El faro de Ribadeo.

Recién terminado el Camino del Norte, tengo que reconocer que no esperaba no encontrar un cybercafé en una semana, y por lo tanto no he podido actualizar los diarios ni subir las fotos en el Camino, como era mi intención.

En el punto de partida del Camino del Norte en Galicia, Ribadeo, había un cyber, de estos que deben vivir casi exclusivamente de la pornografía, porque el ordenador en que me conecté no dejaba de abrir ventanas continuamente con todas las ofertas imaginables de sexo explícito, y por mucho que me empeñaba yo en practicar el «coitus interruptus», cada vez que cerraba una ventana, se abrían 2.


Paisajes hermosos en Ribadeo

Mi llegada en bus a Ribadeo coincidió con la de 2 peregrinos que habían hecho un descanso de un día para visitar la playa de las Catedrales, y nos fuimos juntos al albergue, situado en un lugar espectacular, O Cargadeiro, llamado así porque tenía un muelle donde se cargaban los barcos, con una vista extraordinaria sobre la desembocadura del río Eo.

La única pega es que el albergue es muy pequeño, 12 plazas, aunque nosotros eramos 7 y estábamos sin apreturas. Una señora canadiense, después de haber caminado el año anterior 2.000 km. hasta Santiago desde Puy en Francia, ahora lo hacía a la inversa por el Camino del Norte, pero se estaba dando cuenta de que no era tán fácil. La charla con la señora de Quebec, lo que ya marca una diferencia con respecto al resto de canadienses, y un chico norteamericano que vivía en España y pensaba que los USA no eran una democracia y que él no quería regresar a vivir allí, fue muy interesante y una muestra de que el pensamiento único todavía no nos ha vencido.


Hórreo Tradicional Gallego

A 2 kilómetros del albergue se encuentra el faro de Ribadeo, y lo primero que hice al levantarme, con una espesa niebla que impedía ver la ría y el puente que la cruza, fue dirigirme hacia él, está en un islote unido por un puente de hormigón a tierra firme, que desgraciadamente estaba en obras y no se podía cruzar, así que me tuve que conformar con verlo en la distancia.

Ribadeo tiene edificios de gran belleza en torno a la plaza principal: la Torre de los Moreno, atribuída a un discípulo de Gaudí, el ayuntamiento, el palacio del marqués de Sargadelos y un convento de monjas clarisas.


El albergue de Lourenzá

El Camino cruza Ribadeo por el Camino Viejo de Lorenzana, y enseguida comienza a subir hasta la localidad de Obe, desde donde hay una hermosa vista panorámica.

Continúa luego a través de pequeños pueblos que invariablemente conservan ese elemento típico de la arquitectura gallega que es el horreo, algunos de ellos modernizados y afeados, porque los pintan con motivos geométricos que no vienen a cuento.

El final de la primera etapa está en Lourenzá, villa de larga historia por cuanto alberga un monasterio benedictino desde el año 969. El monasterio actual data del siglo s. XVIII y su fachada barroca tiene reminiscencias con la de Santiago. El albergue de Lourenzá es una casa rural rehabilitada, soy el primer peregrino en cubrir los 30 km. desde Ribadeo, por lo que tengo que llamar a la hospitalera para que venga a abrirlo, este Camino no tiene tanto movimiento como el Francés y muchas veces se encarga Protección Civil de los servicios mínimos, generalmente abrir el albergue.

 


Panorámica entre Ribadeo y Lourenzá

 

 


El Santuario de los Remedios en Mondoñedo

Además de los peregrinos del albergue de Ribadeo, aparecen 2 holandeses que hacen etapas diarias de unos 50 km. caminando y a los que bautizo como «caminator» o, más gráficamente, como «peregrinos con un cohete en el culo», me pregunto si les da tiempo a disfrutar del paisaje a ese ritmo. En el albergue, los libros de peregrinos están llenos de quejas y comentarios de gente que viene de Asturias y dice que allí las conchas están al revés que en Galicia, y eso despista en los caminos, definitivamente la flecha amarilla es la mejor señalización posible para no perderse.

La segunda etapa nos lleva por el valle de Lourenzá hasta Mondoñedo, que tiene una enorme catedral que demuestra su importancia histórica, y que es casi imposible de meter en las fotos porque la plaza que la alberga es pequeña. Desayuno allí y pregunto si hay algún cyber, me dicen que hubo uno, pero que cerró, empiezo a pensar que me va a ser más difícil encontrar un cyber en la Galicia profunda que en la Patagonia e incluso la Antártida. La salida de la ciudad por el Camino se empina, y pasa por el hospital de San Pablo y el santuario de los Remedios, que no deja de hacer sonar sus campanas, antes de desviarse de la carretera general y dirigirse por una estrecha y sinuosa carretera sin apenas tráfico que ofrece una espectacular vista de Mondoñedo.

