En el trekking del volcán Rinjani experimenté la lucha contra la naturaleza y sus elementos en estado puro, y eso me dejó en un estado de equilibrio tal que hasta mis pulsaciones bajaron a 45, algo que no me sucedía desde que corría maratón.
Lo que no esperaba era que tendría que volver a enfrentarme enseguida a los elementos considerados como esenciales por el Feng Shui, que son: madera, tierra, agua, metal y fuego, y otros elementos inesperados.
No podía irme de Indonesia sin visitar uno de los lugares más emblemáticos del país, Patrimonio de la Humanidad, donde viven unas criaturas de hasta 3 metros de largo que son nexo de unión con los extintos dinosaurios: los dragones de Komodo.
El viaje en bus de Lombok a Flores es una paliza, ya que atraviesa la montañosa isla de Sumbawa, y luego tienes que tomar un barco turístico de Flores a Komodo, porque los ferrys ya no hacen parada, y el alojamiento de particulares en el Parque Nacional Komodo está prohibido.
Me decidí entonces por una opción que me atraía mucho, pero que varias personas me habían desaconsejado por peligrosa o al menos totalmente imprevisible: el «crucero» para mochileros. Tenían toda la razón.
Después de una intensa búsqueda en Internet y de preguntar a los locales y otros viajeros, quedaron descartados los barcos que ofrecían más garantías, por caros, y contraté un tour de 4 días de navegación hasta Flores y 1 de regreso en el Mona Lisa.
El problema es que los barcos salen del este de Lombok, y las oficinas de venta están en el Oeste, así que te tienes que fiar del agente que te vende el tour y de una foto del barco en b/n en un folleto cutre que no promete demasiado.
A mis preguntas: ¿el barco lleva radio y sistemas de navegación? y ¿tenemos chalecos salvavidas?, la respuesta del agente fue : ¡por supuesto! con cara de sorpresa, como si le preguntara si los coches llevan ruedas. Creo que en Indonesia los coches no tienen ruedas.
Un rato de regateo y el precio quedó en 800.000 para el viaje de ida.
El de vuelta lo tenía que negociar con el capitán, pero serían unas 100.000 más, en total unos 80€ i/v, que me pareció demasiado barato, pero la siguiente opción se iba a más del doble.
Me recogieron en un mini bus en Mataram, la capital de Lombok, y mi intuición empezó a decirme que aquello no iba a salir bien. Mis compañeros eran todos británicos, excepto 2 canadienses de 20 años.
Paramos en un supermercado para comprar los extras, ya que en el barco sólo incluían la comida y agua, y los «extras» para los británicos suelen ser variados tipos de alcohol que asegurarían que en caso de naufragio no moriríamos de sed o al menos estaríamos tan borrachos que no nos enteraríamos.
Con varias cajas de cartón llenas de botellas tintineando, volvimos a subir al bus, que 2 horas después nos dejó en Labuan-Lombok, en un muelle apartado del pueblo donde sólo estaba nuestro barco.
El Mona Lisa es un barco de pesca parecido a los miles de barcos gallegos que salen cada día a faenar y se llaman Virgen del Carmen o similar, pero en Indonesia en vez de sardinas llevan turistas.
Tiene unos 16 metros de eslora y 3/4 de manga.
Por suerte sólo íbamos 9 pasajeros, la mitad del aforo total, más 5 de tripulación y el guía. Con aforo completo, el camarote de los hermanos Marx sería mucho más confortable que el Mona Lisa.
Al menos estaba recién pintado y limpio, aunque no veía lugar para sentarse por ningún lado y menos para dormir.
Subí al barco esperando que nuestro dormitorio no fuera la bodega que se dejaba ver por un tronera abierta, y en 5 minutos, antes de que nos pudiéramos arrepentir, estábamos navegando.
El de la agencia movía su mano despidiéndonos desde el muelle y deseándonos buena suerte; la ibamos a necesitar.
El guía, que era un indonesio imberbe que no había abierto la boca en todo el viaje del bus mientras ojeaba un diccionario de inglés-indoneso, intentaba explicarnos en su precario inglés como iban a ser los próximos 4 días. En realidad ni él mismo lo sabía, porque era su primer tour.
Tenía 24 años y trabajaba en un hotel de Senggigi haciendo prácticas de turismo por las que no le pagaban, así que estaba encantado porque por ese tour le iban a pagar 20€.
