Shanghai, la Perla del Este
Así llaman a Shanghai, pero después de 5 días aquí, todavía no sé si la perla es natural, cultivada o falsa.
Aterricé el domingo 9 de enero a las 8 am después de un cortísimo vuelo desde Helsinki con Finnair, menos de 8 horas, porque Finnair vuela por el Gran Norte y acorta distancias.
En el vuelo ya observé algunas de las cosas que me iba a encontrar en China; aquí están en la fase de locura por la tecnología, y en el avión todos iban haciendo fotos con las cámaras digitales; al aterrizar, todavía con el avión moviéndose, los teléfonos celulares empezaron a pitar como locos.
He visitado unos cuantos países comunistas, y nadie diría al pasar el control de pasaportes y de equipajes que China lo sea, porque fue rapidísimo, y nadie me preguntó nada.
Mi mochila llegó abierta y automáticamente pensé que me habían robado, pero todo estaba en su sitio; se había enganchado el candado en algún lugar de la cinta transportadora, y había reventado la cremallera, pero no faltaba ni un lápiz. China es uno de los países más seguros del mundo, lo cual no es de extrañar porque las condenas por robo son muy severas.
Con un intenso frío, unos 2 grados, tomé un autobús público desde el aeropuerto internacional de Pudong, que es inmenso y muy moderno, al centro.
Era el único blanco en el autobús, pero la diferencia entre los 20 yuanes que costaba el autobús y los 200 que me pedía el taxista me convencieron para empezar mi aventura china, que tampoco lo fue tanto, ya que en una hora estaba en el hostal.
En el autobús comprobé que China ha dado un salto de gigante en el progreso económico, ya que de repente vi pasar un tren magnético por levitación a toda velocidad en dirección al aeropuerto. Fue visto y no visto.
Es el primer tren de este tipo comercial en el mundo, y supera los 400 km/h.
Va sobre monoraíl elevado y tarda 8 minutos en cubrir los 30 km al aeropuerto.
Enseguida comprobé que en general los chinos no hablan ni una palabra de inglés, y no entienden una dirección escrita en caracteres occidentales.
Por suerte en Shanghai las calles tienen los nombres bilingües y pude llegar a mi hostal, el Maggie International Youth Hostel.
Un ejemplo de la occidentalización de China es la aparición de los hostales de la red de Hostelling Internacional, que hace sólo 4 años no existían, y ahora pueblan el país. El mío lo elegí en Internet, y pagué la «friolera» de 4 euros por la cama en habitación compartida y 1 por la reserva.
El edificio, de color naranja fuerte, debía haber sido un asilo o similar, de hecho 2 plantas estaban todavía ocupadas por viejitos chinos que a las 7 am ya estaban haciendo Tai-chi en las escaleras.
Después de la primera noche decidí cambiarme de hostal, porque estaba lejos de centro, y Shanghai tiene 16 millones de habitantes.
Otra razón es que no había agua caliente, y con temperaturas cercanas a los 0 grados no era cosa de comenzar el viaje con pulmonía.
Había contactado con unos españoles que trabajan en la oficina de Negocios de Shanghai, y me acerqué a su casa esa tarde, para recibir mi primera inmersión en las peculiaridades de viajar y comunicarse en China.
También me dio mis primeras lecciones de chino un barcelonés que lleva viviendo 3 años en Shanghai y habla el mandarín con fluidez (shié shié Luis), y unas cuantas recomendaciones de lugares para visitar en esta época.
Alojado en pleno corazón de Shanghai, en el barrio del Bund, donde se nota la influencia extranjera del s. XX, mi hostal, el Captain, tiene una terraza privilegiada desde donde embobarse viendo los nuevos iconos chinos en la otra ribera del río Huang Pu.
En este barrio, llamado Pudong, nacen los rascacielos como champiñones, como la torre de la televisión y radio, llamada la Perla del Este, realmente kitch con sus esferas de colores brillantes y luces parpadeantes, o la elegante torre Jin Mao, que mezcla el estilo arquitectónico de las pagodas, con los números de la suerte chinos, ya que tiene 88 pisos, y el 8 se repite en todos los elementos estructurales del edificio. Parte del edificio es del hotel Hyatt, y por el módico precio de $200 nos podemos alojar a 400 metros del suelo.
Pero al mismo tiempo, el brillo y esplendor de la nueva Shanghai no oculta el latir tradicional de esta ciudad, representado por los millones de personas que cada mañana de madrugada toman su bicicleta o moto para ir a trabajar 12 horas diarias 7 días a la semana por un salario equivalente a 60 euros.
Realmente la expresión trabajar como un chino es más que verídica por estos pagos.
