Panorama desde A Fonsagrada.

 

Cuando comencé el Camino Primitivo en A Fonsagrada no podía imaginar que en la sección «¿Qué lleva Carlos en la mochila?» iba a tener que añadir un machete, un GPS y un equipo de buceo autónomo como equipamiento recomendado, pero después de la experiencia de la etapa entre A Fonsagrada y O Cádabo, me hubieran venido bien.


La «fons sacrata» de A Fonsagrada

Cuando vas en el autobús de la empresa Her-Vei, la única que hace el servicio de Lugo a Fonsagrada (Tel: 982222900), te das cuenta de que el trayecto es un contínuo sube y baja por valles y montañas agrestes, con pequeñas poblaciones que son la única nota de color en un paisaje fundamentalmente verde, ese verde «gallego» que debería tener referencia específica en la escala Pantone. Otra nota disonante son los enormes molinos de viento o generadores eólicos en su nombre más técnico, que no por ser una energía limpia, dejan de afear enormemente el paisaje de nuestras montañas. Si Don Quijote levantara la cabeza, arremetería sin duda contra ellos


El ayuntamiento de A Fonsagrada

Mi llegada a Fonsagrada, a 900 metros de altitud, coincide con unas nubes amenazantes y un viento gélido que anuncia el otoño. Mi intención era ir hasta el alto de O Acebo, frontera con Asturias, a 13 km. de Fonsagrada, pero la única posibilidad era pagando un taxi; esto y las nubes cada vez más negras acabaron por convencerme de comenzar el Camino en Fonsagrada y hacer los 30 kilómetros hasta O Cádabo.

En Fonsagrada no hay albergue, algo paradójico en un pueblo con tanta historia del Camino, pero a sólo 2 km., en Padrón, el párroco tiene una casa de acogida a peregrinos perfectamente señalizada en la carretera con grandes flechas, previa llamada telefónica y teniendo en cuenta que tiene que atender a varias parroquias.


El peregrino a remojo

La lluvia comienza a arreciar y hago la primera parte de la etapa por carretera, pero al llegar a la altura del histórico hospital de Montouto, tomo la subida a la colina, y por suerte en ese momento la lluvia da un respiro que aprovecho para hacer fotos y maravillarme por la vista a 1.050 metros de altitud; este hospital fue fundado en el s. XIV por el rey Pedro el Cruel. Hasta el s. XX tuvo hospitalero y en su capilla todavía se hacen romerías en honor a Santiago.


Las ruinas del hospital de Montouto

Decido continuar por el Camino aunque el respiro de la lluvia ha sido sólo eso, un respiro, pero la belleza del paisaje me arrastra. Una media hora después, en una encrucijada de caminos, un monolito con su correspondiente concha indican un camino en fuerte bajada que parece abandonado, pero la señal es clara, así que lo tomo; un rato más tarde se vuelve a bifurcar sin ningún tipo de indicación, y en vez de hacer lo más prudente, que sería retroceder, tomo el camino aparentemente más despejado; digo aparentemente porque 5 minutos después la vegetación alcanza la altura de mi pecho y los tojos, silveiras, y ortigas hacen muy penoso el Camino.

 


En esta inmensidad me perdí

 

Continúo y finalmente llego a la cima de un monte, donde la huella de la senda se borra totalmente. Retroceder en ese momento supondría hacer la senda a contrapelo, así que decido bajar el monte a través, en dirección a unas casas que veo al fondo del valle. La lluvia arrecia, pero tengo que quitarme la capa de lluvia porque se me enreda en la vegetación; el suelo está reblandecido por el agua y resbalo peligrosa y continuamente; me pertrecho de una gruesa rama de árbol, que me sirve de machete improvisado y para frenar mis bajadas.


Valle hermoso

La maleza me supera en altura y pierdo la referencia de las casas; empiezo a preocuparme; me parece oir los cencerros de unas vacas u ovejas, y empiezo a gritar: ¿Hay alguien?, pero la única respuesta que escucho es la de la lluvia; después de varias caídas que milagrosamente sólo terminan con arañazos, consigo llegar a la base del monte, aún me queda atravesar un riachulo crecido por la lluvia, pero estoy tan empapado que lo cruzo directamente chapoteando en el agua, bebo de su agua porque mi botella se había terminado hacía rato, y me desplomo en su orilla, agotado por el esfuerzo.

