La rosa fachada del Palacio de los Vientos

La rosa fachada del Palacio de los Vientos

Jaipur, lo que el Viento no se Llevó

Como ya conté en el diario anterior, a Jaipur la llaman la ciudad rosa por el color de las fachadas de sus casas, y aunque contaba que era porque la habían pintado así para recibir al Príncipe de Gales en 1905, parece que la tradición viene de antes, ya que utilizan en la construcción la arenisca del desierto, que tiene ese color. Seguramente las 2 versiones son ciertas.

Viendo el Palacio de los Vientos, o Hawa Mahal, desde fuera, parece un decorado de una película de Bollywood, ya que apenas tiene fondo, unos cinco metros.

Las ventanas y celosías del Palacio de los Vientos

Las ventanas y celosías del Palacio de los Vientos

Fue construido en 1799 por Lal Chand Usta como pedido del marahá Sawai Pratap Singh, que quería una extensión de la zenana o cámara de las mujeres destinada al harén. Aunque formaba parte del Palacio Real, está alejado de él.

La función original del edificio era la de permitir a las mujeres del harén real observar la vida cotidiana de las calles de la ciudad sin ser vistas, y es por lo que sus numerosas ventanas son de celosía.

Tejados del Palacio de los Vientos

Tejados del Palacio de los Vientos

El palacio tiene cinco pisos, los 2 últimos un poco más estrechos, lo que le da forma piramidal.

Está construido en arenisca roja y rosa, y la fachada que da a la calle tiene un total de 953 ventanas pequeñas (dato de wikipedia, no las conté).

El viento que circulaba a través de ellas le dio nombre al palacio, ya que permite que el recinto se mantenga fresco incluso en verano.

Para ir hasta el Palacio Real hay que callejear un rato, ya que parte de los edificios del complejo son utilizados ahora por la policía, con acceso restringido.

Antes del palacio nos encontramos con el Observatorio, una obra maestra de la astronomía y la astrología, que para los indios son dos ciencias complementarias.

El creador del gran observatorio, o Jantar Mantar, fue Jai Singh II (1688-1743), marajá fundador de Jaipur en 1727.

Observatorio, con el palacio real al fondo

Observatorio, con el palacio real al fondo

Además del de Jaipur, el más grande y mejor conservado de todos, creó otros cuatro observatorios, en Delhi, Varanasi, Mathura y Ujjain.

Lo curioso es que Jai Singh se empeñó en construir observatorios con instrumentos medievales en plena época del telescopio.

Jai Singh conocía la existencia de los telescopios y tuvo algunos, pero primitivos.

turbantes en el palacio real

turbantes en el palacio real

Hizo traducir los tratados europeos de astronomía y recibió visitas de astrónomos europeos.

Fue el primer marajá en enviar una misión científica a Europa.

Su objetivo era observar y predecir con maniática certeza en qué momento los astros hacían su aparición, y la panoplia de gigantescos instrumentos del Jantar Mantar cumplía perfectamente su función.

vista del palacio real

vista del palacio real

El Palacio Real o City Palace, como lo conoce todo el mundo, fue construido por Jai Singh a principios del S.XVIII.

Hay 2 entradas principales, Jaleb Chowk y Tripolia Gate.

Una parte del complejo es utilizado como vivienda por la familia real, y el resto se ha reconvertido en museo.

En uno de los patios se conservan las vasijas de cobre más grandes del mundo, y elegantes guardias pasean sus turbantes rojos por el recinto. La elegancia la pierden cuando te piden dinero por hacerles una foto.

Niño jugando con una cometa en el palacio real

Niño jugando con una cometa en el palacio real

En India la entrada a los monumentos, excepto el Taj Majal, es barata, pero si llevas cámara de fotos o de vídeo, el precio total de la entrada se triplica, y si aún encima tienes que pagar por foto, el coste se dispara.

En una zona tienen expuestos antiguos carruajes reales y militares, hay otra donde se puede apreciar la reutilización decorativa de armas de combate, en una sala tienen ropajes, muebles y objetos pertenecientes a la familia real.

Una galería de arte muestra parte de su colección, acumulada en los años más gloriosos de los marajás, cuando recorrían Europa con sus harenes alquilando plantas completas de hoteles de lujo, al estilo de los jeques árabes hoy día.

También hay un Café Real, donde uno puede comer o refrescarse pensando como sería vivir como un marajá, aunque la cuenta te hace despertar bruscamente.

La puerta de los pavos reales

La puerta de los pavos reales

Al día siguiente había en Jaipur un festival de cometas, por lo que centenares de niños y no tan niños andaban practicando con sus rudimentarias cometas, hechas de bolsas de plástico, desde los tejados, incluso los del palacio real.

En India las cometas no son un plácido juego como parece a primera vista, ya que las cuerdas son de una fibra cortante, y el objetivo es romper la cuerda de la cometa del oponente, lo que celebran con grandes vítores. Todo Jaipur está engalanado de cometas enganchadas a árboles, tejados, cables de la luz, etc.

