El Chaltén, Fitz Roy, cerro Torre y Saint-Exupéry
Os preguntareis que tienen en común todos estos nombres, y la respuesta es muy sencilla, son montañas que se ubican geográficamente en el Chaltén, 220 km. al norte de El Calafate, conocido sobre todo por ser el punto de partida para visitar el glaciar Perito Moreno, algo que he hecho también, pero mi experiencia fue tan húmeda que parecía más bien el Perito Hidrológico.
Siguiendo una carretera en su mayor parte de grava, en parte por la mítica ruta 40, salimos de Calafate al atardecer de un día soleado, y cuando tomamos el camino de ripio, con un cartel que decía el Chaltén 188 km., me quedé boquiabierto porque al fondo se distinguía perfectamente el Fitz Roy a esa distancia, y es que en las pampas, sin ningún obstáculo en medio, la visibilidad es increíble.
A medida que iba oscureciendo, se iba silueteando el cordón de las montañas, con la parte superior más clara porque están permanentemente cubiertas de hielo.
De repente, en la penumbra del atardecer sin luces artificiales alrededor, ya que entre Calafate y Chaltén sólo hay un puñado de estancias que no tienen siquiera luz eléctrica, apareció la luna llena en el este, iluminando con una potente luz las infinitas planicies y pintándolas de una belleza todavía más inquietante.
Después de casi 5 horas de hermoso viaje entre luces, sombras, y reflejos de luna en el río de las Vueltas, llegamos a El Chaltén, un pequeño y joven pueblo, fundado el 12 de Octubre de 1985 para dar servicio a los montañeros y senderistas que tienen como objetivo el Fitz Roy y Cerro Torre.
Población en verano: 500 almas, que se quedan en 100 en invierno. El orgullo del pueblo es un gimnasio nuevo, que se añade a los escasos servicios que allí existen, que todavía no incluyen internet, algo que a veces me agrada porque está bien desconectarse unos días.
Prácticamente todas las casas, las que hay y las que se están construyendo, son albergues, restaurantes, tiendas y ranchos, pero no ha perdido un ápice del encanto que tenía cuando vine por primera vez hace 3 años, la gente es muy amable,
Parece que el espíritu hippie que se instaló en la patagonia argentina en los años 70 escapando de las dictaduras militares ha encontrado aquí su segundo hogar, actualizado con toques New Age.
El Parque Nacional es sobresaliente, con senderos bien cuidados y marcados, información y señales correctas, además de ser gratis, lo que contrasta con Torres del Paine, que es de pago, y carece de casi todo lo mencionado anteriormente.
Si le añadimos que no llovió en 4 días, os imaginareis que más que caminar flotaba por los senderos feliz y contento llenándome de la energía tan especial de estas montañas.
El primer día lo dediqué a visitar el mirador del Chaltén, que significa montaña de humo en tehuelche, porque se pensaba que era un volcán, o su nombre europeo, Fitz Roy, en honor al marino inglés que capitaneaba el Beagle durante el viaje de Darwin alrededor del mundo, y que curiosamente nunca visitó esta montaña, que fue escalada en sus 3.405 metros por primera vez en el año 1952, mientras que el cerro Torre, con 3.128 no lo fue hasta 1959, lo que da una idea de la dificultad en escalarlas, no tanto por la altura como por la extremas condiciones climatológicas.
Hay una película de Werner Herzog, Cerro Torre, bastante mala por cierto, que muestra unas imágenes impactantes del cerro Torre, y recrea la primera vez que se escaló. Cerca del Fitz Roy hay 2 campamentos, el Poincenot y el Piedras Blancas, para aquellos que quieran ver el amanecer sobre el pico, casi siempre cubierto de nubes.
Otros picos cercanos son Saint-Exupéry, por el escritor francés autor del El Principito, que voló muchas veces encima de estas montañas cuando trabaja en AeroPosta, el servicio aéreo patagónico que tan maravillosamente describe en “Vuelo nocturno”, uno de sus mejores libros, y el cerro Poincenot, llamado así por un escalador francés, que falleció en el río Fitz Roy después de haber alcanzado su cima.
Hay una pequeña capilla en el pueblo, llamada de los escaladores, que honra a los 25 montañeros muertos en la zona, el último un español, Jose Luis Domeno, en 1996. El resto de la lista la completan franceses, italianos, argentinos, nueva zelandeses, norteamericanos, austriacos, un húngaro, una inglesa, y un alemán, en una demostración de que las montañas no entienden de nacionalidades a la hora de cobrar su tributo.