Fue lo mejor del tour, ya que se esforzó al máximo para superar las incomodidades, era un gran cocinero que hizo maravillas con la única sartén que tenía y los noodles y arroz diarios.
También sufrió el abandono del capitán en el viaje de vuelta. Pero vayamos día a día, que la historia da para mucho.
Cuando pregunté dónde estaban los chalecos salvavidas me señalaron la bodega y enseguida supe que era mentira.
Un vistazo al puente me dejó claro que la única radio era la del radiocassete que llevaban, y los instrumentos de navegación se reducían a 2, los ojos del capitán, ni radar ni gps, ni siquiera brújula.
Pregunté dónde dormíamos y me dijeron que teníamos dos opciones ya que eramos pocos, dormir en cubierta o dormir en el «ático», que era un tejadillo de madera de 1 metro de altura protegido con lonas de plástico colocado encima del puente.
Al menos la colchoneta en que íbamos a dormir parecía confortable e impermeable, e incluso podría flotar en caso de emergencia.
La usábamos también para sentarnos, ya que en todo el barco no había ni una silla ni un banco, hasta el retrete era un simple agujero.
Por supuesto, en los días siguientes no tendríamos ducha de agua dulce, pero sí las que quisieramos de agua salada.
El primer día navegamos poco porque habíamos salido de Lombok tarde, y fuimos hasta una islita, Gili Bedil, ya en la costa de Sumbawa.
Allí cenamos rodeados de barcos con potentes luces que iban a la pesca del calamar.
Navegaríamos durante 4 días hacia el este, así que los amaneceres los veríamos desde proa y los atardeceres desde popa, bastante incómodos de ver porque el único lugar con visibilidad era el ático.
Después de la cena los ingleses se pusieron a jugar a las cartas, y yo me subí al ático a dormir.
La primera noche se portaron bastante bien, y a las 6 a.m. yo ya estaba en pie para disfrutar de un amanecer glorioso, como todos los que viví en el Mona Lisa.
Nos detuvimos en la isla Koyo para bucear; el lugar era curioso, porque un río de agua fresca desembocaba en la playa, y el agua estaba a 2 temperaturas muy diferentes, fresca en la superficie y más cálida debajo, y además había zonas donde el agua estaba «borrosa» porque no se mezclaban.
Me había pasado buceando cenotes en Yucatán, y puede ser angustioso, porque te parece que te estás quedando ciego.
Luego paramos en una isla que tenía en su centro un lago de agua salada, rodeado de bosques, así que la entrada de agua tenía que ser submarina, y era una sensación también extraña nadar en un lago interior salado, que debía ser muy profundo porque el agua tenía un color muy oscuro.
Vimos bastantes delfines, pero no se acercaron a la costa, y aunque nadamos hacia ellos, después de 200 metros habían desaparecido.
Al regreso de Flores varios de ellos estuvieron saltando en la proa del Mona Lisa, pero eramos tan lentos que enseguida se aburrieron.
En las 20 horas siguientes no paramos de navegar, y la tarde del segundo día cayó un aguacero tremendo que nos obligó a refugiarnos en el ático, el único lugar donde no entraba el agua. Incluso cenamos allí, porque la cubierta estaba inundada.
La noche no fue más agradable, ya el mar se embraveció y parecía que podíamos naufragar en cualquier momento.
Al estar en la parte alta del barco, el movimiento era contínuo y las cosas volaban de una colchoneta a otra.
Oía los golpes de la proa contra el mar y las olas barriendo la cubierta, y era imposible conciliar el sueño.
A veces hasta nuestras colchonetas se deslizaban por la madera y chocaban con la del vecino, en una especie de juego de coches de choque, pero en este caso de movimientos involuntarios.
Pero después de la tempestad siempre viene la calma y al amanecer atracamos en una bahía solitaria con una playa que invitaba al baño y un empinado monte que invitaba a subirlo.
Mi rodilla todavía no estaba totalmente recuperada del trekking de Rinjani, y decidí sólo nadar.
En cuanto di 2 brazadas tuve que salir corriendo porque el agua estaba infestada de medusas, pequeñas, pero con bastante mala leche a juzgar por las marcas que me dejaron en los brazos.
