Olinda y el Litoral Nordestino

Vista de Olinda

Vista de Olinda

Llegué a Recife, capital de Pernambuco (siempre me he preguntado el por qué de la expresión «de aquí a Pernambuco»), directamente desde Salvador en un autobús nocturno que cubrió los casi 800 kn. en 11 horas, parte de ellos por la rodovía do Cõco, la primera que se construyó en Brasil primando los criterios medioambientales; no pasa por el litoral y está restringido el número de gasolineras y restaurantes de carretera.

Directamente me fui a Olinda, a sólo 6 km. de distancia de Recife, pero ya casi unidas las 2 ciudades porque Recife ha crecido tanto que llega prácticamente hasta las afueras de Olinda.

El nombre se lo debe a la exclamación de los portugueses que navegaron primero estas cosas, que dijeron «Oh, linda situaçao para una cidade», y así le quedó.

Casas coloniales en Olinda

Casas coloniales en Olinda

Verdad o leyenda, lo cierto es que merece la exclamación, ya que es uno de los conjuntos coloniales mejor conservados de Brasil, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1.985, con notables iglesias como la Igreja do Carmo, de 1.580, la más antigua Carmelita de Brasil, y la Igreja da Sé, de 1.537 y Catedral del Arzobispado de Olinda.

Las calles están empedradas, la mayoría son en cuesta, y en general se respira un ambiente «antiguo».

Iglesia barroca en Olinda

Iglesia barroca en Olinda

Desde alguna de las colinas que rodea Olinda, ya sea la del faro de la villa o desde la igreja da Sé, la ciudad se ve completamente verde, pero cuando caminas sus empredadas calles no se ve un mísero árbol ni una sombra donde cobijarte; ¿dónde está el truco?.

Me costó un buen rato descubrirlo, hasta que pasé por una puerta de una finca abierta, y vi que todas las manzanas de casas tenían grandes jardines interiores con palmeras y todo tipo de árboles, así que la sombra es de disfrute exclusivo de los habitantes de Olinda.

Casas coloniales en Recife

Casas coloniales en Recife

Era domingo y había fiesta de forró en la playa, pero decidí irme a visitar el casco antiguo de Recife, y mejor no lo hubiera hecho.

En ningún momento de todos los meses que llevo viajando me he sentido tan inseguro.

El centro histórico estaba prácticamente vacío, excepto las decenas de indigentes tirados por las calles, y viejos coches circulando a toda velocidad por las calles desiertas; viendo que era el único extranjero, regresé a la tranquilidad colonial de Olinda y a tomarme un coco helado en la playa a ritmo de forró.

Tren vetusto en Recife

Tren vetusto en Recife

De Olinda, pasando de nuevo por Recife y su antigua estación de tren reconvertida para el metro, ya que Olinda no tiene rodoviaria, me fui a Natal, capital de Rio Grande do Norte y denominada cidade do sol, porque tiene más de 300 días soleados al año, aunque «con trampa», ya que son habituales los aguaceros y chaparrones intensos pero breves, luego sale un sol y el día cuenta como soleado para las estadísticas.

Natal. Playa de los artistas

Natal. Playa de los artistas

Estuve allí de vacaciones (aunque os resulte difícil de creer los vagamundos también necesitamos vacaciones) en 2002, y tenía ganas de volver a caminar la hermosa playa de Ponta Negra con el morro da Careca dominando el paisaje, a descender vertiginosamente en buggy las enormes dunas de Genipabú, y sobre todo a recorrer los 800 km. de costa, casi todos de playas salvajes y desiertas, entre Natal y Fortaleza.

Genipabú. Pañuelos al viento

Genipabú. Pañuelos al viento

Como calentamiento, pasé un día en Genipabú, con un chofer profesional que te pregunta al principio si quieres «emoçao o muita emoçao», porque las dunas no son una broma y ha habido varios accidentes.

Si pides «muita emoçao», vete preparando a sentir lo que los astronautas o los pilotos de fórmula 1 cuando se entrenan para acostumbrarse a la aceleración, porque las maniobras llevan los sugerentes nombres de montaña rusa, descenso vertical, caldera del diablo, muro de la muerte, y la marea o la vida. Sobran las explicaciones.

Cruce de río en Genipabú

Cruce de río en Genipabú

La que más me acongojó fue la de subir una duna a toda pastilla, apagar el motor, y caer hacia atrás casi a la misma velocidad. Lo dicho, los «congojos» se te ponen en el cuello.

Jordi, mi compañero de viaje ocasional, un profesor de Barcelona en año sabático, se agarró una infección de oído el día que contratamos el viaje a Fortaleza (4 días completos por $250 US/pax con buggero).

Genipabú. Derrapaje en las dunas

Genipabú. Derrapaje en las dunas

El médico le aconsejó no bañarse ni exponerse durante 10 días al viento, así que con todo el dolor de mi corazón tuve que llamar a Marcelo, el buggero, y cancelar la aventura. ¡¡ Otra vez será !!.

Nos limitamos a visitar el fuerte de los Reyes Magos en Natal, de forma pentagonal, comenzado a construir un 6 de Enero, de ahí el nombre.

