las reservas, y esta enorme tarta negra ha creado una oligarquía más interesada en aumentar su desmesurada riqueza que en desarrollar el país.
Llenar el depósito del coche cuesta sólo un euro, y el agua mineral es 10 veces más cara que la gasolina. En el mercado negro te ofrecen un 40% más por tus euros o dólares, ya que el control cambiario ha introducido un ratio ficticio de cambio que la economía cotidiana ignora, de hecho en los periódicos se publica todos los días el cambio real.
En Venezuela se importa casi todo, y en las pasadas épocas de bonanza económica la gente cambiaba todos los meses de coche, compraba casas por medio mundo, viajaba en primera e iba de compras a Miami, donde les llamaban «give me two» (dame dos) porque todo lo compraban por duplicado.
En el otro extremo se encuentran los habitantes de los ranchitos, el equivalente a las favelas brasileñas, que se encaraman en los cerros en torno a Caracas, en un paisaje estremecedor durante el día por la precariedad e inestabilidad de las viviendas, pero que de noche se convierte en un gigantesco árbol de navidad con miles de bombillas titilando que compiten con el firmamento en las noches estrelladas.
Chavez prometió igualar las clases, y a buena fé que lo ha conseguido, pero hacia abajo; la clase media ha desaparecido y lucha por sobrevivir en unas condiciones cada vez más precarias, y he conocido bastante gente que gana ahora un 10% de lo que ganaba hace 5 años y que han tenido que cerrar o malvender sus negocios.
Muchos de ellos son de origen español, familias que después de varias generaciones de trabajo duro se encuentran con que sus bienes y ahorros se disipan.
Me produce escalofríos cuando escucho que Chávez es abanderado de la nueva izquierda latinoamericana. Un comandante que llegó al poder después de un golpe militar frustado, que ganó las elecciones gracias a promesas totalmente irreales, y que se eterniza en sus discursos con referencias contínuas a Bolívar (si resucitara se moriría inmediatamente del susto) y a otros próceres de la revolución bolivariana, para mí tiene menos crédito demócrata que otro de bigote que todos conocemos, y no hablo precisamente de Hitler.
El gobierno de Chávez está corrupto desde la raíz hasta lo más alto, y lo pude comprobar personalmente, ya que además de la historia que ya os conté sobre el soborno que tuve que dar en el consulado de Venezuela en Manaos, hay que añadir el control de carretera a que me vi sometido cuando iba de la Victoria a Colonia Tovar, ya que por no llevar el carnet nos ponían una multa de 150 euros, que solventamos rápidamente con 2 billetes de 20.000 bolívares (uno para cada policía), unos 12 euros al cambio.
En esos casos suelo trasladar la situación a España, imaginando a un guardia civil de tráfico diciendo «pero mi amol, te tengo que multal por no llevar la licencia», y me entró la risa floja, contenida para no empeorar las cosas. No creo que en España nadie se atreva a ofrecer a la Guardia Civil de Tráfico un soborno, y menos tan barato.
En lo único que coinciden casi todos los venezolanos es en el culto a María Lionza, una leyenda que aúna a los tres grupos étnicos del país, los blancos, indígenas y africanos, en torno a una princesa india cuyo espíritu habita en la montaña de Sorte, a la que acuden miles de fieles.
Estando yo en Caracas, se rompió la que había en la autopista, que siempre tiene ofrendas y cientos de velas, y enseguida hablaron de maleficio diabólico, porque amaneció rota el 6-6-2004, y una simple aritmética, ya que los guarismos de 2004 suman 6, es que el 666, el número del Diablo, fue el causante de esto.
A pesar de los graves problemas en que están inmersos, los venezolanos salieron, en una encuesta del año 2003 en 65 países, como los terceros más felices del mundo, y yo creo que en gran parte se debe a que viven en un país maravilloso, con los paisajes más variados, una climatología privilegiada, y se pasan el día comiendo y hablando de comida, mientras toman una cerveza Polar o un ron.
Bertrand Russell escribió un ensayo, la «Conquista de la felicidad», en el que analizaba las causas de la infelicidad y de la felicidad, y llegó a la conclusión de que las cosas que nos hacen felices o infelices son totalmente subjetivas; una de las frases que más me gusta dice «la felicidad es un estado interior, por ello no depende de lo que tienes sino de lo que eres».
Dicen con buen humor que el paro petrolero para echar a Chávez que bloqueó el país durante 2 meses entre diciembre de 2002 y febrero de 2003 fracasó porque se quedaron sin cerveza ni ron, y «así no hay quien aguante un paro». Me lo creo.
Aunque sólo pasé 15 días en Venezuela y visité una pequeña parte del país, me sirvieron para saber que pronto volveré para conocer a fondo el lugar donde Arthur Conan Doyle ubica su magnífico libro El Mundo Perdido, tomarme un helado en la heladería con más sabores del mundo, reconocida por el libro Guinnes de los records, bajar los 5.000 metros del pico Bolívar (espero subirlos andando) en el teleférico más largo del mundo, hacer senderismo por la región de Roraima, ver el salto de agua más alto del mundo, el del Ángel, subir a esas montañas misteriosas de cumbre plana de la gran Sabana Venezolana, los tepuyes, y tomarme una (mejor varias) Polar con los buenos amigos que allí he dejado.
El 15 de Agosto Venezuela se juega su futuro como país en el referéndum revocatorio de Chávez, y yo espero que los 25 millones de venezolanos tengan la madurez suficiente para decidir si prefieren a un iluminado, pero de pocos watios, o eligen el camino de unas nuevas elecciones democráticas en las que esta vez no se dejen engañar.
Los muchos venezolanos que han tenido que abandonar su país por razones económicas o políticas están deseando volver a casa, como comprobé el 31 de Julio en la playa de Riazor de La Coruña, ya que en el concierto de Rubén Blades en el arenal eran decenas las banderas de Venezuela que se agitaban continuamente, en un espectáculo medio político medio musical que nos tuvo bailando descalzos toda la noche.
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¡¡ Hasta Pronto !!
Carlos, desde La Coruña, España, 1 de Agosto de 2004
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