Santander, Aventura en Colombia: Expedición Chicamocha

El potencial que tiene Colombia para el turismo de aventura es ilimitado, ya que su geografía incluye una variedad de ecosistemas enorme: los Llanos, las Cordilleras, el Caribe, el Pacífico, la Amazonía, la Orinoquia, y otros grandes ríos como el Magdalena y el Cauca, por lo que las actividades van desde la escalada de alta montaña a picos como Cristóbal Colón en la Sierra Nevada de Santa Marta, la montaña costera más alta del mundo con 5.775 msnm. hasta el buceo con grandes pelágicos como el tiburón martillo en Malpelo, pasando por el parapente y el rafting, que tienen su mayor exponente en el departamento de Santander y en la ciudad de San Gil.

En mi tercer viaje por Colombia tenía ganas de hacer actividades de aventura, y por ello me puse en contacto con la agencia Río Expediciones en San Gil, llamada la Capital de la Aventura de Colombia.

Tuve suerte porque el rafting es una actividad en equipo y yo viajaba sólo, pero me ofrecieron la oportunidad de sumarme a un grupo de Medellín que se había apuntado a una expedición por el cañón del río Chicamocha, uno de los más espectaculares de Colombia y de los más grandes del mundo.

La expedición era una combinación de senderismo y rafting, con un día de caminata por el antiguo Camino Real a Jordán, donde nos subiríamos a nuestras balsas de rafting y descenderíamos durante dos días el río Chicamocha acampando para dormir en sus orillas. El plan sonaba muy bien, pero la realidad superó todas las expectativas.

El cañón del río Chicamocha se formó por la erosión del lecho fluvial, que formó grandes desfiladeros en ambas orillas.

Su recorrido abarca los departamentos de Boyacá y Santander, pasando por lugares especiales como Mesa de los Santos, sobre la que escribí un anterior diario y llega hasta la misma ciudad de Bucaramanga.

Con más de 108.000 hectáreas de superficie, un promedio de 2.000 metros de profundidad y 227 kilómetros de largo, este cañón, que se formó hace 46 millones de años, era antes un inmenso lago que albergó animales marinos de los que aún se hallan restos y está considerado el segundo más grande del mundo.

En 2009 la Fundación Siete Maravillas Naturales lo seleccionó como candidato a ser una de «Las Nuevas 7 Maravillas Naturales» del Mundo, y en la votación final el Cañón del Chicamocha quedó en el puesto 77.

El punto de encuentro era San Gil, ciudad que ya conocía de mi anterior viaje a Colombia, pequeña, agradable y llena de vida porque su mercado abastece a toda la región. Además está cerca del considerado pueblito más lindo de Colombia, Barichara.

Cenamos en un restaurante cercano a la plaza principal de San Gil y allí conocí a parte del grupo. Los guías de Río Expediciones, Christian y Grace nos dieron las indicaciones de lo que debíamos llevar para la expedición, ya que durante dos días no tendríamos acceso a lugares habitados, y quedamos para la mañana siguiente.

Después de un desayuno reparador salimos en dirección a Villanueva, desde donde comenzaríamos la caminata hasta el pueblo de Jordán, fundado en 1.848, un pueblo próspero en su momento, ya que era paso obligado entre San Gil y Los Santos, pero quedó congelado en el tiempo y en la historia al construirse la carretera por otra zona.

El obstáculo del río Chicamocha se salvó con la construcción de un puente, por cuyo cruce todo el mundo tenía que pagar, y como el Camino Real formaba parte de la ruta obligada entre Bogotá y Caracas, el pueblo se enriqueció gracias al puentazgo.

El camino Real o camino de los Comuneros fue construido en piedra a fines del siglo XVII por el ingeniero y empresario Alemán Geo Von Lerguerke, sobre el antiguo camino indígena del suamuxi o Sogamoso, y atraviesa una zona de paisajes realmente espectacular, de clima cálido seco y con sus bosques que se desarrollan por la laderas del cañón.

Teníamos por delante un descenso en altura desde 1400 hasta 400 m.s.n.m, con bastante pendiente en algunos casos, por lo que había que prestar mucha atención para no irse ladera abajo, y la distancia a recorrer era de unos 18 Km rompepiernas, y unas cuatro horas para hacerlo antes de que se pusiera el sol.

Almorzamos antes de ponernos en camino en un mirador que nos anunciaba el impresionante cañón que ibamos a descender, y después de la comida y unos breves ejercicios de calentamiento y estiramiento de músculos nos pusimos en marcha.

El grupo de 12 personas más Christian, el guía, era muy variado, desde adolescentes hasta cincuentones largos, y teníamos la suerte de llevar a un geólogo que, martillito en mano, se iba parando cada poco rato para examinar una piedra y contarnos la historia de millones de años que ocultaba sus estratos.

Muchas de las rocas mostraban claros vestigios de fósiles marinos tipo Ammonites, moluscos cefalópodos extintos que habitaron los mares desde el Devónico, hace unos 400 millones de años, hasta finales del Cretácico, 65,5 millones de años. ¡Teníamos en nuestras manos una piedra que podía llegar a los 400 millones de años de existencia!

La vegetación que íbamos encontrando por el camino también era muy especial, con árboles barbudos, jacarandas de colores muy intensos, y en las zonas más secas árboles retorcidos de formas casi imposibles que parecían implorar un poco de agua.

Al iniciar las bajadas más pronunciadas podíamos ver el camino zigzagueante, soportado por muros de roca que denotaban el gran trabajo de ingeniería realizado, y algunas veces cresteábamos por pequeñas colinas para llegar de nuevo a una bajada espeluznante.

Al fondo del cañón se divisaba el río Chicamocha, que bajaba con poca agua, y los tejados de lo que sería nuestro alojamiento en hamacas esa noche, lugar de nombre exótico pero muy apropiado porque después de 5 intensas horas de bajada con todos los sentidos alerta para no caer, llegar sanos y salvos y con las últimas luces del día a Shangrila, nos pareció como llegar al paraíso perdido.

Al llegar al refugio de caminantes, me di cuenta de que ya me habían hablado de este lugar, porque sus propietarios, Virgilio y Jimena, son los mismos de la Huerta Biológica que había visitado tiempo atrás en Mesa de los Santos.

Shangrila es difícil de describir. Virgilio dice que es un centro bioenergético Guane, y le llama el Chiflón del Chicamocha, porque está cerca de un lugar donde el río se estrecha y hay un chiflón o túnel de roca que agita bastante las aguas, y por el que pasaríamos al día siguiente con nuestras balsas.

Situado en la Vereda de las tres esquinas, a 1 km de Jordán, en Shangrilá tienen desde alojamiento múltiple en hamacas hasta 100 personas bajo un galpón, con baños comunes para caminantes, hasta cabañas privadas con baño privado, alejadas del edificio principal y con preciosas vistas sobre el río.

Las mismas técnicas de agricultura orgánica que vi en la Huerta Biológica las usan aquí en un parque verde con frutales y plantas nativas con prácticas de permacultura y agricultura orgánica, y todo el complejo está hecho con criterios de arquitectura ecológica y alimentado con energía solar.

Una vez reconfortados con una fresca ducha, cenamos en el restaurante y Christian nos contó el plan para los dos días siguientes, en los que cambiaríamos nuestras botas para caminar por los remos de rafting, y con el sonido del río de fondo me acosté en la hamaca y me sumí en un profundo sueños mecido por la brisa mientras fantaseaba como sería el rafting por el segundo cañón más grande del mundo, pero esa es otra historia que será contada otro día.