El Parque Nacional Abel Tasman es el más pequeño de Nueva Zelanda, con 23.000 ha (230 Km2).
Fue creado en diciembre de 1942 para conmemorar los 300 años de la llegada de la expedición de Abel Tasman a esta zona, con sus dos barcos, el Heemskerck y el Zeehaen, cuando un europeo recorrió por vez primera sus bosques, sus doradas playas y sus recoletas bahías.
El primer asentamiento estable de europeos data de 1855, aunque la población siempre ha sido escasa por las dificultades de acceso por tierra.
Al parque se accede desde el pueblo de Motueka, a 20 kilómetros del sur, o desde Nelson, el punto de partida más habitual, ciudad situada a 70 kilómetros al sureste del parque.
Aunque es parque nacional, combina áreas de propiedad privada con otras públicas, y en 2006, el gobierno adquirió un enclave de 793 ha para ampliar las áreas públicas.
La costa del PN Abel Tasman tiene 51 kilómetros, desde Marahau hasta Totaranui, un sendero que se puede hacer en 3/4 días.
Hay servicio de taxi acuático que nos pueden llevar al comienzo del camino, en Totaranui, y desde Marahau ya hay transporte público.
El camino costero del parque es uno de los más visitados en Nueva Zelanda, ya que pasa por playas paradisíacas de aguas color turquesa de la Bahía dorada, y hay bastantes ríos y estuarios de gran belleza, que sólo se pueden cruzar a pie en marea baja.
La ruta en kayak se hace en 3 días, y fue la que elegí yo, ya que en mi primera visita a Abel Tasman en 2002 había caminado por el parque.
Después de una búsqueda por Internet, me decidí por Abel Tasman Kayaks, una compañía indígena que lleva 25 años ofreciendo servicios turísticos en el Parque.
Tienen tours guiados en kayak desde medio día hasta tres días, y también alquilan kayaks para los que prefieran ir por libre.
Su política medioambiental y de apoyo a la comunidad local me convenció de que eran la elección adecuada, y no me equivoqué.
En la zona de reserva marina está totalmente prohibido pescar y hay bastantes focas viviendo en las múltiples islas del parque, sobre todo en la isla Tonga, donde es fácil escuchar esos gemidos casi humanos que hacen las focas bebé.
El tour de tres días incluía dos noches de camping en el parque, donde los servicios son muy limitados, por lo que teníamos que llevar en los kayaks todo el material necesario, gas, comida, y tiendas de campaña.
El grupo era pequeño, de 6 personas, y variopinto, dos chicas de San Francisco estilo Apple 100%, una suiza, un alemán, una sueca y un españolito. ¿A que no adivináis con quien compartía yo el kayak?
Pues sí, con la sueca, ese mito erótico de los españoles que hemos nacido antes de la democracia. Pero que conste que nos limitamos a remar juntos en paz y armonía con la naturaleza ;-).
Cuando llegamos a las instalaciones deAbel Tasman Kayaks en Marahau, después de unas dos horas en autobús desde Nelson, el pronóstico del tiempo que nos dieron nos acongojó, por no decir directamente que nos acojonó, ya que para el día siguiente estaban previsto vientos de 35 nudos, casi 60 km/h, y ninguno de nosotros era experto en kayak.
Dawn, la guía, una kiwi muy agradable y muy profesional, nos dijo que el tour comenzaría igual, pero que si al día siguiente las condiciones eran muy malas nos irían a buscar en barco.
Las mareas en Abel Tasman son muy intensas y la bahía poco profunda, por lo que no compensa poner un muelle para los taxis acuáticos, y el lanzamiento al agua de los barcos se hace desde tractores, iguales que los de agricultura, que por sus enormes ruedas y tracción pueden meterse en la arena y en el agua.
Nos dieron las instrucciones de seguridad y de equipamiento; parecíamos un grupo de ballet con esos miriñaques de tela que sirve para unirte al kayak y que no entre agua en caso de volcar, y con nuestro remo en la mano, subimos al taxi acuático, que llevaba los kayaks en la parte trasera, y un tractor nos depositó en el agua.
Nada más comenzar el viaje de media hora empezó a llover duro, y el mar estaba algo picado. Todos nos mirábamos con una sonrisa que más bien parecía una mueca,
La lluvia no es un problema en el kayak, llevábamos buen equipamiento, incluida una chaqueta protectora térmica, pero las olas y el viento sí lo pueden ser, así que Dawn se encargó de darnos bastantes consejos para afrontar las condiciones que se esperaban.
Lo cierto es que el primer día fue tranquilo, remamos unas 4 horas, y el campamento lo hicimos en Onetahuti Bay, un pequeño camping de 20 plazas que tenía unos baños impecables.
Me quito el sombrero delante de los kiwis, en dos meses en este país he dormido una cuantas veces en refugios de montaña y de parques nacionales, gestionados por el Department of Conservation (DOC), y los baños siempre tienen papel higiénico, están limpios, y hay leña para la estufa en los refugios en que es necesaria.
