Mesoamérica y el maíz

Mesoamérica es la región geográfica que comprende México y Centroamérica, y si hay un vínculo alimenticio en todo el área, es el maíz. Mucho más que un alimento, el maíz estaba imbricado en todos los aspectos de la vida, desde la mitología y la religión hasta la medicina. Su alta productividad, superior a la de cualquier otro cereal, y los excedentes que gracias a ella se generaban, permitieron mantener relaciones comerciales entre las distintas civilizaciones de la región (mayas, aztecas, olmecas, zapotecas, toltecas, etc), y sostener a la elevada población de sacerdotes, astrónomos, funcionarios, guerreros, arquitectos, escultores, que evidentemente no cultivaban la tierra. Han pasado miles de años, pero el maíz sigue suponiendo hasta el 70% de la dieta alimentaria en algunas zonas; aparte de las famosas tortillas, hay más de 400 maneras de preparar el maíz.

Mezclado principalmente con frijoles y chile, proporciona una dieta equilibrada, rica en proteínas, vitaminas y carbohidratos. Adicionalmente, antes de molerlo para hacer las tortillas, se remoja en agua con cal, lo que le añade el calcio necesario para evitar el raquitismo. La palabra maíz proviene del idioma Taíno que hablaban los indios en Cuba cuando llegaron los españoles, mahís.

La mitología es común en casi todos los países mesoamericanos sobre su origen, y es que este estaba oculto bajo una montaña hasta que el hombre lo descubrió y le pidió ayuda a los dioses para sacarlo. Fue Chac, el dios del trueno y la lluvia, el que envió un rayo que partió la montaña y lo sacó a la superficie.

El pájaro carpintero, compañero inseparable de los dioses, recibió el impacto de un fragmento de la montaña en su cabeza, y de ahí viene su característico color rojo en la cresta. Aún hoy en día, el maíz forma parte de las ceremonias mayas; cuando nace un niño, se corta el cordón umbilical sobre una mazorca de maíz pintada de vivos colores con un cuchillo de obsidiana hecho ex profeso para ese fin, y que luego se tira al agua. El maíz impregnado se ahuma, se planta, y sus frutos alimentarán al niño hasta la edad en que ya pueda cultivar por su cuenta, así no sólo comerá del sudor de su frente, si no de su propia sangre.

¡¡Hasta Pronto!!

Desde San Cristóbal de las Casas (Chiapas), 21/04/2001