Chiquitania, Samaipata y Amboró

El puente roto en el Chapare

El puente roto en el Chapare

El 23 Diciembre de 2003 las intensas lluvias caídas en la región del Chapare se llevaron unos 100 metros del puente sobre el río del mismo nombre, matando a más de 50 personas.

Los restos del puente arrastrado por el río siguen a 200 metros de su ubicación original y las obras de reparación no han comenzado todavía.

Sin duda alguna, el peor recuerdo de mi estancia en Bolivia será el estado pésimo de las carreteras, que te obligan a jugarte el tipo continuamente.

El cruce del río en canoas

El cruce del río en canoas

Los peatones, después de caminar unos 2 Km. con los equipajes, cruzan en canoas de madera que luchan contra la intensa corriente del río, para tomar un bus al otro lado.

Más complicado lo tienen los cientos de camiones aparcados en los arcenes de la carretera, que tienen muchas horas de espera para ser cruzados en plataformas flotantes del ejército.

La catedral de Santa Cruz

La catedral de Santa Cruz

Llegué a Cochabamba con noche cerrada y me alojé en uno de los múltiples hostales cercanos al terminal de buses. A la mañana siguiente continué viaje a Santa Cruz de la Sierra, ciudad con clima subtropical que aúna altas temperaturas y humedad, una mezcla que a mí me suele dejar medio grogui.

Desde Santa Cruz aún me quedaban 500 Km. para llegar a la región de Chiquitania (nada que ver con Chiquito de la Calzada), donde se encuentra unos de los tesoros menos conocidos de Bolivia, las misiones jesuíticas.

Los Jesuitas se asentaron en esta zona en el siglo SVII y desarrollaron una intensa labor religiosa, social, cultural y política, fundando varios pueblos con sus correspondientes misiones, hasta su expulsión de Bolivia en 1776.

Abandonadas y afectadas por la inclemente climatología de la zona, se deterioraron rápidamente y alguna misión como la de San Ignacio de Velasco fue demolida en 1948.

La misión de San Ignacio con el horrible campanario

La misión de San Ignacio con el horrible campanario

Por suerte apareció un arquitecto suizo, Hans Roth, que consiguió fondos para su restauración y dedicó gran parte de su vida a la recuperación y conocimiento de esta joya, obra que fue recompensada con el nombramiento como Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO.

Las misiones de Santa Ana, San Miguel, San Rafael, San Javier, San José y Concepción componen un conjunto histórico-artístico de gran belleza.

El campanario tradicional jesuita

El campanario tradicional jesuita

La cooperación española también está trabajando en la zona en varios proyectos de alojamiento y circuitos de eco-turismo.

La misión de San Ignacio de Velasco fue reconstruida, pero un horroroso campanario de obra, frente a los tradicionales de madera de las misiones, afea enormemente la iglesia.

El proyecto de las misiones jesuíticas se completó con la recuperación de partituras musicales de la época y la formación de artesanos y artistas locales que acometieron con la mayor fidelidad posible la ingente labor de restaurar las misiones con las mismas técnicas de talla de madera, construcción y pintura originales.

Su trabajo se puede apreciar en un extraordinario museo en Concepción, donde se explica el proyecto y se puede ver a los artistas crear delicadas tallas de madera que hoy se venden en todo el mundo.

La misión de Santa Ana

La misión de Santa Ana

Todos los años pares se celebra un festival internacional de música barroca y religiosa en las iglesias, con partituras originales recuperadas de los archivos jesuíticos. El próximo es en Mayo de este año 2004

En Santa Ana nos enseñaron un órgano original del S. XVIII que ha sido restaurado recientemente, sustituyendo los deteriorados tubos y el sistema de fuelle por uno eléctrico, pero su perfecto sonido nos dejó atónitos, porque lo tocaba además un niño de unos 10 años que se marcó un Himno a la Alegría del que el mismo Beethoven estaría orgulloso.

El órgano de Santa Ana

El órgano de Santa Ana

No pude completar la visita a las misiones porque un “paro cívico” anunciado por los transportistas amenazaba con paralizar el país, así que aceleré mi regreso a Santa Cruz y no pude visitar la misión de San Rafael.

Desde Santa Cruz tomé un taxi semi-clandestino, con el nombre tapado por cinta aislante, hasta Samaipata, nombre que en quechua significa “lugar de descanso en las alturas”, un bucólico pueblo de montaña al que se llega por una carretera escénica muy bella.

Las 2 atracciones más importantes de Samaipata son El Fuerte, una impresionante roca tallada de 250 metros de largo, a 2.000 metros de altitud, que fue trabajada en distintas épocas pre-incas e incas, y se atribuye a tribus amazónicas el primer asentamiento, en el 1.500 a.c. Samaipata es todavía hoy un lugar de encuentro de culturas, gran parte de su población es de origen alemán y el penúltimo día cené en un restaurante alemán, el Landhaus, no porque me apeteciera cocina germánica, sino que era el único que aceptaba Visa en todo el pueblo.

Carretera a Samaipata

Carretera a Samaipata

La roca está a 9 Km. de Samaipata por un camino en ubida continua, y aunque el regreso es cuesta abajo, el intenso calor del mediodía hace agotador el camino.

Es mejor ir en taxi temprano y regresar caminando, y recomiendo visitar antes en Samaipata el pequeño pero muy interesante Centro de Investigaciones Arqueológicas y Antropológicas, donde hay restos encontrados en la zona, mapas, maquetas y un interesante video sobre El Fuerte.

El Fuerte, Patrimonio de la Humanidad

El Fuerte, Patrimonio de la Humanidad

El buen trabajo realizado llevó a su nombramiento como Patrimonio de la Humanidad.