Empieza a atardecer, y tengo que moverme, así que me dirijo a las casas, pero como ya he comprobado en tantos lugares de Galicia, parecen estar abandonadas, nadie responde a mis llamadas y gritos; sólo 2 perros, limpios y amigables, indican que alguien debe vivir allí, así que me quedo en el camino esperando, ya que estoy totalmente desorientado sobre que dirección seguir, y cualquier kilómetro extra sería un suplicio; 15 minutos después aparece un paisano que me dice que he bajado el monte Paradavella, pero que el pueblo, por donde pasa el Camino, está a 3 km., así que me he desviado un buen trecho, y además tengo que subir bastante de lo descendido, pero al menos es por carretera. Llego finalmente al pueblo, y me meto en el primer bar a tomar un café y cambiarme, porque sentía claramente como mi cuerpo se escarchaba por dentro.


Albergue de O Cádabo, el reposo del peregrino

La visión de la piel llena de arañazos en el espejo del baño me trajo curiosamente a la memoria una de mis imágenes fetichistas de la adolescencia, Nastassja Kinski en la película El beso de la mujer pantera, supongo que uno se debe quedar así después de hacer el amor con una mujer pantera, pero mis arañazos no habían sido tan placenteros. Decido hacer el resto de la etapa por carretera, y llego a O Cádabo agotado. El albergue está cerrado, llamo al teléfono de contacto, y por suerte en menos de 5 minutos el hospitalero, Leandro, llega. Tambien aparece Hans, un peregrino alemán de casi 70 años, que me comenta que él se ha perdido en el mismo cruce que yo, y que también ha pasado miedo. Él se ha alojado en un hostal, así que estoy sólo en el albergue, lo que aprovecho para ocupar todos los baños, y usar los secamanos para secar toda la ropa y mis botas.


Hermosas flores en la segunda etapa

Una vez hecha la colada y el secado, me voy a cenar al único restaurante del pueblo, que está precisamente en el hostal, y ceno con Hans, es una persona muy interesante, que comenzó el año anterior la peregrinación de San Sebastián a Santiago, y lo tuvo que dejar en Zarauz por un infarto, el tercero, pero eso no le arredró, había vuelto a comenzar en Zarauz el 4 de setiembre, y el 1 de Octubre estaba a sólo 120 km de Santiago. Historias como esta te demuestran que el Camino tiene una energía especial, o que sirve para que algunas personas logren encontrar una energía y motivación que desconocían en si mismos.

 


Imagen bucólica de vacas pastando

 

Hans me comenta que él va a hacer la siguiente etapa por carretera, pero yo prefiero arriesgarme a perderme otra vez que soportar las peligrosas carreteras gallegas con sus estrechos arcenes y conductores kamikazes. A modo de compensación, toda la tensión y esfuerzo del día anterior se convierten en un placentero camino, bien marcado, que te lleva por hermosos bosques y sendas hasta llegar a la ermita del Carmen y el cuidado pueblo de Vilabade con una iglesia gótica y el pazo Abraira, hoy alojamiento rural.


Inscripción en iglesia de Soutomerille

Unos kilómetros más adelante, por caminos entre muros de piedras centenarios, bosque de carballos (robles), praderas donde pastan las vacas bucólicamente, llegamos a los restos de la iglesia prerrománica de Soutomerille, reformada en el s. XVII y con ruinas de gran valor histórico que yacen olvidadas y abandonadas como tantas otras que me he encontrado en el Camino.


Una cruz en el Camino

Los últimos kilómetros transcurren por la carretera general, y la entrada en Lugo, Lucus Augusti, la ciudad gallega más antigua, se hace por la puerta de San Pedro.

El albergue está a 50 metros, y es un edificio antiguo rehabilitado e inaugurado en Octubre de 2002, de 50 plazas, que hoy comparto con Hans.


Inscripción puerta de San Pedro en Lugo

Mis piernas acusan el esfuerzo del primer día y los 60 kilómetros en 2 días, así que decido quedarme un día extra en Lugo, que está engalanándose para las fiestas de San Froilán, su patrón, que suponen 10 días de «festa rachada», como se dice por aquí, donde se consumen 100.000 kilos de pulpo y no me quiero imaginar cuantos litros de vino y otros licores; toda la parte vieja es zona de «botellón», y una vez más agradezco haber traído el elemento más ligero y necesario para el buen sueño de un peregrino, los tapones para los oídos.

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¡Ultreia!

Carlos
Lugo, 3 de Octubre de 2003