A los pies del Fitz Roy se encuentra un glaciar y la laguna de los Tres, con una vista extraordinaria desde la morena del glaciar; si continuamos caminando 10 minutos más por el lado izquierdo de la laguna, tenemos otra vista fantástica de la laguna Sucia, que en realidad no es sucia, su turbiedad es porque es una laguna glacial, y el material en suspensión crea esos colores verde turbio. Son en total unas 8 horas ida y vuelta desde el Chaltén, una caminata dura sobre todo en su última hora entre piedras con una pendiente pronunciada.
Al día siguiente descansé porque tenía bastante retraso en los diarios de vagamundos y me quería poner al día escribiendo tranquilamente sentado en el albergue con una vista hermosa de las montañas, y además me permití un lujo de burgués, porque después de 3 meses acarreando la mochila, mi espalda parecía un acordeón, y necesitaba a alguien que le sacara la música, y fue en «el mundo de Sofi», una tienda donde te hacen masajes mezcla de reflexología, digitopuntura y shiatsu, que aún hoy no sé si fue una paliza o masaje, porque hasta las sienes me dolían al día siguiente, pero debió funcionar porque volaba en los senderos.
La música que acompañaba al masaje primero eran valses de Strauss, así que yo me sentía flotando como el astronauta de la película «2001, odisea del espacio», y luego música hindú, con la que alcancé definitivamente el Nirvana. La masajista parecía zíngara, pero haciendo honor al entorno, en vez de un pañuelo con lentejuelas en la cabeza, llevaba un coqueto gorro de montaña.
Volviendo a los senderos, al día siguiente tenía un ascenso de 1.100 metros hasta el cerro del Pliegue Tumbado, unas 8 horas ida y vuelta.
A mitad de camino, la niebla estaba muy cerrada, y tenía que tomar una decisión, seguir o regresar, porque el resto del sendero estaba sin marcar y sin apenas referencias, un pedregal inmenso, casi lunar, y sin vista desde la cima no valía la pena la ascensión.
Hice lo más aconsejable, sentarme a comer y mirar al cielo en busca de un pedazo azul. En menos de 15 minutos, empezó a abrir, y raudo y veloz me dirigí hacia la cima, subí 500 metros en media hora, y la vista desde la cumbre no os la tengo que explicar porque la tenéis en la foto; pasé casi una hora en la cima con un chico de USA y un canadiense, las 2 únicas personas que ví en todo el día, y paladeé cada minuto allí pasado mientras el sol calentaba tibiamente nuestros cuerpos.
Las cumbres del Fitz Roy y del Torre estaban conectadas por una nube que les daba un aspecto inquietante, como si de repente fueran a caminar por esa autopista de algodón los espíritus de la montaña.
Mi último día en el Chaltén pedía una visita a la laguna y al Cerro Torre, una caminata más suave, de unas 6 horas ida y vuelta, una hora más si se accede caminando por la morena al glaciar Torre hasta el mirador Maestri, llamado así en honor a Cesare Maestri, el primer alpinista que aparentemente escaló el cerro Torre en 1959, en una polémica que todavía dura, porque su compañero de escalada murió en el descenso, y no pudo demostrar que hizo cumbre, polémica que podeis leer en detalle en Desnivel.
Como quiero volver algún día a este hermoso lugar, en el camino de vuelta probé la fruta del calafate, un arbusto cuyas bayas azul oscuro maduran en estas fechas, y la leyenda dice que si lo tomas regresas; ¡ojalá!.
Que en el Chaltén no haya cybercafés no quiere decir que no estén en el cyberespacio, de hecho la web elchalten.com es una de las más bonitas, prácticas y bien documentadas que he visto.
También quiero agradecer a Ricardo y Pau el trato familiar y cálido con que atienden a todo el mundo, con información detallada y completa sobre caminatas y servicios del Chaltén en el Albergue Patagonia, de Hostelling International; como se dice por aquí, ¡muy buena onda!.
Os lo recomiendo vivamente, eso sí, reservar con antelación, porque se llena en un suspiro.
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¡¡ Hasta Pronto !!
Desde El Calafate, Patagonia Argentina, 23 de marzo de 2003
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