Puerto Ordaz, Cachamai y la Llovizna
Las 2 ciudades de donde parten principalmente los tours a Canaima y Salto del Ángel son Ciudad Bolivar y Puerto Ordaz.
Decidí viajar hasta Puerto Ordaz porque me dijeron que el vuelo a Canaima (no existe carretera para llegar hasta allí) en avioneta sobrevolaría el Salto del Ángel si el tiempo lo permitía (a menudo los tepuyes están cubiertos por densas nieblas).
El viaje de 10 horas de Caracas a Puerto Ordaz, en un confortable bus-cama, en realidad con asientos reclinables y un soporte para apoyar piernas, fue una pesadilla por culpa del aire acondicionado.
He comprobado científicamente una teoría, y es que cuanto más desarrollado presume de ser un país, más fuerte ponen el aire acondicionado.
Me ha ocurrido en Miami, donde pasas de una temperatura de 35º en el exterior a algo cercano a 0º en los locales comerciales.
Similares experiencias he vivido en Singapur y Kuala Lumpur, pero el ranking lo encabeza desde ahora Venezuela de largo.
Comencé a mosquearme cuando vi que la gente sentada a mi alrededor se ponía gorros de montaña y forros polares, e incluso se arropaba con gruesas mantas.
Busqué desesperadamente en mi mochila y sólo encontré mi chaleco polar y unos calcetines, que de poco sirvieron contra el frío polar que entraba por las rendijas de mis sandalias.
Parecía que íbamos en una expedición polar en vez de a la Guayana, la región colindante al Amazonas venezolano.
Tras pesadillas nocturnas en las que creo recordar que recibía con alegría la noticia de que había sido condenado al infierno, llegué a Puerto Ordaz a las 7 a.m. y el impacto del calor y la humedad a esas horas tempranas derritió la escarcha en mi cerebro y me estimuló como un buen cappuccino.
Puerto Ordaz era sólamente el punto de arranque del viaje a Canaima, y como ciudad no parecía muy interesante, pero como tenía un día completo para visitarla, descubrí dos parques en sus cercanías, a cada cual más interesante.
El parque de Cachamai está a 10 minutos de Puerto Ordaz en taxi, y cuando le pedí un mapa al guarda de la puerta, me contó que los trabajadores llevaban 2 meses sin cobrar sus salarios y que no había mapas ni información y que el gobierno tenía la culpa de todo. Claramente era antichavista.
Me sorprendió que tampoco hubiera carteles indicando rutas y senderos, pero el guarda me explicó rápidamente que las dos cosas que había para ver eran los saltos de agua y el zoo al aire libre y que sólo había un camino que las conectaba.
Me dirigí hacia la zona de los saltos, y a pesar de que llevaban poca agua, formaban un ramillete de pequeñas cascadas bastante armoniosas.
A mis espaldas había bastante algarabía, y cuando miré vi que un mono le acababa de robar una bolsa de patatas fritas a un niño, que lloraba desconsoladamente.
Es lo que pasa cuando se les dan confianzas a los animales salvajes y los alimentan, que aprenden enseguida a robar a los incautos humanos.
Fue una escena repetida varias veces esa mañana, en las que hasta vi que robaban una lata de refresco.
Me fui a la cafetería a tomar una arepa, y me coloqué en el centro de la misma, ya que en los extremos, los monos se descolgaban del tejado por las columnas y en un santiamén «limpiaban» las mesas.
Lo cierto es que al menos no eran agresivos, como he visto en otros casos, que te enseñan los dientes si no les das lo que quieren.
Después de un rato viendo el show, tomé el sendero hacia el zoo, y los dos kilómetros se hicieron eternos por el calor y la humedad del mediodía.
El zoo era bastante modesto, por no decir cutre, pero tenía algunos animales interesantes, y que era la primera vez que veía en vivo, como el chigüire y el perro de las aguas, y otros como 4 jaguares encerrados en pequeñas jaulas que me entristecieron enormemente, ya que sus miradas reflejaban perfectamente la desgracia de vivir en prisión.
No paraban de recorrer obsesivamente el perímetro de la jaulas de un lado al otro.
En una laguna convenientemente rodeada por una alta reja asomaban los ojos y a veces la cola, 5 metros más atrás, de unos cuantos cocodrilos del Orinoco, que impresionaban por su prehistórica apariencia.
De Cachamai me fui al parque La Llovizna, aunque casi no pude entrar porque unos coches bloqueaban la salida de la autovía.
El taxista dijo que eran trabajadores que estaban en huelga, y que daríamos la vuelta para ir por otro lado. 10 minutos después llegábamos a la Llovizna.
El camino principal, con grandes árboles que refrescan la ruta, lleva hasta el salto La Llovizna, la atracción del parque, pero hay otras muchas rutas y senderos.
Nada más entrar al parque vi una enorme, de más de un metro de largo, y preciosa iguana cruzar tranquilamente el camino y desparecer entre el follaje.
Cada poco rato hay una laguna, donde encuentras patos y muchas aves tropicales de encendidos colores.
El salto la Llovizna es precioso, aunque la vista se fastidia un poco por la represa que han construído en las cercanías para producir energía eléctrica embalsando el río Caroni, que queda empequeñecido por la majestuosidad del Orinoco, muy cerca, en Ciudad Guayana.
Río arriba, a unos 60 kilómetros, se encuentra la presa Guri, el segundo lago artificial más grande del mundo.
Se puede visitar el complejo hidroeléctrico, pero el calor me hizo desistir de la visita; como aperitivo para lo que me esperaba al día siguiente, Canaima el salto del Ángel, Cachamai y la Llovizna habían cumplido de sobra.
Puedes leer más sobre la la Llovizna y Cachamai, y visitar los rincones que he creado en minube.com sobre Cachamai y la Llovizna, además de leer la recomendación de alojamiento en la posada Kaori, de Puerto Ordaz.
Haz clic para ver las fotos de Cachamai y la Llovizna.
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¡¡ Hasta Pronto !!
Carlos
Desde Tobago, Trinidad&Tobago, 2 de febrero de 2009
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