Con casi 1000 refugios ubicados muchas veces en lugares remotos, ¡qué maravilla de logística y compromiso con el medio ambiente!.
En muchos casos es un trabajo voluntario, y me he encontrado gente de medio mundo trabajando en los refugios a cambio sólo de la manutención.
Volviendo a Abel Tasman después de esta digresión «higiénica», el segundo día nos levantamos temprano para ponernos en marcha antes de que se levantara el viento.
Estaba muy nublado pero el viento estaba en calma, así que nos relajamos y comenzamos la travesía, eso sí, con los dedos cruzados para que no nos pillara el viento en medio del mar si finalmente se levantaba.
Incluso tuvimos suerte, porque el poco viento que había era de popa, y eso nos ayudaba a remar, e incluso surfeamos pequeñas olas.
Como habían cancelado todas las salidas por el pronóstico del tiempo, estábamos casi solos, sin barcos ni visitantes, y como además la marea estaba alta, pudimos entrar en los estuarios de los ríos y remontarlos, lo que nos hizo sentir como si fuéramos pioneros.
Vimos un montón de aves, algunas voladoras como los cormoranes, gaviotas y gaviotines, y otras no voladoras, como el pingüino azul, el más pequeño de todas las especies de pingüinos, con sólo 43 cm de altura.
También vimos unas cuantas focas tomando el sol, que comenzaba a asomarse tímidamente, y a sus bebés acudiendo a su llamada por la llegada de seres extraños, centauros del mar, mitad hombre, mitad kayak.
Alguna se atrevió a nadar a nuestro alrededor, ejecutando un ballet acuático digno de admiración.
Por suerte disfrutamos de un fantástico día sin los vientos y la fuerte lluvia previstos.
Llegamos a Anchorage Bay a las 3 p.m. y montamos el campamento, Anchorage Bay es la playa más popular en Abel Tasman.
La popularidad es más que lógica, ya que es un semicírculo de arenas doradas y aguas color azul turquesa en una bahía calmada, rodeado de preciosos bosques.
El camping tiene instalaciones más amplias que en Onetahuti Bay, e incluyen una ducha de agua fresca.
Por la tarde me fui a ver la puesta de solo desde un mirador cercano, y cuando llegué al campamento ya casi era noche cerrada.
Los compañeros estaban esperándome con una botella de vino fresquita, no porque hubiera nevera en el camping, sino porque el compartimento del kayak mantiene las cosas bastante bien refrigeradas.
El cielo nocturno en Nueva Zelanda es un espectáculo en todos los sentidos, ya que las estrellas están al revés que en el hemisferio norte.
La luminosidad es única, con la Vía Láctea claramente indicando su camino lechoso (¿si se sigue desde el hemisferio sur llevará a Santiago de Compostela también?) y las constelaciones claramente visibles.
Me levanté al amanecer, antes de las 7 a.m., para hacer fotos en la playa, y pasó una cosa curiosa, ya que el sol sólo despuntó durante unos minutos, hice una foto de las colinas circundantes al alba con la luz dorada.
Me volví a cambiar el objetivo de la cámara, y cuando enfoqué de nuevo, el sol había desaparecido y la luz era gris.
Tuve que enseñar la foto a mis compañeros cuando se levantaron para que creyeran que durante un instante el amanecer fue precioso.
Intenté traducirles la famosa frase «no llores por la pérdida del sol porque las lágrimas no te dejarán ver la estrellas», de mi amado poeta Rabindrath Tagore, pero no sé si tuve mucho éxito.
Arrancamos tarde, a las 10 am, para aprovechar la marea alta y poder visitar más estuarios y ríos, y acercarnos a la Piscina de Cleopatra, unas pozas de agua que incluyen un tobogán natural.
Parte del regreso a Marahau fue navegando de una forma insólita para un kayak, a vela.
Unimos los 4 kayaks sujetándolos con las manos, Dawn desplegó una vela, que manteníamos en alto con los remos, y así navegamos la última parte de la travesía, sin dar una sola palada de remo.
Un broche de oro para 3 intensos días en las playas doradas y aguas azul turquesa de Abel Tasman.
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Para más información sobre el Parque Nacional Abel Tasman, consulta las páginas web (en inglés, excepto Wikipedia) de:
Wikipedia
Wikipedia inglés
Abel Tasman Kayaks
Abel Tasman National Park
Turismo Nueva Zelanda
Wilsons Abel Tasman
Abel Tasman Department Of Conservation
Abel Tasman Coast Track Department Of Conservation.
Haz clic para ver:
Fotos de Abel Tasman.
Mapa con las fotos geoposicionadas en Flickr Maps y Google Maps.
«Dale al play» en la presentación de abajo para ver todas las fotos de Abel Tasman.
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Carlos, desde Christchurch, Isla Sur, Nueva Zelanda, 12 de Marzo de 2010
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