Reflexiones de un vagamundos sobre el mundo de los sueños.

Hace unos 6 años escribí un relato de ciencia ficción donde pintaba un mundo controlado por la Gran Red, inspirado en el «Gran Hermano» de George Orwell de su obra «1984», publicada en 1948. Para que no me sucediera como a George Orwell, que acertó en muchas de sus predicciones, como el inmenso poder que tendría la televisión en el futuro, pero se precipitó en vaticinar el momento en que esto ocurriría, 1984, ya que por ahora sólo hay «Pequeños Hermanos» controlando nuestras vidas y el «Gran Hermano» es sólo un programa de televisión, yo situé la acción en el 2049.

Mi relato avanzaba que en esa fecha se podrían grabar, revisar y cambiar nuestros sueños y pensamientos con una máquina que se llamaba «cyberdream«, que proyectaba holográficamente las imágenes de nuestros sueños y pensamientos, permitiéndonos cambiarlos a nuestro gusto. Creo que, al contrario que Orwell, yo me he ido demasiado lejos en el tiempo con mi predicción, porque ya hoy, en el 2001, no se puede diferenciar casi la realidad virtual de la realidad «real», y este verano se estrenan películas con actores virtuales que parecen de carne y hueso, y otros que son actores reales inspirados en personajes virtuales, como Angelina Jolie y Lara Croft. El siguiente paso será pasar todo esto al mundo de los sueños y los pensamientos, haciendo cada vez más difícil diferenciar los 2 mundos (entonces seguro que sí habrá un Gran Hermano que controle el cotarro).

Todo este rollo que os suelto viene a cuento porque me fascina la manera en que trabaja nuestra mente, ya sea despierta o en sueños (que es probablemente cuando está más despierta, ya que no tiene que ocuparse de funciones rutinarias como caminar, moverse, hablar, ver, etcétera). Durante los 5 primeros meses de mi viaje, he estado totalmente centrado en él, y no había perdido absolutamente nada, ni el cepillo de dientes, algo habitual cuando estás viajando y cambiando de alojamiento continuamente.

Pues bien, a partir del día en que reservé un billete de avión y puse fecha de retorno a España, me empezaron a suceder cosas muy curiosas: varias noches seguidas soñé con familia, amigos e incluso trabajo (¡¡aagh!!), lo que en 5 meses no me había pasado (o al menos no recordaba los sueños a la mañana siguiente), como si mi mente combatiera la morriña de esa manera. Además, en una semana perdí todo lo perdible: mis gafas de sol y de ver, la novela que leía, y mi inseparable guía Lonely Planet, y para remate del despiste, mis queridas botas Panama Jack se quedaron olvidadas en un bus.

Para los que estéis pensando que debo estar zumbado si salí del autobús descalzo, hay una respuesta, y es que en los largos trayectos de bus, me calzo unos mocasines indios para mayor comodidad de mis pies, pero en este caso llevaba ya 15 minutos caminando por la ciudad, cuando me percaté de que mis botas se habían quedado en el bus; por suerte, nadie se había atrevido a acercarse a ellas, y las pude recuperar.

Parecía que la buena estrella que me acompaña en todos los viajes me había abandonado, porque en el viaje del Tren a las nubes en Salta, Argentina, mi cámara digital se quedó sin batería, y mi fiel Nikon, que me ha acompañado desde hace muchos años en todos los viajes sin ningún contratiempo, se estropeó a mitad de recorrido (para entonar con la locomotora, que también se estropeó). Por suerte, mi estrella sólo se había tomado unos días de vacaciones, y gracias a un amigo de un amigo, en Nikon Buenos Aires pude reparar la máquina en el tiempo récord de 2 horas.

Conocí en Galápagos a una pareja ecuatoriana muy interesante, con una vida tanto interior como exterior muy peculiar. Margarita me contó que en las encrucijadas importantes de su vida, se había acostado pensando que iba a soñar algo que le ayudaría a tomar una decisión o un rumbo, y que siempre le había funcionado bien. Yo siempre he pensado que el ser humano ha descubierto la manera de desarrollar su cuerpo hasta extremos insospechados, con el culturismo y el deporte de élite, pero que con respecto a nuestra mente estamos al 5% de nuestras posibilidades; el día que inventemos un método de mind building, no sé dónde podríamos llegar. Yo me conecto telepáticamente con algunas personas, no hasta el extremo de poder comunicarnos, pero sí me basta pensar en ellos/as, aún a miles de kilómetros, para recibir una llamada o email seguidamente.

La frontera entre los sueños y la realidad la ponemos nosotros; el otro día, en una entrevista con Pablo García, un argentino que está dando la vuelta al mundo en bici  y lo cuenta en Pedaleando el globo, decía que «lo mejor de la vida es acortar la distancia entre los sueños y la realidad«, y esta frase, que me gusta mucho, ha sido premonitoria para mí, ya que he acortado un poco más esa distancia, y he decidido no volver a sentarme en una oficina ni tener como horizonte un armario lleno de papeles, sino que a partir de ahora intentaré vivir del cuento, o mejor dicho de lo que cuento, y dedicarme a vagamundear permanentemente mientras el cuerpo aguante y el espíritu no flaquee, y, como decía en el diario del 23/12/2000, «Adiós ríos, adiós fontes,..», cuando las energías flaqueen, mi mirada se haya llenado de luz, mi mente de memoranzas, mi corazón de calor humano, y el polvo acumulado en mis botas sea ya muy pesado, será el momento de recitar un hermoso poema de Rosalía de Castro, que en su versión castellana dice:

Airiños, airiños aires, aires que sois de mi tierra, airiños, airiños aires, airiños, llevadme a ella.

Me he encontrado en este periplo, gente viajera y mochilera de más de 70 años, con un espíritu encomiable, y pensaba que ojalá me duren a mí tanto las energías, porque mi lista mental de sitios a visitar cada día es más larga.

Silvio Rodríguez dijo que hay que amar el tiempo de los intentos, y eso es lo que yo estoy haciendo. Por supuesto, cuento con vosotros para que me acompañéis en mi Viaje.

¡¡ Hasta Pronto !!

Desde La Coruña, 27/06/2001