La roca tiene tallados canales, alto y bajorrelieves, hornacinas y figuras de las que se sabe poco todavía.

La otra atracción de Samaipata es el P.N. Amboró, 600.000 ha (6.000 km2) de área protegida que engloba varios ecosistemas de gran valor, ya que combina bosques nubosos, jungla, sierra, altiplano y alberga cientos de especies animales y de flora endémicas.

Camino del Fuerte

Camino del Fuerte

Hice una primera visita al parque con la agencia Amboró Tours de Samaipata (no confundir con Amboró Tours de Santa Cruz), a la zona de los cañones, con 2 ingleses a los que les habían prometido que el guía sería bilingüe, y si lo era sería en español y quechua, porque de inglés sólo sabía good morning y thank you.

Me vi obligado a ejercer de traductor durante todo el día, y las plantas y animales endémicos de la zona se quedaron con su nombre en quechua y español.

Mariposa en el P.N. Amboró

Mariposa en el P.N. Amboró

En las 8 horas pasadas en el parque vimos muchas mariposas, sapos y aves, además de paisajes fascinantes, con cascadas, senderos, ríos, caminos de montaña, orquídeas salvajes y árboles variados.

Al regreso, el atardecer pintó de colores maravillosos las montañas del parque, lo que nos hizo olvidar la subida que estábamos acometiendo, tan fuerte que prácticamente tenías que caminar en puntillas o haciendo zig-zags en la carretera, o usando el viejo truco del montañero de subir de espaldas.

Atardecer en el P.N. Amboró

Atardecer en el P.N. Amboró

Al día siguiente contraté un tour con otra agencia más profesional, Michael Blendinger tours, al bosque nuboso, y aunque también me vi obligado a ejercer de traductor con una australiana de Brisbane, Gayle, el guía, Edwin, demostró un profundo conocimiento del parque, ya que era de la zona y su familia aún vivía allí; era el sexto de 12 hermanos, algo todavía habitual en Bolivia, donde se sigue pensando que los niños vienen con “un pan bajo el brazo”.

Cascada en el P.N. Amboró

Cascada en el P.N. Amboró

Después de hora media en todo terreno llegamos al bosque nuboso, y enseguida nos internamos en un lugar mágico, con helechos de hasta 15 metros de altura.

Como el día estaba despejado, decidimos subir al cerro La Mina, y en algunos tramos Edwin tuvo que abrirse paso con el machete.

La última subida era bastante empinada, y llegamos a la cima del cerro con una panorámica 360° extraordinaria; almorzamos arriba, y haciendo honor a su nombre de bosque nuboso, en 15 minutos las nubes se cerraron y ocultaron la visión completamente.

Descendimos y comenzó a llover copiosamente. Nos pusimos los ponchos de agua y caminamos las 2 horas de regreso al jeep bajo una cortina de agua, con el fondo musical de miles de ranas encantadas con la lluvia que estaba cayendo.

Sapo en el P.N. Amboró

Sapo en el P.N. Amboró

El bosque de helechos adquiría todavía una atmósfera más mágica por la lluvia y la luz matizada por la niebla, y la temperatura bajaba muchos grados cuando atravesábamos las zonas más húmedas.

También escuchamos el toc-toc característico del pájaro carpintero, y después de mucho buscar en la espesura, pudimos ver su rojo penacho, similar al del famoso dibujo animado «el pájaro loco».

El bosque de helechos en el P.N. Amboró

El bosque de helechos en el P.N. Amboró

La pista de regreso estaba muy resbaladiza por el barro, y en un lugar donde el precipicio era de cientos de metros, el jeep derrapó peligrosamente.

Edwin nos dijo que no se atrevía a seguir, y tuve que caminar, más bien correr, los 10 kilómetros restantes hasta Samaipata, ya que mi autobús salía hacia Sucre 2 horas después.

A las 18h llegué al pueblo con el tiempo justo para darme una ducha y quitarme todo el barro y el stress acumulado.

Por suerte (bueno, es lo habitual en Bolivia) el autobús se retrasó media hora y me dio tiempo a tomarme un té y comentar las vicisitudes de la jornada con Gaby, la argentina dueña de la agencia.

En un detalle que les honra, se negó a cobrarme la excursión.

Vista desde el Cerro La Mina

Vista desde el Cerro La Mina

El bus a Sucre iba repleto, con gente durmiendo en el pasillo, y las 14 horas de viaje por una pista ora de barro blando, ora de tierra rugosa que convertía el bus en una batidora, las recordaré como el mayor suplicio en carretera pasado en Bolivia. Las obras en la carretera complicaban más que ayudaban.

Al menos el amanecer fue espectacular mientras recorríamos la pista al borde del río e ibamos cruzando valles hermosísimos.

El amanecer camino de Sucre

El amanecer camino de Sucre

La merecida recompensa que tuve fue el mejor hostal de Hostelling Internacional de todo el país, una casa colonial a sólo 200 metros del terminal de buses de Sucre, con un personal muy amable.

Tuve la suerte de disfrutar para mi sólo, por 20 Bs = 2 €, de una habitación con una enorme terraza y hasta un columpio donde descansé para recomponer el orden lógico de mis vértebras.

El hostal de Sucre con el columpio

El hostal de Sucre con el columpio

Samaipata tiene varios lugares en Internet con información, el más completo es Samaipata Info.

Si quieres más información de las misiones jesuiticas, haz click aquí.

Si quieres ver todas las fotos del viaje de Vagamundos 2004 de 6 meses por Peru, Bolivia, Argentina, Uruguay, Brasil, y Venezuela, haz clic aquí.

¡¡ Hasta Pronto !!

Carlos, desde Tilcara, Argentina, 25 de febrero de 2004

 

Vagamundos 2004. Bolivia. Samaipata y parque Amboró