Espero que el nordeste brasilero se mantenga salvaje para poder recorrerlo alguna vez a lomos de un buggy o similar.

Palmeras en Genipabú

Palmeras en Genipabú

Me fui de Natal a Canoa Quebrada, ya en el estado de Ceará, famosa por sus playas y su ambiente bohemio, y todavía no muy contaminada por el turismo porque la carretera está asfaltada desde hace pocos años.

Eso sí, tiene una calle a la que llaman Broadway, que concentra los restaurantes, agencias, bares y antros de copa, compitiendo a ver quién pone el reggae, el forró, el axé, y hasta el rock duro más atronador.

Canoa Quebrada

Canoa Quebrada

Había varios bares y restaurantes con nombres españoles como Ibiza y Costa Brava, donde además destacaban en el menú que su paella era original y auténtica, porque el cocinero era español.

Yo pensé que el 99% de los españoles no son capaces de hacer una paella, y menos en Brasil. En todo caso, nada mejor que la gastronomía local allá donde vayas.

Dunas en Canoa Quebrada

Dunas en Canoa Quebrada

Hice una corta parada en Fortaleza, capital de Ceará y una ciudad muy animada, con varios centros culturales y una playa, la do Futuro, que es un show permanente con faunas de todo tipo, humanas y animales, camino de Jericoacoará, que por su nombre casi mitológico despertó mi interés.

Fue el Shangri-Lá de los hippies en Brasil en los 80, pero como el Shangri-Lá de Asia, poco queda del espirítu original.

Fortaleza. Playa do Futuro

Fortaleza. Playa do Futuro

Llegar sigue siendo complicado, 6 horas de bus desde Fortaleza, y una hora de camión todo terreno por las dunas dando tumbos a medianoche, a velocidad de vértigo.

Llegas a la 1 a.m y están ofreciéndote posadas por todas partes, ya que es temporada baja.

Por $10 consigues una habitación individual en posadas rústicas pero bastante agradables, con jardines, hamacas, y, como en casi todo Brasil, espectaculares desayunos con varias frutas, zumos, panes, bizcochos, huevos, galletas, etcétera.

Pesca tradicional en Jeri

Pesca tradicional en Jeri

En Jeri, como la llaman los conocidos, conviven 2 mundos, el tradicional con los pescadores en sus jangadas, y el actual con decenas de chiringuitos, bares, restaurantes, tiendas de artesanía, de esoterismo, tatuajes, piercing, tarot, y varias iglesias «exóticas», como la evangelista cuadrangular.

Aparentemente los 2 mundos coexisten en armonía, pero los cerdos, cabras, caballos, mulas, vacas y perros campan a sus anchas dejando sus excrementos por todas partes, y yo, que en cuanto llego a un lugar de playa me olvido del calzado por unos días, tenía que sortear cual campo de minas las boñigas diseminadas por doquier.

Duna de Jeri

Duna de Jeri

Además de lo desagradable que resulta pisar una mierda descalzo, hay «bichos do pé», unas larvas que se aposentan en tus plantas y hacen su red de carreteras sin pedirte permiso, así que en este caso las sandalias estuvieron en mis pies casi todo el tiempo.

Pero todo se olvida cuando subes la duna que circunda el pueblo para ver la puesta de sol; el color cambiante de la arena, el mar, y el espectáculo del tráfico playero, que es la única carretera por la que circulan peatones, bicis, moto-taxis, buggies, caballos, te reconcilia con Jeri.

Hipocampos o caballos de mar

Hipocampos o caballos de mar

Un paseo muy interesante es el que te lleva en barco por un brazo de mar que se adentra entre manglares, sobre todo cuando se dejan deslizar corriente abajo con el motor apagado y puedes escuchar los sonidos de la naturaleza.

Atardecer en Jeri

Atardecer en Jeri

Además de miles de cangrejos rojos y azules, los de la barca saben divisar caballos marinos, que se dejan atrapar fácilmente.

De 3 especies diferente, amarillo, rojo y pardo, son de un tamano considerable, más de 10 centimetros, y varios de los que atraparon temporalmente estaban «grávid@s», que es la palabra en portugués para embarazada o preñada, y utilizo la @ porque es una letra hermafrodita, exactamente igual que el hipocampo o caballito de mar, un animal que cambia de sexo según la necesidad.

Jangada, el barco tradicional

Jangada, el barco tradicional

Después de la foto los devolvimos tranquilamente al agua, y se marcharon moviendo esas pequeñas aletas dorsales que utilizan como hélices.

Manglares secos en Jeri

Manglares secos en Jeri

Llegar desde Jericoacoara hasta São Luis, la capital de Maranhao, fue una aventura, en una secuencia de medios de tranporte que me tuvo viajando y sudando casi 24 horas en buggy, balsa, moto taxi, camioneta, jeep y autobús, por playas, ríos, manglares, dunas, pueblos, barrizales, etcétera, pero esa es otra historia y será contada otro día.

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¡¡ Hasta Pronto !!

Carlos, desde Caracas, Venezuela, 7 de Junio de 2004

 

Vagamundos 2004. Brasil. Natal, Genipabú y Canoa Quebrada