La Quebrada de Humahuaca
Aunque me quedé sin poder ver el carnaval en Oruro, los 30 días pasados en Bolivia han enriquecido enormemente mi bagaje viajero, aunque la entrada en el país no fue muy acogedora, ya que el policía de frontera sólo me concedió el visado de 30 días a pesar de haber pedido expresamente 60 en el formulario.
Podía haberlo solucionado pidiendo una ampliación de visado o cruzando alguna frontera y regresando, pero yo pienso que las cosas siempre suceden por algo, y a lo mejor los 30 días eran mi cuota asignada de buena suerte, en un país en el que hay que tenerla si viajas mucho por carretera para que no te pase nada.
Para un regreso futuro se quedan Oruro, el tren de Santa Cruz al Pantanal brasileño, Trinidad y Rurrenabaque, nombre casi tan difícil de pronunciar como llegar hasta allí en época de lluvias.
Mi último viaje en Bolivia fue el tren wara-wara desde Uyuni hasta Villazón, que recorre, desgraciadamente casi todo el tiempo de noche, espectaculares paisajes, ríos, quebradas de color rojo, cañones y pueblos semi-fantasmas.
De Villazón se cruza a la Quiaca, ya en Argentina, donde me hice una foto pendiente desde 2003, cuando un accidente y la posterior repatriación a España me impidió completar la ruta 40 desde Ushuaia hasta la Quiaca, 5.120 km paralelos a la cordillera de los Andes.
De la Quiaca, pueblo fronterizo donde los haya, tomé un autobús a Humahuaca lleno de mochileros porteños por las fiestas de carnaval. Como es habitual por aquí, nos pararon los de la policía anti-narcóticos para revisar el bus, pero por suerte la cosa fue rápida y sólo perdimos media hora.
Después de un mes de aburrimiento gastronómico en Bolivia, exceptuando los excelentes pescados de agua dulce que tienen en el Titicaca, soñaba con el momento de sentarme frente a un buen bife «a la inglesa», como dicen en Bolivia, «segnant» o sangrante en francés, y «jugoso» en Argentina, acompañado de un vino del país, y así lo hice nada más alojarme en Residencial Portillo, un agradable y económico lugar con un buen restaurante.
Conocí en el restaurante a dos porteñas de lo que llamo la «generación robada», esos argentinos que durante los 70 tuvieron que huir, los que pudieron, porque miles desaparecieron o pasaron años de cárcel, de la dictadura militar, y aunque muchos han regresado, nunca recuperarán la utopía que les llevó a pensar que lo que sucedió nunca pasaría en un país civilizado como Argentina.
Después de cenar nos fuimos a una «peña» llamada las 2 Hermanas, lugar donde se reune la gente a bailar con música en vivo, y allí escuchamos un grupo de música salteña que fue el telonero de la estrella de la noche, Fortunato, al que por lo que se demoró en salir rebauticé como «Fortunato, el que va a salir dentro de un rato».
Estuvimos escuchando su acordeón y cuando nos cansamos de ver el bailecito del pañuelo nos marchamos.
En la plaza principal de Humahuaca se concentra todo el mundo al mediodia en sus alrededores, porque en ese momento, después de sonar las campanadas en las 3 enormes campanas de la torre, se abre una puerta metálica y aparece la estatua articulada de Francisco Solano, un santo que pasó por aquí muchos años atrás, y que lentamente mueve el brazo para apuntar al cielo y advertirnos de que Dios nos ve, para posteriormente bajarlo al suelo y recordar los deberes terrenales.
De Humahuaca pensaba ir a Iruya, pero los autobuses de la única linea que hacen el recorrido han sido precintados por las autoridades por problemas de seguridad.
Decido irme a Tilcara, siguiente pueblo en la quebrada de Humahuaca. La Quebrada fue nombrada Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad el 02 de Julio de 2003, el único lugar de Sudamérica con las 2 nominaciones. Es un extenso valle montañoso de 155 kilómetros de longitud con orientación Norte-Sur.
Durante 10.000 años, este valle andino ha sido escenario del desarrollo cultural y social de la región y de países vecinos. La Quebrada de Humahuaca ha funcionado como vía de interacción entre el Atlántico al Pacífico y desde los Andes a las llanuras meridionales.
