Chiapas. Ruinas Mayas y Aguazul
El estado de Chiapas, al sur de México y frontera con Guatemala, es uno de los menos desarrollados económicamente del país, y no me sorprende que fuera el germen del movimiento Zapatista, que nació en las estribaciones de la jungla Lacandona. Lo cierto es que la política del gobierno ha sido nefasta, y ha provocado una deforestación de hasta el 70% de la jungla, por la agricultura de roturación y quemado, y los incendios forestales provocados para limpiar amplias zonas de vegetación.
Palenque es un pequeño pueblo, que ha crecido mucho gracias a su cercanía con varias de las ruinas mayas más interesantes, Palenque, Bonampak y Yaxchilán, y Aguazul, más de 500 cascadas que se precipitan sobre un lecho de roca caliza, que le dan un color azul precioso. A pesar de sus restaurantes, agencias, tiendas, hoteles, y cafés internet (hasta 10 he contado) en Palenque se sigue viviendo a un apacible ritmo.
Por si quedaba alguna duda de lo conflictivo que es este estado, se te despejan por el número de controles de policía y militares que hay en las carreteras, lo que unido a los ubicuos topes que ponen para que reduzcas la velocidad, alarga enormemente las distancias. A las bandas rugosas les llaman vibradores, nombre más adecuado a su función.
El día de mi llegada lo paso en las ruinas de Palenque, que a pesar de ser uno de los sitios mayas más visitados, no se llena nunca porque tiene 6km cuadrados, por lo que es fácil encontrar una zona tranquila. Todavía hay vacaciones de Semana Santa para los niños, y se nota.
Para la visita a Bonampak y Yaxchilán, es obligatorio contratar un tour, porque el recorrido se hace con escolta policial (la visita no, menos mal). Me recogen a las 6 am, y mi grupo es una heterogénea mezcla de 3 filipinos, 1 mexicana, 3 inglesas, y yo. Le pregunto al conductor si realmente hace falta la escolta todavía, en vista de que los Zapatistas se van a convertir en un movimiento político, y me comenta que sí, porque los asaltos los hace gente local, no los Zapatistas, con el único objetivo de robar tu cámara y demás pertenencias.
Sintiéndonos importantes por llevar delante de nosotros un coche de policía con sus luces destellantes, llegamos a Bonampak, situada en la jungla lacandona, y donde todavía se puede ver a los indios lacandones con sus túnicas blancas hasta el tobillo, y su hermoso pelo negro y brillante con su flequillo característico. Las ruinas son pequeñas pero muy apacibles, perfectamente integradas con el entorno.
Después de la visita a Bonampak, volvemos a tomar carretera para ir hasta el río Usumacinta, ya que la única manera de llegar hasta Yaxchilán es por vía fluvial. Las barcas son de madera, muy alargadas, y con una techumbre de paja para aplacar el fuerte sol. Estamos en época seca, y se nota porque el río baja con el 20% de su caudal habitual en época de lluvias; tenemos que bajar hasta el centro del río para tomar nuestra lancha.
El recorrido río abajo es muy bonito, prácticamente no se ven habitantes, y todos en la barca nos quedamos callados impresionados por esta naturaleza apabullante. Después de 45 minutos, llegamos a Yaxchilán, un importante centro maya que va paralelo al río y que te deja boquiabierto, porque su plaza central mide más de 600 metros de largo, y tiene unos edificios muy bonitos, donde todavía se observan restos de estuco y de las pinturas polícromadas que usaban los mayas.
También hay un juego de pelota, y en su lado Este, una impresionante escalinata de piedra realizada directamente sobre una colina, que te eleva unos 60 metros sobre el nivel del suelo. Sin aire tanto por la subida como por lo espectacular del entorno, me siento a reflexionar sobre la vida de los mayas en este lugar hace 1000 años. Se conservan además muchos pasadizos y galerías en perfecto estado que te ponen en situación. Lo mejor de todo es que viene muy poca gente y se respira una paz mágica.
De regreso a la lancha, el recorrido se hace más largo ya que vamos contra corriente, pero a nadie le importa, ya sea porque todavía no se han recuperado de la impresión de Yaxchilán, o por que dormitan arrullados por el motor. Llegamos hambrientos a Frontera Corozal, donde nos espera una comida en horario español (4 de la tarde, las inglesas se han comido todas las uñas en la barca por el hambre), y charlamos agradablemente. Una de las ventajas de viajar independiente es que realmente encuentras gente interesante, en el grupo había una chica alemana estudiante de arquitectura que estaba haciendo un trabajo apasionante sobre los mayas y su arquitectura.
El regreso de 2 horas hasta Palenque, con nuestro coche patrulla al frente, se convierte en una carrera entre furgonetas que compiten por llegar las primeras, lo que nos pone los pelos de punta a los pasajeros que no vamos dormidos, ya que las curvas son continuas y no es extraño que aparezca un perro, una gallina, un caballo y hasta una vaca en la carretera, pero para los conductores es su rutina diaria y más o menos me siento tranquilo. Eso sí, busco el anclaje del cinturón de seguridad y el conductor me dice que lo tuvieron que sacar para añadir un asiento más. Cuando ya no falta mucho para llegar a Palenque, me quedo impresionado porque gran parte del monte está ardiendo, incluso hasta el borde de la carretera, fruto de lo que os he comentado antes sobre la política agrícola del gobierno.
Mi último dia en Palenque lo paso en Aguazul; a pesar de que hay mucha gente el sitio realmente vale la pena, el color del agua es increíble y la temperatura está fenomenal para darte un baño relajado en una de sus pozas, y no intentar subir las cascadas como hacen muchos mexicanos, con el resultado de que hay varias lápidas al borde del río que te recuerdan lo peligroso del sitio.
¡¡ Hasta Pronto !!
Desde Palenque, 20/04/2001
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