De Mayas y montañas

En San Pedro todavía se pueden ver muchos indígenas mayas vistiendo las ropas tradicionales. Los mayas son una raza realmente muy bajita, pero muy robusta, y a veces casi no ves sus cuerpos, perdidos entre los bultos y canastos tan grandes que llevan, sujetos con una cinta a sus frentes. Los hombres visten unos pantalones blancos acampanados por debajo de la rodilla con estampados de colores, un fajín a la cintura, camisa y sombrero vaquero.

En el caso de las mujeres, llevan faldas largas con diseños mayas muy intrincados, con sobrefalda o delantal, en la parte superior blusas también muy coloridas, y en la cabeza una tela enrollada para amortiguar el peso de los enormes canastos que llevan. Además, suelen llevar unas mantas cruzadas sobre el pecho para sujetar sus bebés a la espalda. El pelo negro lo llevan casi siempre en una larga trenza que les llega hasta la cadera.

Hoy es Domingo de Ramos, y la gente está por la calle desde las 5 am, preparando las celebraciones, visten sus mejores galas, y llevan palmas a la iglesia. La religión debe ser un buen negocio aquí, porque he visto todo tipo de iglesias: evangélicas, metodistas, adventistas, testigos de Jehová, etc. Otro buen negocio debe ser la venta de parafernalia hippie y revolucionaria, ya que se ven muchas camisetas, gorras y colgantes del Che Guevara, lo que me recuerda una de sus acertadas frases: «Uno es revolucionario para morir por sus ideas, no para vivir de ellas«.

También hay mercado en el pueblo, que a pesar de su pequeño tamaño tiene absolutamente de todo, hasta armarios de 3 cuerpos he visto en la plaza, y supongo que lo transportarán en un bus cuando lo compran. Realmente es sorprendente lo bien que funciona el sistema de buses en Latinonamérica a pesar de ser viejos, con carreteras en malas condiciones, y unos conductores realmente suicidas, en 3 meses sólo he visto un accidente (toco madera mientras escribo), y fue entre 2 camiones. A veces he tenido que tomar hasta 4 buses diferentes, y nunca he tenido que esperar más de 15 minutos entre ellos. Supongo que la razón es que la mayoría de la población no tiene coche.

Paso la tarde del Domingo en la terraza del embarcadero de San Pedro viendo el trasiego continuo de barcas que traen y llevan turistas e indígenas, y charlo largamente con una pareja de salvadoreño y mexicana, Jorge y Margarita, sobre la religión, la guerra salvadoreña, y la violencia en general en Centroamérica, además de las culturas Olmeca y Maya. Por la terraza deambulan los últimos noctámbulos de la noche anterior (son ya las 8 pm), en un estado lamentable, mendigando una cerveza o los restos de nuestras cenas.

Cuando regreso al hospedaje, tanto los argentinos como el restaurante están muy tranquilos, parece que en Domingo no funciona el «after hours», así que puedo dormir bien, aunque poco, porque un tempranero bus de vuelta a Antigua me permite ver el amanecer dorado sobre el lago Atitlán desde la carretera que lo bordea, subiendo y bajando montañas, y con curvas tan cerradas que el conductor tiene que dar marcha atrás en algunas, y otras donde la rueda pasa tan cerca del borde que deseas con todas tus fuerzas que el chófer no haya estado de juerga la noche anterior.

El bus va atestado de gente a pesar de la temprana hora, así que toca «correrse» de nuevo. Mi compañera de asiento es una niña maya de 14 años que lleva un bebé de 20 días en su regazo; le pregunto si es su hermanito y me dice que es su hijo, algo muy habitual aquí, casarse joven y tener muchos hijos; Francisco, el guía del volcán, tenía 12 hermanos, y él tenía ya 4 hijos en 7 años de casado.

4 horas y cientos de curvas más tarde, finalmente llego a Antigua, aquí pasaré el día hasta mi autobús nocturno a Tikal, donde pienso indagar un poco más sobre los misterios de esta ciudad Maya. Antigua está a tope de gente y los precios han subido automáticamente un 50% por ser Semana Santa (lo dicho, la religión es un buen negocio).

¡¡ Hasta Pronto !!

Desde Antigua, 09/04/2001

Guatemala