Medio Millón de Amigos
Este diario llega con casi 2 meses de adelanto sobre lo previsto, porque como sabéis los que leéis habitualmente vagamundos, he tenido un accidente en la isla de Chiloé, Chile, que me ha obligado a regresar a España; arrastrar la mochila por el mundo con un sólo brazo, ya que el derecho lo tenía inmovilizado por el hombro roto, no es precisamente muy cómodo, máxime si tenemos en cuenta que me quedaba la parte más complicada del viaje, Bolivia, donde pensaba hacer unos cuantos trekkings en los Andes, y Brasil, donde quería perderme en el Pantanal y recorrer tranquilamente el Amazonas.
Salud hay una sola, y viajes habrá muchos más, así que os escribo desde La Coruña, donde el efecto combinado de los cuidados maternos, la empanada gallega y el albariño, los ánimos de mis amigos y un buen fisioterapeuta, están incrementando espectacularmente mis niveles de moral, mi recuperación se acelera, y no dejan de surgir nuevos proyectos e ideas que me pondrán pronto en el Camino (las mayúsculas tienen un por qué, ya os contaré). Tanto ha cambiado mi vida en las últimas semanas, que se cumple mi teoría de que las cosas siempre suceden por algo, y empiezo a ver claro que lo sucedido ha sido positivo para mí.
El accidente no ha cambiado en absoluto mi opinión sobre viajar sólo y de mochilero, si acaso la ha reforzado. Desde Ernesto, la persona que me ayudó llevando mi equipaje y acompañándome hasta urgencias, dejando su zapatería, hasta el traumatólogo que me atendió, el Dr. López, que me trajo unas galletas caseras y me acompañó a buscar un hostal, pasando por la familia propietaria del hostal Llai, que me cuidó como si fuera uno más de ellos, y con los que tuve una fiesta de despedida de vino y pisco sour, todos ellos me arroparon con mucho cariño.
Mis amigos de Paraná y Rosario en Argentina completaron los cuidados con enormes dosis de afecto y amor hasta mi repatriación a España. A todos, os envío un gran abrazo ahora que puedo, me habéis demostrado que aunque viaje sólo, eso no significa que viaje en solitario, sino todo lo contrario, que tengo una enorme familia repartida por el mundo.
Las estadísticas de este viaje son menos espectaculares que las del año pasado a Australia y Nueva Zelanda. «Sólo» he hecho 43.000 Km de los 75.000 previstos, en 122 días de viaje, que comenzó con una fiesta de fin de año inolvidable por los fuegos artificiales y sobre todo por el entorno, en la playa de Copacabana de Río de Janeiro, rodeado de 1 millón de personas vestidas de blanco disfrutando como sólo los brasileiros lo pueden hacer del regalo de la naturaleza que es su clima y su geografía, y terminó en la espectacular geografía de la Patagonia argentina, en la región de los lagos, donde pude abrazar (o al menos intentarlo, con un brazo útil sólamente) un alerce de 2.600 años de edad en el Parque Nacional de los Alerces, y revivir tiempos gloriosos del ferrocarril en la Trochita o Viejo Expreso de la Patagonia que sale de Esquel en un nostálgico viaje donde todo, excepto nosotros, es igual que hace 60 años, la vieja locomotora alemana, los vagones con calefacción por salamandra de hierro, y las vías originales.
De los 43.000 Km, 21.000 fueron en avión, 300 en tren, 1.200 caminando, 600 corriendo, 5.100 en barco y 15.000 por carretera, desde Río de Janeiro por la costa atlántica visitando hermosos lugares como Ilha Grande, hasta Ushuaia, en Tierra de Fuego, y de allí hacia el norte por parte de la mítica ruta 40 y Chile, hasta la isla grande de Chiloé, donde mi viaje terminó abruptamente.
Para otro momento quedará el resto de la ruta 40, los salares, el altiplano y las montañas bolivianas, y la inabarcable geografía de Brasil, del que en un mes sólo pude saborear su superficie, y lo que probé me gustó mucho. Espero que el proyecto político y social de Lula tenga éxito, y que Brasil se convierta en lo que merece ser, una potencia mundial en todos los sentidos, sin perder la humanidad que destilan sus gentes.
Hice senderismo en 2 de los más hermosos lugares de la Patagonia, y casi me atrevo a decir del mundo, Torres del Paine en Chile, donde asistí en vivo y en directo a un Diluvio Universal en pequeño, y el Chaltén en Argentina, que me llenó de paz y armonía con la naturaleza caminando por los senderos que te llevan al cerro Torre y Fitzroy, con lagos y glaciares que todavía le dan más dramatismo a sus picos. Caminé varios días en solitario por sus senderos, y pensaba después del accidente que menos mal que no me había sucedido allí, porque estaba a muchas horas de la asistencia más cercana.
Los 5.000 Km en barco se repartieron en 2 viajes únicos, los 3 días de navegación por los fiordos patagónicos entre Puerto Natales y Puerto Montt, con el añadido de que no vimos una nube en 3 días y 3 noches, ideales para admirar las estrellas y el cielo austral sin ningún tipo de contaminación, y el «viaje de mi vida«, visitar la Antártida navegando en un barco ruso, el Orlova, desde Ushuaia, cruzando el Cabo de Hornos, y recorriendo la península Antártica en 12 días que se hicieron muy cortos, a pesar de que amanecía a las 5 a.m. y anochecía tarde.