Miles de controladores de tráfico se pelean en los cruces a pitidos, gritos y aspavientos con los ciclistas, motoristas, y la especie más peligrosa, los que tienen unas bicis eléctricas, que silenciosamente pasan a centímetros de tí sin que te enteres.
Ya he tenido el honor de ser atropellado por una bici, eso sí, el señor me dijo «soly», ¡cómo no!.
También he circulado ya en bici por la noche, cuando la ciudad se calma y por unas pocas horas el ruido y el bullicio desaparecen.
Un paseo al amanecer por el río me deja boquiabierto, porque a pesar de la gélida temperatura, cientos de personas están desarrollando todo tipo de actividades físicas, unas tradicionales como volar cometas, hacer Tai-chi, jugar con diábolos, practicar con espadas y abanicos, otras extrañas como caminar de espalda, y otras más modernas que me hicieron sonreir, ya que estaban bailando cha-cha-chá, mambo, vals, rock, y tango, en un ejemplo de que los 2 mundos pueden convivir.
Ahora sólo falta que a alguien se le ocurra inventar el Tai-tango o el kara-rock.
Shanghai acogerá en el 2010 una expo universal, y las autoridades están metidas en un carrera desbocada para desbancar a Hong Kong como centro financiero y de moda de Asia.
Ya se pueden ver por las calles chicas vestidas tan extravagantes como las japonesas, y al refrán tradicional «no hay cosa viva que los cantoneses no puedan comer», se ha añadido el apéndice «ni cosa que las shanghainesas no se puedan poner».
Lo cierto es que los centros comerciales están llenos de tiendas de Armani, Prada, Louis Vuitton, y todas las marcas de lujo que os podais imaginar, y los cafés Starbucks han empezado a invadir la ciudad.
China es ya el país del mundo con más restaurantes de comida rápida, mas de 500.000, y los KFC, Pizza hut, Mac Donald’s y Burger King están por todas partes. Todavía se ven pocos gordos, pero seguro que les queda poco para abrazar la civilización del «michelín».
El contraste viene dado por el cartonero que pasa con su triciclo herrumbroso, los millones de cables de luz y transformadores a la vista, el alcantarillado que parece que puede reventar de un momento a otro, los puestos de comida callejera y la permanente nube de contaminación sobre la ciudad, porque las calefacciones son todavía de carbón.
Al lado de los rascacielos más altos y esplendorosos, hay barrios con casas de 1 o 2 plantas donde el pulso vital de la ciudad sigue siendo el de siempre; te metes por esas callejuelas y ves que la gente sigue con su estilo de vida milenario, comprando y vendiendo cosas, y ejerciendo oficios artesanales como zapateros, buhoneros, tenderos, ajenos a las amenazantes torres que se ciernen sobre ellos. ¿Por cuánto tiempo?
El fútbol también es muy popular; mi primer intento de comunicarme con un taxista tuvo éxito porque el hombre señalaba el pié y decía algo similar a «Lealmadlí», hasta que entendí que se refería al partido contra el Atlético. Hay incluso una web sobre fútbol.
En el arte Shanghai también se ha occidentalizado; en el Museo de Arte de Shanghai había una espléndida exposición sobre impresionismo, llena sobre todo de japoneses, con una selección de obras del Museo de Orsay de París.
Para abarcar la magnitud de la ciudad hay que subir a uno de sus miradores.
Yo elegí el de la torre de la televisión porque tiene varios niveles; me dijeron que desde el de 400 metros no se veía nada por la contaminación, así que subí hasta el de 263 metros.
Fui tempranito y estaba casi sólo, pero enseguida empezaron a llegar grupos megáfono en mano, así que escapé rápidamente.
Tienen la oficina de correos más alta del mundo (lo cual es mentira, salvo que se refieran a la más alta en un edificio, porque hay oficinas de correos a 4.000 metros en muchos pueblos de los Andes, y supongo también de los Himalayas).
El otro mirador es el de la torre Jin Mao, a 400 metros de altura, que cuesta lo mismo que el de 263 de la torre de la televisión.
Si quieres ver las fotos de Shanghai, haz clic.
Si quieres saber más sobre Shanghai, visita las webs en inglés de China Window, That’s Shanghai, Turismo de Shanghai y la Shanghai Guide.
Si quieres saber más sobre arte chino, visita las webs en inglés de biz-art, Shanghart, Art Scene China, e China y la New Chinese Art.
Si quieres ver todas las fotos del viaje de Vagamundos 2005 de 6 meses por China, Vietnam, Camboya, Tailandia, Laos, Malasia, Brunei, y Filipinas, haz clic aquí y si quieres ver sólo las fotos de China haz clic aquí.
¡¡ Hasta Pronto !!
Carlos, desde Shanghai, 13 de enero de 2005
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