Después de la refrescante visita al glaciar Fox, nos tocaba prepararnos para tres días de trekking por el Copland track, un sendero de unos 30 kilómetros que corre paralelo al río Copland, de los cuales nosotros haríamos 25, pero repitiendo el último día los 17 de subida, o sea unos 42 km en total en 3 días de caminata en los que dormiríamos en un refugio de montaña del DOC, el Departamento de Conservación de Nueva Zelanda, que gestiona cerca de 1000 refugios de montaña en todo el país. siempre limpios, siempre ordenados, y siempre con papel en el baño!!.
El Copland track forma parte del Westland Tai Poutini National Park, lugar nombrado patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1990
Dejamos el remolque en un lugar seguro, ya que la Toyota iba a estar tres días en el aparcamiento sin vigilancia, y en cuanto bajamos del coche nos pusimos a caminar, ya que había miles de sand flies.
Al ser zona de montaña con gran pluviosidad (vamos, que llueve mogollón), sobre todo en invierno, para cruzar los ríos suele haber puentes de madera o puentes colgantes, algunos de ellos bastante largos y situados a gran altura, no aptos para personas con vértigo, ya que caminas sobre una red metálica.
Como estábamos en verano, los ríos bajaban con poca agua, y a veces no nos molestábamos en subir hasta el puente, si no que íbamos saltando de roca en roca para cruzar el río. La gran cantidad de piedras en el cauce de los ríos daba un clara idea de cómo deben bajar en invierno cargados de agua a toda potencia.
La primera parte de la caminata se hace subiendo paralelo al río Karangarua, y cuando este confluye con el Copland, se toma a la izquierda para seguir el curso de este último, por un valle que se va estrechando y con senderos excavados en laderas de bastante pendiente.
Se camina por bosques espesos que han cambiado muy poco en 70 millones de años, y los descansos los hacíamos al borde del río, que mostraba el color azul/verde turquesa típico de los ríos glaciares, maravillándonos con los picos de más de 3000 metros que todavía conservaban vestigios de la nieve del invierno.
La caminata es en general sencilla y agradable, pero en algunas zonas los desprendimientos de tierra se han llevado la senda por delante, y las rutas alternativas son un continuo sube y baja entre enormes bloques de piedra y masas de tierra. Un cartel alertaba claramente del riesgo de detenerse en la zona de deslizamientos de tierras, y pedía que no te detuvieras aunque para ello tuvieras que resoplar más de lo habitual
La última parte de la caminata es la más agradable, no sólo por el sentimiento de que estás cerca de la meta, si no porque es una zona llana de abundante vegetación, con bastantes pájaros, y que tiene el adecuado nombre de «Welcome Flat» o «Llano de Bienvenida».
El grupo se estiró por las distintas velocidades, y los primeros llegaron al refugio siete horas despues de iniciada la caminata, mientras que los últimos prácticamente tardaron 9.
Es un refugio de montaña de dos plantas en madera, con una amplia cocina en la planta inferior, además de las viviendas de los cuidadores, y espacio para 31 personas en la planta superior, que duermen en colchonetas sobre el suelo. A unos 20 metros hay dos letrinas, limpias y ecológicas, y siempre con papel, como ya comenté antes.
En Nueva Zelanda los refugios no tienen electricidad ni gas, si acaso una estufa de leña para el invierno, y es una decisión perfectamente meditada porque quieren que la gente que los ocupe, a precios realmente simbólicos (unos 5), sean realmente amantes de la montaña, a los que no les importa llevar el gas para cocinar, y de hecho había gente acampada aunque en el refugio había lugares libres, pero muchos prefiere el camping.
En Nueva Zelanda diferencian claramente entre trekking, senderismo, hiking, montañismo, y tramping, supervivencia, y te encuentras a gente muy preparada por esas montañas extremas.
No es casualidad que el primer hombre blanco que holló la cima del Everest fuera de Nueva Zelanda, Sir Edmund Hillary, y es un héroe en el país, de hecho su efigie está en el billete de 5$NZ.
Las botas y ropa mojada se dejan en el exterior, y dentro se junta la gente para cocinar y contar sus historias de montaña, a la luz de una vela o de un frontal de montañero.
La cuidadora el refugio, un trabajo voluntario por el que no se cobra sueldo, sólo los gastos de manutención, era una canadiense que todas las tardes daba la bienvenida a los nuevos y explicaba el parte meteorológico, que recibía por radio, para el día siguiente.
Un lujo inesperado en un refugio de montaña es que a pocos metros se encuentran unas piscinas termales naturales, conectadas entre si para que el agua esté a diferentes temperaturas, y que son el remedio perfecto para los cansados músculos después de 18 km de subida casi continua. Eso sí, hay que ir después de anochecido, si no las sand flies te pueden volver loco.
Al día siguiente el grupo se dividió en dos, una parte se fue a remontar un riachuelo de montaña hasta la zona alta, y otros decidimos caminar por la llanura de Welcome Flat siguiendo el curso del río Copland durante varias horas, eso sí, sin el peso de las mochilas, que se habían quedado en el refugio, hasta que el valle se cierra con unas imponentes paredes graníticas.
