El título del diario no es porque haya conseguido a Benetton como patrocinador.
Si hay una fiesta en el mundo que coincida con el famoso slogan de la firma italiana, es Holi, el festival de los colores que se celebra en toda la India.
Holi no es sólo el festival del color, sino también el de la exaltación de la amistad, en el que todo el país sale a la calle y la gente expresa su alegría por la llegada de la primavera jugando con agua coloreada y mostrando sonrisas contagiosas.
Ninguna ocasión como ésta une a las gentes en la India sin importar su religión, casta, edad o nacionalidad: en Holi lo importante es divertirse, desear felicidad al prójimo y disfrutar pintándose con colores uno mismo y a todo el que se deje.
Holi se celebra cada año al llegar la primera luna llena del mes de marzo, aunque las ceremonias se inician el día anterior, con una oración familiar en la que es tradición arrojar una espiga al fuego como ofrenda a las divinidades que protegerán los primeros frutos del año.
Es la fiesta más universal de la India, pues pese a su origen hindú es celebrada y querida por toda la población.
Durante el día de Holi, y a menudo desde el día anterior, un espíritu infantil se apodera de todo el que desee jugar a Holi y sale a la calle pertrechado con una pistola de agua o pichkari (este año están de moda las de fabricación china: espectaculares pero inofensivas) o simplemente con un cubo.
Junto a las fuentes o bocas de riego, niños y mayores mezclan el agua con colorantes en polvo y atacan amistosamente a los transeúntes deseándoles un happy Holi (feliz Holi) a gritos, mientras les tiznan la cara, el pelo y la ropa de color rojo, amarillo, verde, azul…
Aunque no es necesario, algunos beben bhang, una bebida compuesta por leche mezclada con azúcar y raíces de cannabis que con sólo un par de tragos embriaga a los más juerguistas y a los más devotos, que aseguran tener visiones místicas con ella.
El bhang, aunque ilegal, está permitido durante esta fiesta en la que casi todo vale, y el resto del año solamente los sadhus (santones hindúes) disfrutan de su poder alucinógeno, si bien con fines espirituales.
La prensa y la televisión indias alertan sobre los posibles efectos nocivos de algunos colorantes fabricados con sustancias como sulfato, cromo e incluso mercurio, que pueden irritar los ojos o afectar a la piel, y aconsejan utilizar, aunque sean más caros, colorantes naturales y de henna.
Para evitar sorpresas desagradables, lo mejor es tener a mano aceite de coco, que ayuda a disolver las manchas de los colorantes en la piel y el pelo, y por supuesto llevar ropa vieja durante estos dos días de fervor colorista, ya que la presa más codiciada por los juguetones es la ropa blanca y nueva.
Las nutridas comunidades indias de ciudades como Londres o Berlín han exportado esta festividad a Europa, que contribuye a dar a conocer la cara más amable de un país que, estos días más que nunca, exhibe una gama de colores y sonrisas difíciles de olvidar.
En las grandes capitales es donde el Holi adquiere tintes, nunca mejor dicho, de guerra total, y muy poca gente se salva aunque no quiera participar.
A mí me tocó recién llegado a Panaji, la capital de Goa, después de 15 horas en un bus desde Mumbai porque todos los trenes estaban llenos, y comprobé con alivio que si pides que no te manchen te respetan.
Sólo me quedaba un juego de ropa limpia y nueva, el que llevaba, y los tintes que usan a veces son casi permanentes, de hecho llevo en la frente un punto rojo que a pesar de frotar y frotar no sale.
En Goa el festival tiene sus peculiaridades, de hecho todo en Goa es peculiar; aquí se llama Shigmo y se celebra durante cinco días del mes hinduista Falgun, el último de los cuales coincide con la luna llena y se hace el Rang Panchami o festival del color.
En cuanto llegué al hotel y me pude poner ropa vieja, participé como cualquier otro niño en el festival.
Hay pocas fotos en el diario porque las cámaras también corren gran peligro, así que hice unas cuantas y la dejé descansando en el hotel.
El final de las celebraciones del Shigmo coincidió con mi regreso a Panaji, donde el 10 de Marzo hubo un desfile que todavía mi mente no ha podido procesar de todo.
Fueron cerca de 6 horas por las calles principales de Panaji, donde barreras de bambú y centenares de policías armados con varas de madera servían para contener la marabunta humana que se agolpaba para ver el desfile.
Cansado de esperar en una barrera, que poco a poco iba cediendo bajo el empuje de la gente, y cerca de un policia que miraba como diciendo: «saco la vara, no saco la vara», me metí en la zona de desfile, y por ser extranjero y llevar una cámara tipo reportero, no me dijeron nada.
Toda la mitología india estaba representada en las carrozas, algunas gigantescas arrastradas por camiones con generadores, otras más modestas llevadas en un rickshaw tapado con telas, y otras sencillamente acarreadas por personas.
Había multitud de personajes disfrazados de diferentes personajes indios, como Ghandi, Ganesha, el dios elefante, Kali, la diosa de la destrucción, o Hanuman, el dios mono, que en Goa debe ser el más popular, al menos era el que más carrozas tenía.
Al paso de muchas carrozas, los cables que cruzaban las calles tenían que ser levantados con pértigas de madera para que no se quedaran enganchadas, y algunas de ellas, especialmente una que representaba un cocodrilo de unos 15 metros de largo, tenía que hacer varias maniobras para poder pasar por las estrechas calles.
Los colegios iban representados por cientos de niños haciendo número de gimnasia y acrobacias por las calles, y cientos de tambores, de todos los tamaños, retumbaban por las calles de Panaji.
Después de cuatro horas de desfile con caos incorporado, me sentía agotado, así que me senté en la plaza donde se suponía que terminaba el desfile a las 9, pero eran las 10 p.m. y aquello no tenía trazas de terminar.
Pude ver una extraordinaria actuación de ocho percusionistas indios, con la gama más variada de instrumentos de percusión que puedas imaginar.
Durante casi dos horas cantó religiosamente, porque muchos temas parecían himnos, acompañados del sonido a veces susurrante, a veces desafiante, y otras estridente de los tambores.
El desfile terminó a medianoche con fuegos artificiales, aunque se suponía que iba a actuar una orquesta india de música de Bollywood, pero yo me sentía como si varias carrozas hubieran pasado por encima de mí literalmente y me retiré.
Parte de la información de este diario ha sido extraída de wikipedia.
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¡¡ Hasta Pronto !!
Carlos
Desde Panaji, Goa, 11 de Marzo de 2007
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