Reflexiones de un vagamundos sobre España y Latinoamérica

Ahora que estoy en Chiapas, probablemente es el mejor momento para escribir algunas impresiones que he ido anotando en el viaje. Las pocas veces que en algún país latinoamericano me han reprochado lo que hicimos los españoles aquí, les he dicho que yo no soy responsable por lo que hicieron mis compatriotas hace 500 años, y que en todo caso la independencia la obtuvieron hace casi dos siglos. Es como si los españoles reclamáramos a los árabes por los más de 800 años que estuvieron en la península. Dicho esto, creo que España como país, tiene una deuda pendiente con Latinoamérica.

Viajando por la región, he visto grandes obras de infraestructura financiadas por los gobiernos de Japón, Canadá, Alemania, países nórdicos, pero cuando he visto el cartel de Cooperación Española, suelen ser proyectos de pequeña envergadura. En cambio, sí se nota la fuerte presencia de algunas empresas españolas como Telefónica, Unión Fenosa, y varios bancos, que están obteniendo grandes rentabilidades.

La estructura de la sociedad en Latinoamérica es una herencia directa de la española decimonónica, y desafortunadamente, aquí se han exacerbado las lacras de la misma. ¿Qué legado les hemos transmitido?:

– Una sociedad clasista, en la cual sigue habiendo de facto ciudadanos de segunda y tercera categoría, y en la que los indígenas, en aquellos países en que no fueron exterminados, viven en situaciones infrahumanas; como en México, Guatemala, Ecuador, Perú, y Bolivia. Si yo fuera indígena, preferiría morir empuñando un arma que vivir en la injusticia. El movimiento Zapatista es sólo la punta del iceberg de una revolución social que puede cambiar para siempre la faz de Latinoamérica.

– Un sistema político ineficaz y corrupto, que mucha veces oculta, bajo la aparente legalidad de un sistema democrático, que el poder está en manos de «los de siempre», como ha sucedido en México durante casi un siglo. En la mayoría de países latinoaméricanos el poder y la riqueza suele estar en manos de unas 100 familias, y no existe una clase media suficientemente grande que estimule el desarrollo económico.

– Un ejército con tendencia a sentirse «salvadores de la patria«, con gran poder e influencia en la sociedad civil, y con récords mundiales de dictaduras militares, golpes de estado, algaradas, guerras civiles, asonadas y «pucherazos».

– Una iglesia oficial, la católica, que casi siempre ha estado al lado del poder. Como dicen por aquí, los españoles vinimos con la espada en una mano y la cruz en la otra, y en los casos en que miembros eclesiásticos se han puesto del lado de los más desfavorecidos, el resultado ha sido su eliminación, como el monseñor Romero y la matanza de jesuitas en El Salvador. La Teología de la Liberación ha sido aplastada por el Vaticano, y sus miembros desterrados a parroquias lo suficientemente remotas como para que no se oigan sus voces.

Cuando en España nos hemos podido liberar de gran parte de estas lacras del pasado, gracias a un esfuerzo conjunto de toda la sociedad en los últimos 25 años, y a nuestra integración en el espacio político europeo, damos la espalda a nuestros hermanos latinoamericanos, seguramente porque cuando miramos hacia atrás vemos nuestro pasado reciente y no nos gusta; somos europeos y punto.

Latinoamérica siempre ha recibido a los españoles con los brazos abiertos, y la mayoría de los que emigraron por razones económicas a principios del x. XX, o por razones políticas por la guerra civil española del 36, fueron recibidos como si fueran de la familia. En cambio, nosotros les retornamos una ley de extranjería que ha obligado a miles de ecuatorianos a retornar a su país, de donde se marcharon endeudados para poder viajar a España, con la esperanza de obtener un permiso de residencia que en la mayoría de los casos se les denegará. España debería ser el puente natural de Latinoamérica hacia Europa, y en vez de eso, se ha convertido en un muro infranqueable o una ratonera sin salida (sin papeles no hay trabajo legal, y sin trabajo legal no consigues los papeles).

La presencia de la cultura española se limita principalmente al fútbol, que es noticia de titulares, y a la música, ya que en los últimos 100 días he sufrido una sobredosis de Perales, Julio Iglesias, Rocío Durcal, etc, de la que tardaré en recuperarme. Se da la paradoja de que en Nicaragua quién ofrecía cursos de español a extranjeros era la Alianza Francesa. Al Instituto Cervantes no lo he visto ni por asomo, y si el gobierno español piensa que en estos países no hace falta porque su cultura es principalmente latina, está equivocado, la influencia cultural gringa es cada vez más fuerte, y el español corre riesgo de convertirse en spanglish, y he visto escrito en un bus «no repoze en el descanzabrasos» y cosas por el estilo.

Ojalá el gobierno español estuviera a la altura de algunas ONG´s, involucradas en proyectos de desarrollo comunitario a largo plazo, basados más en el «enseñar a pescar y facilitar la caña«, que «dar un pescado«. La política de gestos que ha seguido el gobierno español, como condonar la deuda, sólo sirve para «engordar a los de siempre», faltan proyectos de cooperación concretos y específicos que se desarrollen in situ.

¡¡ Hasta Pronto !!

Desde Palenque (Chiapas), 18/04/2001