A algunas horas más de caminata de subida está el refugio Douglas, este de sólo ocho plazas, porque la mayoría de los senderistas no llegan hasta allí.
Por la tarde regresamos a las piscinas termales, y disfrutamos de una luna preciosa, aunque la guardesa nos dijo que para el día siguiente se esperaban fuertes lluvias a partir de las 2, así que decidimos partir pronto para que nos cogieran en la zona de deslizamientos.
A las 8 estábamos en camino, y como el camino erá prácticamente todo el tiempo río abajo, pensamos que con 6 horas tendríamos suficiente para hacer los 18 kilómetros y nos salvaríamos de la lluvia, además la temperatura era perfecta porque estaba nublado, y, como suele pasar, en estos casos te relajas y suceden las desgracias.
Después de comer tranquilamente al borde del río, calculamos que en unas 2 horas más estaríamos en el parking, y que las amenazadoras nubes de lluvia que veíamos venir no nos tocarían, pero todo se torció, y nunca mejor dicho.
Una de las australianas, Sarah, pisó mal en un lugar y se dobló el tobillo muy fuerte. Si hubiera llevado botas de caña alta seguramente no le hubiera pasado nada o a lo máximo una torcedura, pero llevaba zapatillas, y el resultado fue que se rompió el tobillo, aunque eso no lo supimos en el momento.
Su amiga, Caroline, enfermera, le hizo un vendaje de emergencia, y le dio tranquilizantes para el dolor. Nos repartimos el peso de su mochila entre los demás, y reemprendimos el camino, ahora a ritmo de caracol, lo que normalmente no me importa, por algo tengo un caracol como logotipo de vagamundos.net, pero los pronósticos de lluvia eran correctos.
Empezó a caer una cortina de agua torrencial que calaba gore-tex, botas y mochilas, y ponía el camino muy resbaladizo, lo que nos complicó aún más el retorno, y las dos horas que faltaban se convirtieron en cuatro.
Llegamos finalmente al parking, donde la Toyota sirvió de protección de la lluvia mientras nos cambiábamos en una especie de escena del camarote de la película de los hermanos Marx, pero dentro de un vehículo, con ropas pingando por todas partes y cuerpos ateridos mientras practicábamos un strep-tease colectivo.
Tomamos carretera y por suerte pronto estábamos en las mismas cabinas donde habíamos pasado la noche anterior a comenzar el trekking, contentos por haber terminado el trekking sin más incidencias que lo que pensábamos era solo un esguince.
Al día siguiente teníamos 300 kilómetros hasta Queenstown, donde había un hospital en el que atenderían adecuadamente a Sarah, y en el camino cruzamos por el paso Haast, llamado así porque fue descubierto en el S. XIX por Julius von Haast, un explorador y geólogo, que encontró uno de los tres pasos en los Alpes del sur, conjuntamente con Lewis Pass y Arthur`s Pass.
La carretera va paralela al río Haast, y no fue abierta hasta 1965, ya que las condiciones invernales son muy duras y los riesgos de avalanchas grandes.
Antes de llegar a Queenstown nos detuvimos en el lago Wanaka, uno de los más hermosos y profundos de Nueva Zelanda, ya que aunque su superficie está a una altitud de 345 metros, el fondo del lago se encuentra 65 metros bajo el nivel del mar.
Llegamos a Queenstown a las 6 de la tarde y quedamos para cenar todos esa noche. Sarah llegó con la pierna enyesada y en silla de ruedas, confirmando que se había fracturado el tobillo y que tenía para 6 semanas. Se lo tomó con humor porque al día siguiente regresaba a Australia y decía que mejor que le hubiera pasado al final de sus vacaciones que al principio.
Un tiempo después me contó, ya con no tan buen humor, que al ir al médico en Australia le dijeron que por haber caminado varias horas con el tobillo fracturado había agravado la lesión, y que la tenían que operar para colocarle un clavo y una placa, y que lo que ella pensaba que iban a ser 6 semanas se convirtieron en varios meses de rehabilitación.
Para consultar alojamiento y lugares recomendados en Nueva Zelanda, visita minube, la red social de viajes más activa en español.
Para viajar por Nueva Zelanda, recomiendo Destino NZ, una agencia de Nueva Zelanda regentada por hispanos.
Para realizar rutas de senderismo y aventura, recomiendo Hiking New Zealand, una empresa que tiene tours para todos los niveles, desde el senderista aficionado hasta el expedicionario que se pasa una semana mochila al hombro, y tienen aventuras de escalada, bici de montaña, vela, buceo, y hasta viajes a la Antártida.
Para más información sobre la costa oeste, consulta las páginas web (en inglés) de:
Wikipedia. Haast Pass
Wikipedia. Lago Wanaka
Westland Tai Poutini National Park
Copland track
Web Oficial de Turismo. Westland Tai Poutini National Park
DOC. Westland Tai Poutini National Park
Haz clic para ver:
Fotos de Copland Track y De Copland a Queenstown por Haast Pass.
Mapa con las fotos geoposicionadas en Flickr Maps y Google Maps.
«Dale al play» en la presentación de abajo para ver todas las fotos de la caminata Copland Track.
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Carlos, desde Auckland, Isla Norte, Nueva Zelanda, 25 de mayo de 2010
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