Fiorland es la región de los fiordos, en la costa suroeste de Nueva Zelanda. Su especial orografía fue creada durante la última glaciación, cuando gigantescos glaciares de cientos de metros de altura excavaron profundos valles y dejaron sus huellas como las garras de una fiera en las laderas de las montañas.

Para llegar allí, los 300 km. de carretera que hay desde Queenstown te van preparando para la belleza que pronto descubrirás, ya que una virada carretera va bordeando un hermoso lago, con los montes Remarkables a tu izquierda, el lago a tu derecha, y la luz del amanecer pintando de colores esta indómita naturaleza.

Reflejos en el lago Mirror

Reflejos en el lago Mirror

Cuando abandonas el lago, la carretera se va adentrando en profundos valles de montaña que cada vez se van estrechando más, y lo que te encuentras ahora son multitud de cascadas y un pequeño lago, llamado propiamente Mirror (espejo), que duplica la belleza de las montañas.

De repente te encuentras totalmente rodeado de montañas, y la única salida es el túnel Homer, que se horadó en pendiente porque era la única manera de atravesar esta orografía imposible, tanto que se tardaron 25 años en completar la carretera que lleva a Milford Sound, y aún hoy en invierno se cierra a veces por las avalanchas de nieve y de árboles, algo que no había visto en ninguna parte del mundo, ya que la capa de tierra fértil es muy fina y los árboles entrelazan sus raíces para aferrarse a las laderas de la montaña; un fuerte viento que derriba un árbol, la lluvia o una copiosa nevada, provocan un efecto dominó espectacular, arrastrando cientos de árboles y generando una onda expansiva con vientos de hasta 200 km/hora.

Las cicatrices en la montaña son muy visibles, con zonas totalmente peladas. El árbol más común es el haya plateada (Tawhai), que crece hasta 25 m. de altura, y también hay hayas rojas y hayas de montaña. Otros árboles autóctonos, como el rimu, alcanzan los 50 metros.

No está al revés, son reflejos en el lago

No está al revés, son reflejos en el lago

Fiorland fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986, y es el parque más grande del país, con 1,25 millones de hectáreas, casi nada, como 2,5 millones de campos de fútbol juntos.

Es uno de los lugares más húmedos del mundo, con 9 metros de agua de lluvia anual, y en invierno es además muy frío, ya que el bajo sol meridional apenas alcanza a asomarse por las cimas de los altos montes que se alzan directamente desde el agua hasta casi 800 metros de altura.

Esto provoca que el agua tenga un color parecido al del té, y es que el agua dulce no se mezcla totalmente con el agua salada, sino que crea una capa superior de 2-3 metros de profundidad que actúa de filtro solar, y especies marinas que habitualmente viven a 70 m. de profundidad se encuentran aquí a sólo 10. Sin necesidad de mojarse, ya que el agua está a 10 grados, se puede observar este fenómeno desde el Observatorio submarino instalado en Milford Sound.

Cascada cayendo sobre el fiordo

Cascada cayendo sobre el fiordo

Llueve más de 200 días al año, y yo fui afortunado por una parte, porque no llovió en mis dos días en Fiorlands, pero desafortunado porque cuando llueve, cientos de cascadas se desploman directamente sobre el mar, ya que la capa de tierra es tan fina que no retiene el mar.

A pesar de que hacía 56 horas que no llovía (el capitán del barco fue muy preciso en eso), vi bastantes cascadas, así que no me quiero imaginar como fue después de los 9 días y noches contínuos de lluvia que tuvieron previamente.

El nombre Sound es erróneo, ya que es el equivalente español a ría, es decir un valle fluvial inundado por una subida del nivel del mar o una depresión del terreno; fue dado por los europeos que visitaron esta zona en el S.XVIII, incluyendo el español Alejandro Malaspina en 1793; no se percataron de que eran valles glaciares, mucho más angostos y en forma de V frente a la forma de U de los valles fluviales, y en las laderas de las montañas se pueden ver las cicatrices que la enorme presión del hielo de los glaciares ha dejado.

El capitán Cook pasó de largo en 1770 y no fue hasta 1870 que se asentó el primer poblador permanente, un escocés llamado Donald Sutherland, que abrió un hotel de 12 habitaciones para dar alojamiento a los senderistas que empezaban a recorrer el Milford Track en 1.888, un sendero de 50 km. que se hace en 3/4 días y que está considerado «el más hermoso del mundo»; tanta es su fama que hay que reservarlo con más de una año de antelación, algo que contrasta con la filosofía del vagamundos, que como mucho sabe lo que va a hacer al día siguiente; en todo caso en estas fechas suele estar cerrado por la proximidad del invierno.

Mística niebla matinal en Milford Sound

Mística niebla matinal en Milford Sound

Los maoríes han vivido en esta zona durante más de mil años, y su nombre en maorí es Piopiotahi; las leyendas de su creación son variadas y muy hermosa; una dice que el dios Tu-te rakiwhanoa esculpió la costa de Fiorland con su hacha de piedra (toki), llamada Te Hamo, mientras entonaba un poderoso canto llamado Karakia (suena parecido a karaoke, pero no creo que tenga nada que ver).

No pudo terminar su trabajo porque le encargaron otra tarea, y por eso los fiordos quedaron aislados por altas montañas hasta que los cazadores de focas los descubrieron y prácticamente extinguieron la gran población de focas Fur de esta zona, ya que su piel y aceite eran muy valorados; por suerte, ahora están totalmente protegidas, y se las ve retozando tranquilamente por la bahía, jugando y pescando felices, en armonía con los delfines y pinguinos que comparten la bahía.

Amistad, el barco que nos llevó a Milford Sound

Amistad, el barco que nos llevó a Milford Sound

La única pega en Milford Sound es que se ha hecho tan popular que empieza a sufrir problemas de masificación.

Cuando sólo se podía llegar por carretera después de 4 horas de ida y 4 horas de vuelta a Queenstown, no mucha gente se animaba, pero desde que abrieron un aeropuerto, la placidez de este lugar se ve enturbiada por un desfile contínuo de aviones y helicópteros que tienen que hacer maniobras espectaculares para poder aterrizar en el encajonado valle que hay al final del fiordo y provocan mucho ruido, que además se amplifica por el efecto anfiteatro del estrecho valle.

Me pregunto si no se darán cuenta de que el lugar pierde gran parte de su encanto, supongo que sí, pero ya se sabe que «business is business».

En este enlace podéis ver todas las fotos del viaje de 6 meses en 2002 por Australia y Nueva Zelanda.

¡¡ Hasta Pronto !!

Desde Christchurch, Nueva Zelanda, mayo 2002

Australia&Nueva Zelanda