Galápagos. Rayando el sol.
El sábado temprano visitamos Bahía Urbina, donde se ubica el volcán Salcedo. Antes se podía escalar, e incluso acampar en sus inmediaciones, lo que tenía que ser impresionante, porque se calculan más de 5.000 tortugas en sus laderas, pero ahora hay un programa de exterminio de chivos llamado Chivo Judas, que consiste en capturar a un chivo vivo, le pintan los cuernos de pintura roja, y le colocan un radiotransmisor en el cuello, y luego lo liberan; cuando el chivo se reúne con la manada, los cazadores matan a todos los chivos, excepto al Judas, que se va a buscar una nueva manada. Por esta razón, se han suspendido las visitas al volcán, no vaya a ser que un cazador confunda a un turista con un chivo (de hecho algunos están como tal).
El buceo es maravilloso como todos los días, la novedad es que navego plácidamente durante más de 15 minutos con una tortuga marina, que se deja acariciar por mí, e incluso tocar la cola, es increíble, pero llegas a pensar que esto es normal, cuando realmente es una situación extraordinaria, aún en Galápagos. De regreso al barco y navegando hacia la isla Fernandina, vemos delfines desde el solarium. Cuando llegamos, buceamos de nuevo, y esta vez 7 lobos marinos giran a mi alrededor jugueteando; también nado junto a 2 iguanas marinas, y millones de pequeños peces rojos y grises; las rocas volcánicas han creado estrechos pasadizos por los que pasas casi tocando las rocas, llenos de corales rojos y blancos, que albergan miles de peces tropicales en sus oquedades; de repente los pasadizos acaban y el fondo se precipita abruptamente.
Por la tarde desembarcamos en Puerto Espinoza, donde vemos por primera vez cormoranes, con la peculiaridad de que sus alas se han atrofiado y no pueden volar, su vida se limita a bucear en búsqueda de peces; es impresionante ver como la naturaleza evoluciona, hasta convertir aves en seres sin capacidad de volar. Vemos un bebé de lobo marino de sólo una semana con su madre, todavía la placenta está en la arena, y sus gemidos en busca de la leche materna son enternecedores.
Está nublado, pero tengo la esperanza de que el sol asome por una estrecha franja de cielo en el horizonte, y me quedo rezagado mientras los demás vuelven al muelle; de repente el sol asoma por debajo de las nubes, y la imagen de los lobos marinos tumbados en la playa, con la arena dorada brillando por el sol será una de esas imágenes indelebles para siempre en mi retina y mi corazón.
Cuando regresamos al barco exultantes, nos informan de que el generador se ha estropeado, y que tendremos que cenar frío y en el bar a la luz de las velas; a mi me encanta la idea, el único problema es que el grupo de israelitas del barco empieza a montar bronca y a quejarse, y a la hora del buffet saltan sobre el mismo como resortes, y me dan ganas de organizar una Intifada. Nunca juzgo a la gente por su nacionalidad, pero mi experiencia me dice que en grupo los israelitas son los turistas más insoportables que hay. Para compensar las molestias, el barman hace caipirinhas para todos, especialmente para el grupo latino.
El domingo llegamos tarde a la isla de Santiago por el problema del generador; desembarcamos a las 11 en Bahía Egas, y el recorrido es muy bonito, ya que la erosión ha creado figuras en las rocas, y la playa es de arena roja; vemos focas de 2 pelos (en realidad no son focas, porque éstas no tienen orejas, sino una subespecie de lobo marino) y varios tipos de garzas. Por la tarde visitamos la isla Rábida, es una isla pequeña, pero tiene un mirador al que subimos, que ofrece una hermosa vista de la laguna con la playa y el barco al fondo.
Hacemos un circuito por la isla, donde vemos un escorpión en miniatura, aunque parece que su veneno es bastante peligroso. De regreso a la playa, mientras esperamos las barcas, mi intuición me dice que algo va a suceder, y le digo al guía que voy al mirador a ver la puesta de sol, donde sucede algo extraordinario, ya que por segunda vez en mi vida veo el rayo verde; no me lo puedo creer y miro atónito a mi compañera. Estremecido y casi asustado por tanta belleza acumulada en tan poco tiempo, regreso silencioso al barco.
La última noche tenemos cena especial de despedida, pero lo mejor de todo es que los israelitas se amotinan en el restaurante exigiendo no sé qué, y el bar se queda para el grupo latino, al que se añaden 2 holandeses, Ronald y Astrid, que son muy marchosos. El barman nos había dicho que la semana anterior un grupo había cerrado el bar a las ¡¡3 am !!, y no sabía lo que le esperaba, ya que estuvimos de juerga bailando merengue, salsa, cumbia y de todo hasta las 5 am, cuando la diana para el último día era a las 6 am.
Con menos de 1 hora de sueño y el efecto acumulado de ron, cerveza, vino y otros licores, la última isla que visitamos, North Seymour, se mueve bajo mis pies más que el barco, por suerte el recorrido no es muy largo, y regresamos al barco pronto para poder recuperar energías para la despedida. Javier y Pedro nos despiden una vez más con Maná y Rayando el sol, y nuestra barca se aleja lentamente del Tropic Sun hacia el muelle; todos sentimos una sensación enorme de tristeza, ya que abandonamos, probablemente para siempre, a la que ha sido nuestra nueva familia durante una semana, tanto la humana como la animal, que nos han dado lo mejor de sí mismos para hacer nuestra estancia inolvidable.
Como no todo podía ser perfecto, tengo que mencionaros que si vais a Galápagos no lo hagáis con la agencia Galasam, ni el barco Tropic Sun de Galatravel, en la Avda. Amazonas de Quito, porque se nos estropeó durante 2 días el generador del barco, lo cual supuso unas cuantas incomodidades, y sobre todo soportar a los israelitas montando bronca, y cuando me fui a quejar a la agencia la indemnización que me ofrecieron fue ridícula.
Yo sé que volveré a Galápagos, han quedado islas muy hermosas como Floreana y San Bartolomé por visitar, y también subiré al volcán Salcedo y acamparé en sus faldas; hasta que llegue ese momento, me despido con los ojos acuosos de Galápagos.
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¡¡ Hasta Pronto !!
Desde Quito, 20/06/2001
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