El paisaje en Sumbawa era totalmente diferente al de Lombok o Bali, islas más tropicales, mientras que aquí había colinas cubiertas de hierba y con escasa vegetación, árboles más bien tipo europeo, y la única nota tropical eran las palmeras. A mi me recordaba Galicia y a los ingleses Escocia.
Seguimos navegando hasta la playa roja, que es blanca, pero el guía fue incapaz de decirnos el por qué del nombre.
pega era la basura en la superficie, que venía de un pueblo en las cercanías.
Allí pescamos varios peces de buen tamaño que mejoraron nuestra día al menos por un día.
Estábamos ya en Komodo, una de las únicas 4 islas del mundo que alberga el famoso dragón.
En realidad es un lagarto gigante, pero al verlo de cerca os garantizo que tiene más aspecto de dragón que de lagarto.
A las 3 llegamos a la isla, y tras pasar los trámites del parque nacional, pagar la entrada al parque y otra entrada para la cámara, que es más cara que la del parque, nos pusimos en marcha para una caminata de 4 kilómetros para ver dragones en estado salvaje.
Estaba rodeada de corales de todo tipo y montones de peces, y la única Nos acompañaban 2 rangers, provistos de largos palos terminados en forma de V, ya que a veces los dragones pueden ser bastante agresivos, pero no tuvieron que usarlos, ya que el calor era muy intenso y a esas horas los dragones prefieren estar al fresco.
La caminata era hasta el lugar donde antes le echaban un cabra viva a los dragones para que los turistas pudieran hacer fotos, pero por suerte esta práctica terminó en 1.994.
Los dragones son tanto o más peligrosos por una bacteria que lleva en su saliva que por su mordedura, ya que si no es tratada inmediatamente te puede acarrear la muerte.
De hecho los dragones atacan caballos salvajes y búfalos, porque saben que unos días después morirán por la infección, y de los animales más pequeños su plato favoritos son los ciervos enanos.
Para compensar la desilusión de no ver los dragones, de regreso a las cabañas del parque vimos 2 dragones enormes tranquilamente al sol al lado de la cabaña.
El ranger me confesó que les echaban comida para que fueran a las cabañas, y como eran bastante mayores (un dragón puede vivir hasta los 50 años), solían quedarse en los alrededores.
Estaban echados sobre sus panzas casi todo el tiempo, y si no fuera porque de vez en cuando abrían los ojos parecerían de piedra.
En un momento uno se cansó de nuestra presencia, se levantó y sacando su lengua bífida a modo de burla se alejó de nosotros.
En la isla viven unos 1.200 dragones según el último recuento hecho.
Antes de zarpar, una pequeña canoa con 4 niños se acercó al barco y subieron para desplegar toda la mercancía a la venta.
A pesar de que no llegaban a los 10 años de edad mostraban una capacidad para los negocios muy avanzada.
Collares de (supuestas) perlas, dragones de Komodo de todos los tamaños tallados en madera y otros artículos perfectamente ordenados y colocados en la cubierta del barco.
Lograron venderle un collar a una inglesa, y cuando se subieron a la canoa su pose de hombres de negocios desapareció y nos empezaron a pedir dinero y comida con gestos que mostraban que pasaban hambre.
Otro niño se acercó en la canoa, y al intentar subir al barco, está volcó, y tuvo que lanzar su mochila con los productos y su cartera a la otra canoa para que no se le mojaran.
El proceso para vaciar una canoa de madera inundada desde el agua consiste en moverla lateralmente lo más rápido posible para que el agua vaya vaciándose, y una vez puedes subir a ella, achicar el resto del agua.
Es bastante complicado, aunque ellos deben estar acostumbrados y en pocos minutos el niño estaba de nuevo, empapado, en la canoa.
Paramos en un pueblo para que los ingleses renovaran sus existencias de alcohol, lo que pronosticaba una larga fiesta esa noche, y nos dirijimos a la isla Rinca, la segunda del parque nacional Komodo, que es más pequeña, con menos vegetación y tiene más dragones que la de Komodo, unos 1.300, por lo que es más fácil verlos en estado salvaje.
Después de la cena comenzó una timba de póquer, aunque yo preferí tumbarme a ver las estrellas, que en una noche sin luna brillaban tan cerca que casi podías tocarlas.
La Vía Láctea marcaba claramente su rasto blanquecino, y las constelaciones aparecían al revés de como estoy acostumbrado a verlas en el hemisferio norte. Vi bastantes estrellas fugaces, así que mis lista de deseos ha crecido bastante.