A la salida del Palacio Real una marabunta de rickshaw y taxis me ofrecían llevarme al fuerte Amber por «módicos» precios que oscilaban entre 5 y 10 euros, pero yo me había informado previamente de que salían buses locales desde el Palacio de los Vientos que en media hora me dejaban en Amber por 10 céntimos de euro, 100 veces menos de lo que me pedían el taxista, eso sí, con aire acondicionado, algo que las temperaturas de enero no piden.

La puerta de los pavos reales

La puerta de los pavos reales

Aún siendo impresionante el palacio real, mi lugar favorito en Jaipur es el fuerte Amber, a 11 km de Jaipur.

Fue construido por el marajá Man Singh en 1592.

Durante los siguientes 150 años el palacio fue modificado por las dinastías reinantes, hasta que el marajá Sawai Jai Singh II cambió la capital a Jaipur, y Amber cayó en el olvido y ostracismo.

Hasta los elefantes circulan por la izquierda en India

Hasta los elefantes circulan por la izquierda en India

Lo que hoy se conoce como fuerte Amber fue originalmente un complejo palaciego dentro del fuerte original que hoy es el fuerte Jaigarh, situado sobre una colina que domina todo el valle y el lago Maotha, casi inexpugnable por su ubicación y enormes murallas.

Está conectado con el fuerte Amber a través de pasajes fortificados.

La mayoría de los turistas suben hoy las fuertes rampas del fuerte en elefante, lo que nos da a los peatones la oportunidad de hacer fotos exóticas, pero sólo hasta Amber.

Algunos turistas, sobre todo japoneses, no parecen disfrutar mucho con la subida, seguro que han leído historias de elefantes locos que se arrancan a correr con su carga a cuestas.

Si yo fuera el enlace sindical del sindicato de elefantes, alentaría esta historias.

Arcos y pinturas en el fuerte Amber

Arcos y pinturas en el fuerte Amber

Al fuerte Jaigarh se cuenta con los dedos de la mano los que suben, y es una pena, porque aunque no tiene la magnificencia de Amber, las vistas y la placidez del lugar invitan a soñar.

Soñando pensé que estaba, al entrar en Amber, al ver que estaban rodando una película de Bollywood, con una pareja ejecutando esas danzas tan curiosas a ojos occidentales, ataviadas al más puro estilo Broadway, con vestido rojo ella, camisa con florituras él, pantalón negro ceñido y de cinturón una cinta roja combinada con el vestido de ella. Fashion total.

Delicadeza en mármol

Delicadeza en mármol

Superada la impresión, me fui a ver el salón de los espejos, una obra maestra que gracias a los miles de espejos colocados en el techo, con una simple vela encendida iluminamos toda la habitación.

Todo el fuerte en sí es un obra maestra, con delicadas tallas en mármol, celosías de alabastro con filigranas increíbles, y pinturas que desgraciadamente se han perdido o deteriorado en muchos casos.

Delicadeza en alabastro

Delicadeza en alabastro

Me pasé bastante rato recorriendo en solitario los patios y dependencias solitarias del fuerte Jaigarh, imaginando como sería la vida en Jaipur en la época en que no había vehículos a motor con ese invento tan mal utilizado que se llama claxon, y definitivamente me hubiera gustado poder entrar en una máquina del tiempo y poner el reloj doscientos años atrás.

El abarrotado autobús de vuelta a Jaipur, con cinco personas estrujadas cada tres asientos, me sacó de mi ensoñación, y la dura negociación con el conductor del rickshaw, que sabe que estás cansado, polvoriento y con ganas de llegar a tu hotel lo antes posible, me hizo aterrizar de golpe en la India del S. XXI, que combina de manera magistral la cibernética de última generación con la boñiga de vaca y métodos comerciales medievales.

Ventanas-mirador en Amber

Ventanas-mirador en Amber

La realidad es que seguramente hubiera llegado antes al hotel caminando, porque a las 2 de la tarde el tráfico en Jaipur era tan abigarrado que más que un conjunto de bicis, motos, rickshaws, carros tirados por dromedarios o mulas, taxis, coches, camiones, vacas, y otros vehículos que he olvidado, formaba una unidad que iba al mismo ritmo, eso sí, de caracol.

El incesante sonido de las bocinas, que engañan sobre el tamaño del vehículo que viene detrás, porque les ponen claxon de camión hasta a las motos.

Jardines de Amber y Jai Gadh al fondo

Jardines de Amber y Jai Gadh al fondo

Algunos extranjeros iban escuchando música para no oír el follón del tráfico, pero me parece una temeridad, ya que corres el riesgo de morir atropellado por un elefante u otro «vehículo pesado».

La tarde la pasé intentando subir las fotos en el hotel, el Pearl Palace, que recomiendo porque además tiene un delicioso restaurante en la terraza, pero la tecnología una vez más me demostró los enormes contrastes de la India, ya que el adsl y la electricidad andaban jugando al perro y al gato y casi nunca se encontraban.

Vista desde Jai Gadh

Vista desde Jai Gadh

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¡¡ Hasta Pronto !!

Carlos, desde Pushkar, Rajastán, 18 de enero de 2007

 

 

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