Cajamarca. Tocando el Cielo
Esta es la sensación que he tenido desde que he llegado a Cajamarca, que estoy tocando el cielo, porque su atmósfera es tan nítida, sin contaminación, con cielos azules por la mañana que se van cubriendo de algodonosas nubes «fabricadas» en las montañas que rodean su hermoso valle, que piensas que en cualquier momento puedes ver a San Pedro en el mercado. A pesar de encontrarse a 2.750 metros, me recibe con unas temperaturas veraniegas, y el uso de bloqueador solar es imprescindible.
Cajamarca está propuesta como Patrimonio de la Humanidad, distinción que sin duda merece, lo que le vendría muy bien para remozar algunos monumentos históricos de gran importancia, como los conjuntos monumentales Belén y La Recoleta, la iglesia San Francisco y el cuarto del rescate, que recuerda lo sucedido el 16 de noviembre de 1532, cuando un grupo de españoles al mando del Pizarro tomó preso al Inca Atahualpa. y a pesar de recibir una habitación llena de oro y plata por su rescate, éste fue finalmente ejecutado.
El cuarto del rescate muestra una señal que marca la altura a la que llegó la plata y oro que se pagaron por el rescate, y una placa recuerda las frases que escribió Pizarro sobre Atahualpa. Un cuadro presenta los rostros furibundos de los 2 personajes.
El carnaval de Cajamarca es muy famoso, y los niños se están entrenando ya tirando bombas de agua a la gente o, los más pudientes, disparando con esas pistolas galácticas cuyo chorro alcanza muchos metros.
La vida social gira en torno a la plaza de armas; en un lado de la plaza está la iglesia de San Francisco, edificada en 1699. Bajo el altar mayor se descubrieron en 1952 unas catacumbas con restos de franciscanos y miembros de la nobleza indígena. Además de la iglesia se pueden visitar el convento, el museo de arte religioso y el Santuario de la Virgen Dolorosa, patrona de la ciudad.
En el lado contrario de la plaza está la catedral, una de las más destacadas muestras del barroco peruano.
La fachada es una armoniosa combinación de columnas, cornisas y hornacinas. En sus tres naves destacan el altar mayor y el púlpito, ambos tallados en madera y recubiertos con pan de oro. Adosada se encuentra la Capilla del Sagrario (1685), también barroca.
Una vista privilegiada de la ciudad la tenemos desde el mirador del Cerro de Santa Apolonia, al que se llega subiendo una escalinata con unos cuantos cientos de escalones; tiene una capilla consagrada a la Virgen de Fátima, una cruz, y la llamada «Silla del Inca», tallada en piedra, desde donde se supone que Atahualpa controlaba sus dominios. Me recordó a la silla de Felipe II en El Escorial, desde donde veía las obras de construcción del monasterio.
En Cajamarca tuve la suerte de conocer personalmente a Karim, propietaria de un cyber que me había contactado a través de vagamundos, y Luis, que hizo de entusiasta guía turístico hasta el agotamiento (el mío, no el suyo). También es cierto que él cuenta con la ventaja de estar adaptado perfectamente a la altitud, y yo llegaba desde el nivel del mar.
Fuimos a visitar los baños del Inca, a 6 km. de Cajamarca, que según la tradición fue lugar de descanso del Inca Atahualpa poco antes del enfrentamiento con Pizarro.
Sus aguas termales brotan a temperaturas superiores a 70ºC (158ºF) y el olor sulfuroso de la zona indica sus propiedades terapeúticas. Se conserva un baño original de la época de Atahualpa, y el lugar es muy frecuentado por locales y turistas, que pagan más por unos baños que se suponen mejores, pero mi recomendación es que se vaya a los baños populares, más amplios.
De allí nos fuimos a la necrópolis de Otuzco, 7 km al noroeste de Cajamarca, con nichos similares a «ventanillas» talladas en la superficie rocosa de origen volcánico en hileras consecutivas. Están bastante deterioradas, pero recientemente se han encontrado algunas tumbas en buen estado, que han permitido datarlas entre los años 500 y 1200 d.C.
Pero sin duda para mí, la «estrella» de la comarca es el Complejo Arqueológico de Cumbe Mayo, a 20 km por carretera al suroeste de Cajamarca, y a unos 14 km. a pie, lo que recomiendo hacer, pues el camino es bellísimo, aunque bastante duro, la primera parte es subida contínua hasta superar los 3.000 metros, y tu corazón y pulmones se quejan por la falta de oxígeno.
La recompensa es una extraordinaria panorámica de Cajamarca y todo el valle. Una posibilidad para los más perezosos es tomar un taxi hasta allí, y regresar caminando cuesta abajo.
Es conveniente comenzar temprano, ya que el calor a mediodía es aplastante, no tanto por la temperatura como por la atmósfera, tan pura que a pesar de llevar bloqueador de protección 30 me quemó la piel, y eso que comenzamos a caminar a las 6h30 a.m. y a las 13 horas estábamos de regreso en Cajamarca, deshidratados, quemados y con mis sienes a punto de estallar, pero con el placer de haber visto un lugar único en el mundo.
Descubierto en 1937, el complejo está rodeado por un fantástico bosque de piedras que parece reproducir la silueta de piadosos frailes (por lo que familiarmente se les denomina «frailones»).
El camino es muchas veces como una cama de agua, ya que la hierba esponjosa y encharcada nos hace rebotar mientras caminamos. Tenemos que saltar varias veces el canal, que en algunos lugares tiene una altura de más de 2 metros.
Las conducciones actuales de agua aprovechan en gran parte el canal original, que es anterior a los incas, aproximadamente del 1.000 a.d; está tallado en piedra en zigzag en algunas partes para que el agua se remanse y no se desborde en época de lluvias.
Pegado al canal, hay un enorme piedra redonda donde se supone que hacían sacrificios los incas.
En la zona también se encuentra el Santuario, farallón con apariencia de una gigantesca cabeza humana y Las Cuevas, en las que existen grabados; este lugar según algunos investigadores habría sido usado para realizar sacrificios.
Esta zona ha sido muy poco investigada todavía por lo que no me cabe duda de que todavía se encontrarán restos arqueológicos de gran importancia.
Nos cruzamos con un grupo de peruanos que estaban subiendo los farallones para hacerse la foto, no había ningún tipo de vigilancia, y es un problema, porque la gente es muy poco respetuosa, incluso en el canal había inscripciones actuales tipo «pepito estuvo aquí» sobre las originales de miles de años.
Nosotros cruzamos en completa oscuridad un angosto túnel natural en la roca de unos 12 metros de largo, que atraviesa una montículo de piedra enorme. Tuve que quitarme la mochila y arrastrarla para poder pasar.
El camino de regreso lo hacemos en la mitad de tiempo que el de ida, ya que es prácticamente bajada hasta Cajamarca, y nuestros pulmones y corazones van mucho más adaptados; en todo caso, no se puede uno relajar, porque la pendiente es muy fuerte en algunos tramos que están llenos de tierra y piedras, y es un rompe-piernas.
Nos cruzamos con un paisano que lleva varios burros de subida, se les ve felices y relajados, están mucho mejor adaptados que nosotros a estas tareas.
Me despido de Cajamarca con el corazón henchido por la acogida tan calurosa que me han dado y con el deseo de que los cajamarquinos mantengan ese espíritu orgulloso de su cultura e historia para preservarla.
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¡¡ Hasta Pronto !!
Desde Cajamarca, 11 de enero de 2004
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Lo siento Celia, no tenemos ese tipo de información