Finisterre y la Costa de La Muerte.
Finis Terrae en latín, Finisterre en castellano, y Fisterra en gallego. El Fin de la Tierra Conocida, como se le conocía hasta que el marino Cristóbal Colón encontró América buscando las Indias. El punto más occidental de Europa (en realidad está en Portugal, pero los romanos se equivocaron y el nombre quedó) , enclavado en la Costa de la Muerte o Costa da Morte, nombre ganado a pulso por el hecho de que cientos de barcos descansan sepultados bajo sus aguas, engullidos por los temporales que se producen sobre todo en invierno, pero que pueden sorprender en cualquier época del año.
Mis recuerdos de infancia están jalonados de historias de naufragios y de heroicos rescates por parte del SAR, el servicio de salvamento y socorrismo, que tanto en sus barcos como en sus helicópteros salen en busca de náufragos cuando cualquier persona en sus cabales se encerraría en su casa esperando que pase el temporal. El cabo Finisterre, donde termino «oficialmente» este viaje, me recibe con un mar tranquilo, algo poco habitual, en contraste al movimiento que he tenido estos últimos 6 meses.
Muchos peregrinos del Camino de Santiago, consideran que éste no termina en la ciudad compostelana, ya que este peregrinaje existe desde mucho antes que la leyenda del Apóstol Santiago, y lo cierto es que si seguimos la Via Láctea, este camino nos lleva directamente a Finisterre, donde sí tenemos que detener nuestros pasos, excepto que tengamos la capacidad de caminar sobre las aguas, algo que hasta ahora sólo se le supone a Jesucristo, porque lo de David Coperfield es ilusionismo
En un promontorio está el faro de Finisterre, estoico vigilante oceánico construido en 1853. La torre de 17 m. de altura, cuya luz alcanza 32 millas, no fue suficiente para evitar muchos naufragios causados por la impenetrable niebla. Por este motivo se le añadió al faro una sirena, llamada la Vaca de Fisterra por su estridente ruido. El naufragio más famoso fue el 28 Noviembre de 1596, cuando 20 bajeles de la flota de la Armada española, dirigida por Martín de Padilla, se hundieron en un violento temporal en la entrada de la ría de Corcubión, causando 1.706 muertos.
Ya en tiempos más modernos, el 7 Septiembre de 1870, el acorazado inglés HMS Captain se fue contra la roca Centolo falleciendo 482 personas. Hay una cámara web que os aconsejo que miréis de vez en cuando para que podáis entender la magnitud de un mar embravecido, donde la espuma blanca le da un aspecto de un corral lleno de borregos. .
La memoria colectiva almacena numerosas leyendas sobre estos naufragios, y se dice que las almas de los marineros muertos navegan permanentemente en busca de un puerto seguro; en realidad, son las planeadoras de los narcotraficantes y contrabandistas, y las barcas de los pescadores y mariscadores furtivos las que pueblan las aguas de la Costa de la Muerte en las noches oscuras.
Finisterre marca el límite meridional de la Costa de la Muerte y el comienzo hacia el sur de las Rías Bajas. El promontorio que culmina la península de Fisterra es el Monte Facho, de 242 m de altitud. En la entrada de la ría de Corcubión emergen los islotes de Lobeira y Carromoeiro. Finalmente, en la abertura oceánica, se imponen los cortantes acantilados, el violento mar y la temible roca de Centolo.
Más allá de la ría de Muros, se extiende un tramo de costa brava y variada. En medio de tramos rectilíneos, en los que se encadenan amplios arenales como Carnota, Razo, O Rostro o Baldaio; abruptos acantilados, como los de Cabo Vilán o Roncudo, e islas, como las Sisargas; se abren pequeñas rías como las de Corcubión, Camariñas o Corme y Laxe. Sus playas son inmensas, de limpias aguas y finas arenas, con abundantes pinares. Los pueblos se desarrollan al cobijo de las pequeñas sierras que se alzan en la costa, y es recomendable su visita por la artesanía, como los bordados de Camariñas, sus iglesias románicas, y principalmente sus restaurantes donde degustar una buena mariscada frente al mar.
La Costa de la Muerte es también sinónimo de fervorosa religiosidad, y la Virgen del Carmen es venerada en todos y cada uno de los puertos marineros; en un segundo plano están el Santo Cristo de Fisterra o la Virxe da Barca en Muxía. Todavía hoy sigue siendo una típica estampa ver a las viudas de los marineros que han dejado su vida en el mar, vestidas de negro de pies a la cabeza, con toda la tristeza acuosa en sus ojos por no haber podido siquiera recuperar los cuerpos de sus esposos para darles cristiana sepultura, aunque yo estoy seguro de que cualquier marinero prefiere tener como tumba el mar que la tierra.
En uno de mis interminables viajes en bus por Argentina, pusieron La tormenta perfecta, y pensé que Hollywood hace héroes a profesiones y personas que en otros países sencillamente buscan la vida y el sustento donde pueden, y aunque los patrones de pesca españoles no sean tan atractivos como George Clooney, os garantizo que lo que sucede en la película les acontece continuamente a los barcos españoles, ya sea en las aguas de Groelandia, Malvinas, Grand Sol, o Mozambique.
Sentado en las rocas frente al faro, con la vertiginosa caída del acantilado a mis pies, reflexiono sobre los 181 días de viaje que han pasado en un suspiro (buena señal), y que me han llevado desde las aguas del Caribe hasta el Oceáno Pacífico, donde viví quizá el momento culmen del viaje en la islas Galápagos.
¡¡ Hasta Pronto !!
Desde La Coruña, 29/06/2001
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