 


Panorámica de Mondoñedo

 

 


Cruceiro y campanario de Abadín

Me encuentro una señora caminando y le pregunto por qué las campanas no dejan de sonar, y me dice que avisan de que esa tarde hay funeral; los que vivimos en ciudad ya no nos acordamos de las costumbres rurales, como la de pegar las esquelas en las puertas de los establecimientos para avisar de los decesos (poética palabra para no nombrar a la Parca), y el «toque a muerto» de las campanas.

Este tramo es de contínua subida desde 150 hasta 550 metros, pero la belleza del paisaje hace olvidar el calor y el asfalto. Al llegar a Abadín hay que tomar una decisión importante, ya que no hay albergue y la acogida municipal es en un polideportivo incómodo y frío como me han confirmado varios peregrinos; he recorrido 18 km, pero como es temprano decido continuar hasta Villalba, son 22 km. más, que se hacen muy duros por el calor y por los tramos de carretera.


Hermoso río cerca de Villalba

Llego al albergue de Villalba reventado, está al lado de la carretera y de la Cruz Roja, y es de «diseño», con 2 inconvenientes para alguien que ha caminado 40 km.: que el dormitorio está en el segundo piso, y que está a 2 km del centro del pueblo; por suerte a 50 metros hay un restaurante de carretera donde puedo resarcirme del esfuerzo con un buen cordero y una gratificante charla con la cocinera y dueña, que dice que lleva años atendiendo a peregrinos y que se le ha metido el gusanillo en el cuerpo del Camino.

La animo a que lo haga, más duro que pasar 12 horas en la cocina no creo que sea. Después de la cena, desando a rastras los 50 metros y me voy directo a la cama. Ahora comprendo el chiste que lei en el libro de peregrinos de Lourenzá, que decía que a un peregrino no se le reconocía por la concha, ni por el bordón, sino porque camina como un «pato escocío».

Por desgracia, los holandeses «caminator» están en el albergue, y son de los que se levantan a las 6 a.m., no puedo entender la obsesión de muchos peregrinos por madrugar tanto y caminar de noche, ya que en estas fechas no hay luz hasta las 8 a.m. y los tramos de carretera son peligrosísimos. Debe ser el efecto «Francés», ya que los peregrinos de ese Camino madrugan mucho para poder encontrar plaza en el siguiente albergue.


El calvario y la iglesia de Baamonde

Me levanto tarde porque sólo hay 20 km a Baamonde, y quiero ir a algún cyber en Villalba; el Camino atraviesa el pueblo, y cerca del Parador veo un cartel de cyber adsl y me digo «bien, podré subir fotos rápidamente y escribir el diario»; a veces nuestra fé en la tecnología es tan irracional como la otra; la señora del cibercafé me dice que en los últimos días han tenido «problemillas» de conexión, que consisten en que en media hora me da tiempo a leer 2 emails, escribir uno, y asignarle un nuevo significado a adsl, que es «a demorarse sin límite». Retomo el Camino, y ya sin parar hago la etapa hasta Baamonde, llego al albergue a la hora de comer y en el bar de al lado me comentan que la hospitalera se ha ido a comer.

El jardín está abierto, y aprovecho para hacer la colada, darme una ducha en los baños exteriores, y me relajo leyendo en un banco del jardín mientras espero su regreso. A veces la felicidad es la simple acumulación de placeres básicos.


En la Casa-Taller-Museo de Victor Corral

Conchi, que pide que la llamen así y que la tuteen a pesar de superar de largo los 60, organiza con eficiencia castrense las habitaciones, y casi nuestra agenda vespertina, ya que nos convoca en recepción a los 15 peregrinos que estamos, primero nos habla de los recursos turísticos de Baamonde, luego nos lleva a la iglesia del pueblo para que la veamos por dentro, nos recomienda la casa museo de Victor Corral y finalmente nos da consejos para el resto del Camino (alguno de ellos con trampa, como recomendarnos que nos saltemos Arzúa y vayamos directamente a Santa Irene, para evitar los problemas de masificación de Arzúa). Incluso les da instrucciones en un aceptable francés a una pareja suiza sexagenaria que llevan las mochilas en unos patinetes de aluminio con ruedas todoterreno.

Para personaje interesante, Victor Corral, originario de Baamonde, que estudió en La Coruña y Barcelona antes de regresar a su tierra natal, y desde su casa-museo-taller muestra al mundo la obra única de una persona y artista irrepetible, que tanto talla un San Jorge en madera con un alfiler, visible sólo con lupa, hasta esculturas vivas dentro de los árboles.

Su obra emana humanidad y sobre todo amor, mucho amor. Nos enseña la obra de su vida y nos cuenta algunas historias fascinantes, como que un vecino había encontrado en el bosque una losa con uno de sus primeros grabados, casí 60 años atrás, que no podía llevar a su casa, porque su trabajo era cuidar a las vacas en el campo, y eso demostraba que no se concentraba en su trabajo; las tallas de madera las escondía en oquedades de los árboles, que así volvían a acoger en su claustro materno la madera de que se habían desprendido.

Para ver el albúm de fotos del Camino Norte, haz click aquí.

¡¡ Ultreia !!

Carlos
Baamonde, 20 de setiembre de 2003