Islas de Panamá. Isla Taboga
Hoy es Domingo, y como todos los panameños, me escapo de la ciudad, a la isla de Taboga, a sólo media hora en lancha rápida. Cuando llego al muelle, la confusión es total, hay 2 empresas que tienen barcas para ir allí con diferentes horarios, pregunto si hay que ir y volver en la misma, me dicen que no, compro el billete de ida en una, y cuando voy a la otra para el de vuelta, me dicen que nones, así que regreso a pelearme a la primera, con otros 20 panameños, para que me devuelvan el dinero. Finalmente salimos y lo de lancha rápida es un eufemismo, ya que nos lleva 50 minutos, supongo que va sobrecargada.
Al acercarnos a la isla, observo con pavor que se ha convertido en la típica isla «de playa con chiringuito, música atronadora, motos y banana de agua«, y me dan ganas de secuestrar la lancha. Al llegar, compruebo que parece haber un acuerdo tácito para dividir la isla, los ruidosos a la derecha, y los pacíficos a la playa del Sur, a donde me dirijo. Me sitúo en el muelle para ver a los niños saltar al agua en todas las posiciones posibles, me sumo al grupo, y les enseño «la bomba» (no el baile, sino la manera de saltar al agua salpicando al máximo a los demás). De vez en cuando veo que miran al agua, y dicen «aguamala», y cuando me asomo para ver qué es, así es como le llaman aquí a las medusas.
Hay un sendero que lleva a un mirador en lo alto de la isla, pero es mediodía y hace un calor insoportable, así que desisto. El pequeño pueblo es precioso, con calles muy estrechas; no hay coches, sólo unos cuantos quads y una Combi, supongo que para acarrear mercancías, que es el único vehículo que cabe. Encuentro una casa muy curiosa, prácticamente recubierta de conchas, lo que me recuerda a la ermita que hay en La Toja (Galicia). En la isla deben ser muy devotos a la Virgen del Carmen (lo que no es de extrañar, porque es la patrona de los marineros), ya que aparte de una figura de la virgen en una roca al lado del embarcadero, encuentro pequeños santuarios por todo el pueblo decorados profusamente con conchas, y una pequeña iglesia muy bonita.
Para comer, encuentro un sitio delicioso, el Hotel Chu (el dueño es de origen chino, como tantos otros panameños que vinieron como mano de obra a construir el canal), y el restaurante ofrece una mezcla de cocina china y criolla deliciosa. Está construido sobre pilotes de madera en la playa, con verandas que cuelgan sobre el mar, y además es muy barato.
A la triste hora del regreso, me dirijo al embarcadero, y tengo que soportar el estridente sonido del «Gooooooooooooooooooooool» típico de los locutores americanos de los partidos de fútbol, que sale del enorme estéreo que lleva un panameño, que, como no, con la otra mano acarrea una nevera. Por suerte la lancha sale puntual, y media hora después estoy en Panamá.
Mañana de madrugada me voy al archipiélago de San Blas, un ramillete de 365 islas en el Caribe, donde los indios Kunas han mantenido casi intacta su cultura e idioma durante siglos. A mi regreso os contaré.
¡¡¡ Hasta Pronto !!!
Desde Ciudad de Panamá, 04/02/2001
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