Me levanté a las 6 a.m. para fotografiar un nuevo amanecer a la caza de sol, y en cubierta estaban todavía 3 de los ingleses, completamente borrachos, esperando que saliera el sol para irse a dormir la mona.
Nunca entenderé la obsesión de muchos ingleses por emborracharse, como si fuera el objetivo que les han marcado en la vida para no defraudar a sus compatriotas.
Desmayados más que dormidos sobre la cubierta, pude disfrutar por fin con tranquilidad de la aurora con los colores cambiantes y la isla de Rinca al fondo mientras navegábamos hacia ella.
A las 8 estábamos anclados en su pequeña bahía, con 2 barcos más de los de «lujo» que me dieron envidia, ¡porque tenían hasta sillas!.
Costó mucho trabajo despertar a los 2 ingleses que dormían prácticamente echados sobre el ancla, y yo pensaba cómo iban a hacer la caminata en esas condiciones, pero estaban tan ebrios que directamente se tiraron al agua y decidieron quedarse en el barco.
Nada más desembarcar nos encontramos con 2 dragones, supongo que, al igual que en la otra isla, «domesticados», y esta vez, cómo éramos sólo 6 personas en la caminata, teníamos sólo un guía, con un curioso nombre, Kashmir.
A pesar de que eran las 8h30 a.m el sol pegaba duro ya, y aunque caminamos más de 2 horas por la isla a la caza del dragón, nos tuvimos que conformar con la fugaz visión de 2 crías que salieron corriendo en cuanto nos oyeron.
Las vistas de las islas desde los cerros de Rinca era espectacular, y compensaba los sudores y la frustración de no haber visto dragones.
Ya íbamos de regreso al barco y un búfalo de agua en un pradera fue el único animal realmente salvaje que vimos en el día, y los 2 canadienses, con toda la insconsciencia de los 20 años, se pusieron a citarlo con sus camisetas al estilo torero.
Seguramente no sabían que en África hay más muertes por ataques de búfalos que de ningún otro animal.
Cuando fui en 1.996 a ver los gorilas de montaña en Zaire, el único riesgo que corrimos fue cuando nos encontramos de bruces en la jungla con un búfalo que cargó contra nosotros, y nunca olvidaré la cara de pánico del ranger al frente del grupo, que se suponía tenía que protegernos, que tiró su arma y escapó despavorido, cosa que el resto hicimos al instante.
Se salvó por los pelos, como demostraba luego un desgarrón en su impermeable y tuvimos que buscar el arma un buen rato, con el ojo puesto en la jungla por si volvía a aparecer el búfalo.
Hacía demasiado calor, y por eso quizás el búfalo miró a los canadienses con cara de desprecio y dio media vuelta. Qué pena, podría haber sido una foto de esas que ganan concursos.
Regresamos al barco y pusimos rumbo a Flores, pero antes volvimos a parar para bucear en una islita, donde uno de los canadienses volvió a cometer una temeridad, ya que estábamos viendo como nadaba una serpiente de mar de más de un metro de largo, de color verde intenso, y no se le ocurrió otra cosa que cogerla por la cola y sacarla del agua.
Tuvo suerte de que no le mordiera, porque muchas serpientes de mar son tremendamente venenosas.
Ya sin más contratiempos llegamos a Labuan Bajo, el pueblo al Oeste de Flores que sirve de punto de la partida para los tours a Komodo y del ferry a Sumbawa.
Aunque teníamos pagada la noche en el barco, los ingleses lo abandonaron en cuanto atracamos para irse a tomar una cerveza fría, y me quedé sólo en el barco porque se suponía que al día siguiente regresaríamos a Lombok.
Lo que me había dicho el agente que serían unas 100.000 rupias se convirtieron en 350.000 innegociables, porque saben que te tienen atrapado, y a pesar de que tienen que hacer igualmente el trayecto de vuelta, la excusa es que tienen que pagar tasas por cada pasajero.
Todo mentira, estoy seguro de que el tour era ilegal, al menos no creo que las autoridades y las leyes indonesas sean tan irresponsables como para dejar navegar un barco lleno de turistas sin chalecos salvavidas ni sistemas de navegación.