Las 90 personas que me acompañaban como pasajeros formaban un grupo tan heterogéneo como interesante, desde un grupo de japoneses que hasta habían llevado su propio chef, hasta varias parejas de sudafricanos pudientes cargados de prejuicio contra los negros, pasando por una escritora escocesa que buscaba inspiración en su viaje para su próxima novela, un equipo de la televisión sudafricana que estaba rodando un reportaje, y una extravagante haitiana que coleccionaba continentes.
Los científicos que nos acompañaban nos deleitaron con interesantes charlas sobre glaciología, geología, biología, ornitología, submarinismo en aguas gélidas, y sobre todo nos transmitieron el amor infinito por la antártida que ellos sentían. La trìpulación rusa era un equipo perfectamente coordinado, y además de su cordialidad y profesionalidad, tuve la suerte de asistir a una fiesta de cumpleaños donde corrió el vodka y se bailaron danzas rusas.
Aún hoy, 3 meses después del viaje a la Antártida, llevo las lágrimas cristalizadas de mi primer amanecer rodeado de icebergs, y se me sobrecoge el corazón cuando recuerdo que, después de ascender penosamente una colina con la nieve hasta la rodilla, me encontré rodeado de glaciares, icebergs, un hermoso y calmado océano, y pude escuchar el Silencio en una armonía absoluta. La bajada fue divertida, ya que me dejé deslizar por la pendiente teniendo como trineo mi trasero, y descubrí al regresar al barco que mis bolsillos iban llenos del oro blanco de la Antártida, la nieve.
En el aspecto económico, sin contar el viaje a la Antártida, en 4 meses he gastado 2.500 euros o dólares, unas 100.000 pesetas de las de antes por mes, lo que confirma que Sudamérica en estos momentos es uno de los mejores y más baratos destinos para viajeros y turistas.
He escrito 30 diarios con este, y hecho más de 2000 fotos con mi nueva cámara digital Sony Mavica CD400 y unas 500 con la Olympus réflex IS-5000. Sobre los cybercafés visitados, más de 60, nada que destacar salvo la desagradable tendencia de poner en el mismo local acceso a Internet y juegos en red, con niños y adolescentes a pleno grito mientras juegan al Quak, Comando u otros violentos juegos similares.
Pero lo mejor del viaje han sido, como siempre, las personas que se han cruzado en mi camino; ellas son la gasolina para el viaje y la moral cuando flaquea; compensan el hueco dejado por los seres queridos y amortiguan la morriña con su entrega sin concesiones; que alguien te cuente, a los 2 días de conocerte, su lucha por vivir la vida a pesar de ser seropositiva, te deja impresionado y te permite relativizar la importancia de las cosas.
Conocer a Etienne, un trapecista de circo que en sus vacaciones se va a caminar toda la Patagonia porque sí, después de haber caminado hasta Santiago de Compostela desde Bruselas y haber cruzado los Pirineos a pie, te demuestra que el único objetivo importante en la vida es ser feliz, y que los caminos que te lleven a la felicidad tienes que encontrarlos por ti mismo. Manuel, un famoso periodista chileno que dejó de la mañana a la tarde (ni siquiera de la noche a la mañana) una exitosa vida profesional para irse a vivir a una cabaña de madera, me mostró que es posible salir del círculo vicioso de trabajo-responsabilidades-sistema-dinero mientras seas coherente y consecuente.
Una pareja de holandeses, que viajaba durante 6 meses con sus 2 hijas de 9 y 8 años, y que en una comida me dijeron que después de haberlo hablado los 4, habían decidido dejar sus trabajos, abandonar la ciudad e irse a vivir al campo, me enseñaron que no es incompatible la libertad con el compromiso.
Tony Soper, jefe de la expedición a la Antártida, antiguo productor de la BBC que había producido el documental con Richard Attenborough sobre los gorilas de Virunga que tanto me impresionó y me impulsó a ir allí, me mostró que la vida es un círculo y que nada sucede por casualidad.
Un excéntrico catalán que conocí en el barco de Puerto Natales a Puerto Montt, que viajaba por el mundo en un Land Rover destartalado, que «estaba loco, pero no era tonto» según sus propias palabras, me aclaró que se puede vivir al margen del mundo conservando un pie dentro de él, y Andrés, que el mundo está lleno de gente buena, y que si no la vemos, probablemente es porque nuestros ojos estén nublados de maldad. A todos ellos y a muchos más que no menciono por falta de espacio, gracias por compartir vuestra Vida conmigo, aunque fuera un momento efímero.
Una persona a la que amé me dijo un día que para ella la Vida era «un puñado de arena, cuanto más intentas exprimirlo más se te escapa»; viajando, he llegado a la conclusión de que la Vida es como un río que fluye, tu decides si te mojas o no, teniendo en cuenta que nunca te podrás bañar 2 veces en el mismo río, por lo que es tan importante el qué como el cuándo, y la frase Carpe Diem, disfruta el momento.
El título del diario lo he puesto porque hemos alcanzado ya el medio millón de visitas en vagamundos. Hace 2 años titulaba mi diario de resumen «69396 razones para seguir vagamundeando», y me llena de alegría ver que cada día sois más los que compartís conmigo los viajes y sobre todo la manera de viajar de vagamundos, aunque sea de manera virtual.
Como cantaba Roberto Carlos, espero con el próximo viaje llegar al «millón de amigos», y pronto tendréis noticias sobre mis nuevos proyectos. Para terminar, una cita de Martin Buber que se aplica perfectamente a este viaje que acabo de terminar: «Todos los viajes tienen destinos secretos que el viajero no conoce«.
¡¡ Hasta Pronto !!
Desde La Coruña, España
Deja tu comentario