Un sendero entre las nubes.

Mi llegada en autobús desde La Coruña a Piedrafita do Cebreiro coincidió con una bajada brusca de temperaturas y unas negras nubes en el horizonte que me hicieron apretar la marcha para cubrir los 4 km. hasta el albergue de O Cebreiro en un suspiro. A mi llegada al atardecer la temperatura había bajado a 4° y una espesa niebla se apoderó de la zona, dando la sensación de que hacías un «sendero entre las nubes», título de un libro que os recomiendo de Nicolas Crane, un inglés que caminó desde Santiago hasta Estambul cruzando todas las cadenas montañosas en su camino.


El albergue de O Cebreiro, en una ubicación privilegiada

O Cebreiro es muy pequeño, pero alberga el templo de origen prerrománico más antiguo del Camino Francés, Santa María a Real do Cebreiro, el edificio del antiguo hospital de peregrinos, y un museo etnográfico en el que varias pallozas (la vivienda circular típica de Galicia en tiempos remotos) han sido restauradas. Lo más moderno de todo el conjunto es sin duda el albergue, bastante acogedor y con una vista extraordinaria. Está casi lleno, y como he comprobado ya hace tiempo, los extranjeros superan de largo en número a los españoles en estas fechas. Las opciones gastronómicas se limitan a 3, y este cuasi monopolio hace que los precios sean altos, al menos me regalan después de la cena unas castañas asadas, que devoro porque me encantan.


Flechas de todo tipo marcan el Camino.
Mis Panama Jack lo agradecen

La gente se acuesta muy temprano, y tampoco madruga a la mañana siguiente, señal de que hay que recuperar fuerzas de la subida a O Cebreiro. El día amanece deshaciendo los últimos jirones de niebla, pero el frío es muy intenso; después de pagar un desayuno más caro que en Madrid, 3.1 euros por un café y una tostada, me pongo a caminar y el termómetro marca 1°; voy en pantalón corto, los peregrinos extranjeros me miran como si estuviera loco, ellos llevan sus chaquetas gore-tex, gorros, guantes, y demás equipamiento térmico. Mi teoría es que cuando llueve mucho, al final toda la ropa cala y sudas más, lo que significa más peso y que te enfríes, yo no siento frío caminando en pantalón corto, y luego sólo tengo que secarme.


El monumento al peregrino bajo la niebla

La espesa niebla vuelve a caer y con la humedad se forma un puré de guisantes que haría muy difícil seguir el camino si la señalización no fuera tan variada y contínua, con flechas amarillas pintadas en cualquier rincón y hasta construidas con piedras.

En el alto de San Roque, la estatua del peregrino luchando con los elementos es premonitoria de lo que nos espera, ya que la lluvia comienza a arreciar y queda subir el puerto de O Poio, muy empinado; justo en su cima se encuentra un bar, el Peregrino, que probablemente sea el mejor ubicado del Camino, ya que todos paramos allí a recobrar fuerzas y calentarnos en su chimenea.

Estamos a 1370 metros de altura, y la buena noticia es que desde allí hasta Triacastela, que está a 670 metros, es casi todo bajada.


Triacastela, berzas y campanario

El día despeja un poco y por fin puedo ver esos paisajes de montaña espectaculares que te llevan serpenteando hasta Triacastela; el albergue está situado a la entrada del pueblo, pero yo me despisto, lo cruzo entero, y sólo cuando llego al final me doy cuenta de que he metido la pata. Retrocedo y me encuentro con varios edificios de piedra en una gran pradera. Triacastela conserva el ábside romano de su iglesia de Santiago, y en la antiguedad tuvo incluso hospital y cárcel de peregrinos.

El albergue se convierte en un tendedero enorme, ya que todos estamos completamente empapados y las ropas se cuelgan a secar en los lugares más inverosímiles. La calle principal del pueblo tiene varios restaurantes y mesones llamados «peregrino», «jacobeo», «la vieira», etc, está claro que gran parte de la economía del pueblo gira en torno al Camino.


El albergue de Triacastela

Un peregrino mexicano llega reventado, es diabético y no ha entrenado para hacer el Camino, por lo que su marcha es muy lenta y sus energías escasas. Lo convenzo de que se tome un buen plato de caldo con patatas, a pesar de que las «papas» están prohibidas en la dieta de un diabético, pero sin añadir hidratos de carbono al cuerpo su marcha cada vez sería más dificultosa. Me hace caso caso y para completar su dieta se toma también un filete con patatas.


La bifurcación por Samos o San Xil

A la salida de Triacastela continuo por San Xil, el tramo de Samos es más largo, pero la lluvia me hace desistir de tomarlo. A cambio camino entre castaños y carballos (robles) centenarios. La entrada a Sarria transcurre por una avenida que cada 2 metros tiene una concha de peregrino en el suelo, una exageración; la avenida termina en el río, con un puente y un conjunto escultórico sobre los peregrinos bastante feo. Todavía falta subir una empinada escalinata para llegar al albergue, que es un pequeño edificio de piedra restaurado.


Sarria entre el sol y la lluvia

El albergue está casi lleno, más de 12 nacionalidades en la habitación, incluyendo sudafricanos y australianos, y un peregrino francés que desde que se jubiló todos los años hace la peregrinación desde Le Puy, una de las 3 rutas descritas por Picaud en el Codex Calixtinus, unos 1.200 km a Santiago que no son cosa baladí para alguien de 66 años.

Charlo con 3 españoles, 2 chichos y una chica, que van peregrinando juntos pero se acaban de conocer, los 3 están casados y han venido sin sus parejas, y uno de ellos, director de banco, me comenta que para él, el Camino es la mejor manera de liberar presión que conoce. Parecen amigos de toda la vida, es una las cosas mágicas del Camino, conectas de una manera increíble con la gente y compartes en pocos días cosas que tardas años en compartir con tu familia y amigos.


Panorámica de Sarria al atardecer

 


Mural peregrino en Sarria

En Sarria murió en 1230 Alfonso IX, fundador de la villa y de Triacastela, cuando peregrinaba a Compostela. Los símbolos jacobeos en la ciudad son contínuos, en murales, vieiras por todas partes, y, como no, tiendas y restaurantes llamados «Camino francés», «A vieira», «jacobeo», etc. Para aquellos que comiencen su camino en Sarria, a 110 km. de Santiago, pueden recoger su credencial en la oficina de Protección Civil en la calle Maior; a diferencia de la de la Iglesia, es gratis.

Con 8.000 habitantes, Sarria es una pujante villa, que conserva muy bien sus edificios históricos en la loma que domina el pueblo, con el convento de A Magdalena y un torreón medieval en la rua Maior. Paso la tarde deambulando por Sarria, con temperaturas muy bajas y contínuos chaparrones alternando con sol que dejan momentos con luz de gran belleza, perfecta para fotografiar.

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¡¡Ultreia!!

Carlos

Sarria, 23 de Octubre de 2003


Convento de A Magdalena en Sarria