La salida desde la Torre de Hércules.

El filósofo chino Lao-Tse escribió que «Un viaje de mil kilómetros siempre empieza con el primer paso», y yo lo he dado el lunes 8 de setiembre de 2003 en la Torre de Hércules de La Coruña, bajo una inclemente lluvia que me recuerda que no va a ser un viaje fácil, corto ni cómodo, sino un recorrido iniciático en toda regla, con sus etapas de desánimo, introspección y recogimiento, pero también de alegría, compartición y euforía, como corresponde a un viaje interior que haré por el mundo exterior, que espero compartir con vosotros de la manera más sincera posible.


La flecha amarilla y los cruceiros

Después de 2 días y 50 km. de caminata, tengo claro que el Camino marcará su propio ritmo, y que mi único objetivo será el final que me he marcado para llegar a Finisterre y Muxía el 13 de noviembre.

Esto contradice en cierta manera una de mis máximas, «lo importante es el viaje, no el destino», pero creo que en este caso es justificable por cuanto tiene de simbólica la fecha, por si alguien no lo recuerda, el aniversario del accidente del Prestige, que ha cambiado para siempre la historia futura de Galicia, y en muchas cosas para bien.

Los 1.200 km. intermedios caminando durante 2 meses por los 8 Caminos en Galicia son el camino más largo posible para llegar hasta allí, pero ya dijo el maestro Pablo Neruda que «La vida es una larga peregrinación que siempre da vueltas, que siempre retorna al bosque austral, a la selva perdida».


La iglesia de Santa María de Cambre

Mi primer día de Camino fue especialmente duro porque como os decía un clima invernal puso a prueba mi equipamiento y la moral; los 2 sobrevivieron a la primera etapa, que me llevó desde La Coruña hasta Sigrás, donde hice una extensión hasta Cambre, para ver su hermosa iglesia románica. Después de la Torre de Hércules, pasé por la iglesia de Santiago, comienzo «oficial» del Camino Inglés a Santiago.

Esta primera etapa, prácticamente urbana, ya que los alrededores de La Coruña se han convertido en una prolongación de la ciudad, sale de ella por Eiris, donde se ve el primer mojón que marca el punto kilométrico del Camino, y, mucho más importante, la flecha amarilla que nos dirige correctamente entre el maremágnum de calles y desviaciones.


La iglesia de Santiago en Sigrás

La única nota negativa de esta primera etapa es que se camina, durante un tramo que se hace eterno, por la carretera de Santiago, cerca del aeropuerto de Alvedro, con un tráfico infernal de camiones que prácticamente te hacen volar con su onda expansiva. Es un tramo muy peligroso y se debería buscar alguna alternativa para que un día no leamos en el periódico «peregrino a Santiago va directo al Cielo sin llegar a su destino»; intento ponerle humor pero no es gracioso.

Una vez superado este escollo, el camino se separa de la carretera, y se interna en Sigrás, pasando por la iglesia románica de Santiago, reformada en 1.600 y actualmente en obras. De allí me dirigí a Cambre, donde la iglesia de Santa María de Cambre, del S. XII, todavía conservaba los adornos florales de lo que supongo fue una boda el día anterior. Tiene una vasija traída de Jerusalén, atribuida a las bodas de Caná, probablemente por un caballero templario. Los templarios fueron muy activos en esta zona, de hecho yo viví varios años en El Temple, a 7 km de La Coruña, localidad que tiene una iglesia original del S.XII, pero de la que se conserva poco, ya que se construyó un nuevo templo encima, y el famoso puente del El Burgo, dinamitado por los ingleses en 1809, en ese momento aliados de España, para evitar la entrada de las tropas francesas.

En esta primera etapa no hay albergues, aunque en Sigrás y Cambre se encuentra hostales y pensiones económicas.


Del Camino al cielo

Mi segundo día de caminata amaneció fresco pero despejado, y los pies se pusieron en marcha ágiles y alegres por la limpia atmósfera que nos rodeaba. Viajar a pie tiene, entre otras ventajas, la de disfrutar de los olores de la naturaleza (bueno, no todos son agradables), algo que en coche no es posible, y, en una mañana soleada, escuchar los alegres trinos de los pájaros, y también el graznido del omnipresente cuervo en Galicia.

El Camino transcurre aquí por caminos y carreteras comarcales que unen pueblos casi fantasmales. Son carreteras sin arcén, potencialmente peligrosas, pero prácticamente no hay tráfico. Aunque ya lo sabía, me sorprende sobremanera comprobar que el campo gallego se está quedando vacío, en 5 horas de caminata prácticamente sólo vi viejos; a pesar de ser vacaciones escolares, una niña que iba con su madre y me miró curiosa y asustada fue la única representante de la infancia que me encontré.


Iglesia y cementerio, un buen complemento

Tendré mucho tiempo y etapas por la Galicia profunda para reflexionar sobre el tema, pero en un primer apunte a vuela pluma diría que me he topado con lo mejor y peor de nuestra idiosincrasia; las inacabadas casas del típico estilo «feismo gallego», ya casi marca registrada, sin pintar y/o con la planta baja sin cerrar, nunca sabes si porque se le acabó el dinero al paisano, si porque quiso construir una casa más grande que sus posibilidades, o simplemente porque le gustan las cosas inacabadas. Si le preguntas, probablemente la respuesta sea «depende».

También he visto hermosas casas de piedra restauradas. Me encontré gente que me miraba desconfiada a un individuo caminando en calzones cortos y con un pañuelo rojo en la cabeza, y no respondían a mis «bos días», pero también me encontré con un paisano que vino corriendo a avisarme de que iba equivocado porque en una bifurcación no vi la flecha amarilla, tapada por la maleza, y me puso en el buen Camino.


La segunda etapa, cerca de su final

He comprobado, como ya imaginaba, que no me iba a encontrar muchos peregrinos en el Camino Inglés, lo que no podía prever es que iba a ser ninguno, quizá una de las razones es que el albergue de Bruma está cerrado por obras, algo que descubrí al llegar allí. Fue una pena, porque es una casa rural restaurada, aunque la ampliación para dotarla de 21 plazas para peregrinos es una muestra del «feismo» del que os hablaba antes, pero se compensa con el entorno, ya que un riachuelo pasa a su vera, y descansé un rato de los 20 km. de etapa con los píes a remojo en sus frías aguas y el tibio sol del mediodía calentándome. El lugar se llama Hospital de Bruma porque allí había un antiguo hospital que atendía a los peregrinos que venían de La Coruña y Ferrol, porque aquí se juntan los 2 ramales del Camino Inglés.

Las alternativas de alojamiento son varios hostales que se encuentran a 2 km., en el Mesón del Viento, en plena carretera a Santiago.

De aquí iré a Ferrol para completar el tramo Ferrol-Santiago, pero eso me llevará unos días, así que, hasta entonces,

¡¡Ultreia a todos !!

Carlos,
La Coruña, 10 de setiembre de 2003


Galicia, siempre verde (Montouto). Panorámica automática de la Olympus mju 400

 

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