Decidí tomar el bus de vuelta a Lombok a pesar de la paliza que iba a sponer, pero todo se puso en mi contra, ya que no había ferry hasta 2 días después, el precio era casi el mismo, y la estancia en Labuan Bajo que pensaba aprovechar para subir todas las fotos de Komodo se convirtió en misión imposible, porque cuando había electricidad en el pueblo no funcionaba Internet y viceversa, así que volví al barco dispuesto a amotinarme y no pagar el abusivo precio.
Por suerte los 2 canadienses habían regresado al barco y querían tambien navegar de vuelta, y después de duras negociaciones el precio quedó fijado en 500.000 por los 3.
A mi me extrañó que pudiéramos rebajar el precio tanto, pero la razón la supimos al día siguiente, cuando embarcó otro canadiense al que le hicieron pagar 700.000 rupias para ir a Lombok, destino al que nunca llegamos.
Nos miramos los canadienses y yo deseando que ojalá no nos preguntara cúanto habíamos pagado nosotros, porque en esos casos la cara de tonto que te queda es indescriptible.
Comenzamos a navegar a las 9 a.m. y durante todo el día bordeamos la costa de Sumbawa, yendo ahora hacia el Oeste y por lo tanto cazando las puestas de sol, y la última de ellas en el Mona Lisa no me decepcionó.
Seguimos navegando durante toda la noche y las 6 a.m. vi el último amanecer desde el Mona Lisa, que pudo ser el último amanecer de mi vida.
Mientras el guía preparaba el desayuno en su precaria sartén y yo charlaba con él, el aceite prendió fuego y eso, en un barco de madera, no es muy aconsejable, pero por suerte reaccionó rápido y lo pudo apagar antes de que se propagara.
El capitán aún tenía otra carta en la manga, y aduciendo problemas técnicos en el barco, nos dijo que no nos podía llevar hasta Lombok, pero que nos dejaría en un puerto de Sumbawa desde donde tomaríamos rápidamente un bus y ferry a Lombok. De nuevo mentiras.
En cuanto nos bajamos del barco y tomamos unas motos taxi al terminal de buses zarpó de nuevo, lo supimos porque un canadiense había olvidado su toalla, y aunque regresó sólo 5 minutos después el barco ya estaba en medio de la bahía.
Sumbawa Besar es la capital de Sumbawa, pero no nos iba a ser tan fácil llegar a Lombok.
Casi con el mismo ritual de las películas de tarzán cuando los negros veían a un explorador y empezaban a calentar la olla, se nos empezó a acercar gente para preguntarnos nuestro problema y solucionarlo por una módica cantidad de dinero.
Primero era que no había bus y que teníamos que ir en taxi; cuando me enteré de que había un bus 1 hora después nos intentaban vender el billete por 100.000 rupias, unos 9 euros.
Cuando vieron que no picábamos, bajaron el precio a 75.000 diciendo que esa era la tarifa oficial. Les dije que pagaríamos en el bus, como los locales.
El bus estaba lleno de sacos y productos de todo tipo, además de una caja con gallos, que alguien inteligente subió al techo, y a la hora de pagar el cobrador nos extendió un ticket por 75.000.
Mosqueado, pregunté a los locales si ellos habían pagado eso, pero nadie hablaba inglés, así que pagamos a regañadientes.
El precio oficial era 50.000, cosa que descubrimos en Pototano, el pueblo donde se toma el ferry a Lombok cuando nos encontramos con nuestro guía, al que el capitán también había abandonado, pero bueno, a mi sólo me timaron 25.000 rupias mientras que al canadiense fueron en total casi 600.000.
Así fue mi lucha contra todos los elementos durante 5 días, a los que habría que añadir el «elemento» del capitán y de la compañía propietaria del Mona Lisa, que evidentemente no recomiendo salvo que seas amante de las aventuras de alto riesgo.
Las opciones más civilizadas son las de la compañía Perama, que tiene un crucero de i/v de Lombok a Flores en 5 días por 2.250.000 rupias, unos 200€, y varios cruceros de lujo que puedes consultar en Bali Cruises.
Haz clic para saber más sobre Lombok (inglés).
Si quieres ver todas las fotos del viaje de Vagamundos 2006 de 6 meses por Tailandia, Malasia y Borneo, Brunei, Indonesia, Filipinas y Singapur, haz clic aquí .
¡Hasta Pronto!
Carlos, desde Singapur, 15 de Mayo de 2006
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