León, la ciudad del poeta Rubén Darío

«Este obus fue uno de los que destruyeron este local en la guerra entre el FSLN y la GN, el 7-7-1979 a las 2h30 P.M». Así reza la inscripción en el obús que está sobre la barra del restaurante Pasarela Universitaria, en el que como al llegar a León. Situada a 90 Km al norte de Managua, fue la primera ciudad fundada por los españoles en Nicaragua, unas semanas antes que Granada, pero en 1612 tuvo que cambiar su localización por el peligro que suponía el volcán cercano; hoy se pueden visitar la ruinas del León viejo.

León es una ciudad muy calurosa, ya que no está situada cerca de un lago o del mar, la parte positiva es que no tiene mosquitos, lo cual se agradece después de varios días de batalla continua, que por supuesto he perdido. Tiene muchas iglesias (he contado 35 en el mapa), de las que destaca la Catedral de la Asunción, un enorme edificio flanqueado por las estatuas de 2 leones vigilantes.

Mi llegada a León ha sido cuando menos curiosa. El taxista ha dado varias vueltas sin encontrar el alojamiento que le he indicado, «La Posada del Doctor«, como si mi ángel de la guarda no quisiera que me alojara allí. Pregunto a unos paisanos y finalmente llegamos. Es una casa colonial bonita, con 2 patios enormes, está limpia y tiene un precio razonable, así que me quedo. La primera sorpresa es que la señora me dice que elija habitación, pues la posada está vacía. Me pregunto por qué, y descubro que el propietario debe ser médico, ya que en un hermoso mueble rodeado de mecedoras (abuelitas les llaman aquí), hay instrumental de galenos.

Después de mi experiencia con Norman Bates en San Juan de Puerto Rico (ver mi diario Nueva Sección. Lugares no recomendables, del 20-1-2001), me estremezco pensando si será en realidad la Posada del doctor Frankestein, y sus huéspedes materia prima para sus experimentos. Para mas Inri, ni las habitaciones ni los baños tienen cerrojo, lo cual me acongoja doblemente y me produce ciertas molestias en la garganta. Como ya he pagado la habitación, y no puedo desmerecer mi fama de aventurero, decido quedarme, eso sí, bloqueando la puerta de la habitación con mi equipaje. La noche transcurre sin más incidentes que ruidos extraños en el tejado, aparentemente causados por el viento, y los chillidos estridentes del loro del hotel, que debe estar entrenado para tocar diana a las 6 am y despertar a los clientes (en este caso el cliente).

Visitando la ciudad, compruebo que la razón principal de que no haya más clientes en la posada, es tan sencilla como que no hay apenas turistas en León, es extraño, pero la gente me saluda por la calle como si me conociera, no creo que haya salido publicado nada sobre vagamundos aquí. Por la tarde suena la sirena de alarma de la ciudad, y me digo que ha estallado la guerra con Honduras (Nicaragua y Honduras andan a la greña permanentemente), y yo con estos pelos (me los acabo de cortar por la módica suma de $2), pero no, la razón es que usan la sirena para avisar de los actos del Viernes de Cuaresma, y efectivamente veo en la plaza de la catedral a cientos de niños formados, con los uniformes del colegios; cuando aparecen los militares de gala me voy, ya que la parafernalia religiosa, y la música militar (como a Paco Ibáñez), «nunca me pudo levantar».

Visito la casa museo de Rubén Darío, el príncipe de las letras castellanas, está muy bien conservada y muestra gran parte de su biblioteca y objetos que le pertenecieron en su intensa vida como escritor, poeta, periodista, diplomático, y líder del llamado Movimiento Modernista, que revolucionó los estrictos corsés de la lírica en castellano, con un esteticismo ético basado en el principio de que «el arte no es un conjunto de reglas, sino una armonía de caprichos«. Coincido plenamente con esta opinión.

Los escasos 50 años que vivió Rubén Darío fueron, como suele suceder a los grandes artistas, dramáticos y tumultuosos, ya que se casó enamorado de una mujer que murió al poco de nacer su hijo, se casó de nuevo con la mujer equivocada, y se enamoró de una española con la que formó un hogar, pero con la que no se pudo casar por los convencionalismos de la época. Esto se plasma en una poesía de una gran variedad temática; hay un poema del que todo el mundo sabe el comienzo, Canción de Otoño en Primavera:

Juventud divino tesoro,

Te fuiste para no volver.

Cuando quiero llorar no lloro,

y a veces lloro sin querer.

Está enterrado en la catedral de León.

Me voy mañana a Honduras (si esta noche no aparece el doctor Frankestein) con una sensación agridulce, ya que por un lado me han impresionado los nicas por su cordialidad y amabilidad a pesar de los graves problemas que sufren: crisis económica, situación política muy inestable, corrupción, deforestación, etc, pero por otro me ha impactado la falta de sentido cívico y ecológico, que ha convertido el país en un basurero; la gente tira los restos por las ventanillas de los buses, y las cunetas de las carreteras son un vertedero de basuras. Espero por el bien de los nicas que esto cambie.

Me voy también con el corazón cautivado por la amplia sonrisa de las mujeres nicas y su belleza racial (Bianca Jagger, que es nica, no llamaría la atención aquí por su belleza).

¡¡Hasta Pronto!!

Desde León, 23/03/2001

 

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