Camino de arrieros y caravanas primero, ruta de los Incas después, y vía del comercio entre el Río de la Plata y el Potosí a través del Camino Real durante la época colonial, actualmente sigue uniendo Bolivia, Chile y Argentina a través de varios pasos fronterizos.
En la Quebrada se encuentran varios recintos prehispánicos fortificados, los pucarás, y gran cantidad de cavernas prehistóricas, además de sistemas arquitectónicos, ceremoniales y agrícolas precolombinos. En la web Proyecto Quebrada de Humahuaca puedes encontrar más información.
Tilcara es un lugar encantador, un pequeño pueblo que alberga hasta 4 museos, y con un centro cultural con cyber, tienda de artesanía y restaurante con música en vivo donde tuve el placer de disfrutar de un grupo norteño, Crisol, que tocaban una música deliciosa.
Al día siguiente la música era más ecléctica, un duo porteño de bajo y guitarra que tocaba una mezcla de new age, chacareras e incluso un tema, Nosocomio, inspirado en la visita que hicieron a Barcelona, con toques flamencos.
Desde Tilcara, a sólo 1 km. cruzando un puente de hierro, se llega al Pucará de Tilcara, un impresionante poblado prehispanico descubierto etnógrafo doctor Juan B. Ambrosetti en 1908, cuidadosamente restaurado, y que nos habla elocuentemente del desarrollo de las culturas precolombinas en la zona.
Las vistas sobre la Quebrada son espectaculares y en un pequeño montículo se ha levantado un monumento.
Como regalo, el conjunto tiene un jardín botánico de altura donde se encuentran numerosas especies de plantas y cáctus, especialmente el más grande del mundo, el Cardón, cuya madera se utiliza bastante en la zona para hacer muebles y artesanía, con la característica de presentar unos agujeros u «ojos» típicos de los cáctus.
Otra visita imperdible en Tilcara es la Garganta del Diablo, a la que se llega después de 2 horas de caminata por un sendero que va ascendiendo por la quebrada, que se angosta hasta un lugar donde una cascada de agua, ahora encorsetada por el cemento, cae desde varios metros.
Las vistas son espectaculares y la paz y soledad que se respira allí es impresionante.
Los ultimos coletazos del carnaval los veo en Tilcara, con los diablos vestidos de rojo y agitando sus colas para golpear a la gente, un poco agotados ya de tantos días de fiesta contínua, aunque después de unas cervezas Quilmes o Salteña, se animan y continuan haciendo «diabladas».
De Tilcara me fui a visitar el «cerro de 7 colores» en Purmamarca (que en aimara significa «Pueblo de la Tierra Virgen»), un pueblo delimitado al norte por el río Purmamarca y al sur por los cerros que conforman la quebrada que lleva el mismo nombre.
El multicolorido de los cerros es increíble, y además tiene una iglesia declarada Monumento Histórico Nacional que data de 1648, con muros de adobe y carpintería de cardón en su interior.
Está consagrada a Santa Rosa de Lima y detrás de ella se alza el cerro de los Siete Colores, la principal atracción para los visitantes.
En Purmamarca termina mi recorrido por la quebrada, y tomo un autobús para Jujuy, y la carretera, que va paralela a la vía del tren, me permite reflexionar sobre el vergonzoso desmantelamiento del ferrocarril que llevó a cabo el gobierno de Menem, y las vías levantadas, arrancadas, o simplemente desaparecidas son un ejemplo de la ruina en que sumió al país un individuo que todavía se atreve a negar todas las imputaciones, eso sí, desde Chile.
Igual que Fujimori, que resultó ser japonés, y el ex-presidente de Bolivia, el gringo Gonzalo Sánchez de Lozada, igual Menem se destapa con que es chileno para evitar a la justicia argentina. Espero que aunque tarde pague alguna vez por la miseria económica y moral en que hundió a los argentinos.
Por suerte, nada más entrar en el país se advierte una atmósfera distinta a la que me encontré hace sólo un año, ya que el nuevo presidente, Néstor Kirchner, el primer presidente patagónico que ha tenido Argentina, le ha devuelto la ilusión y la esperanza en el futuro a los argentino; sólo falta que los usureros que atenazan la economía del país y el FMI flexibilicen sus posturas y que los argentinos no se dejen engañar de nuevo vendiendo «las joyas de la abuela».
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¡¡ Hasta Pronto !!
Carlos, desde Montevideo, Uruguay, 17 de marzo de 2004
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