El Puente Romano de Lugo.

Recuperado gracias del día de descanso en Lugo, acometo los 38 km. de etapa hasta Palas de Rey con la moral alta. Una vez cruzado el puente romano de Lugo, el Camino se desvia de la carretera para pasar por la capilla de San Lázaro, pero enseguida regresa a la antigua carretera de Santiago, que por suerte tiene poco tráfico. Prácticamente toda la etapa discurre por asfalto, pero se hace bastante amena por la sucesión de pequeños pueblos como San Xoan, San Vicente, Crecente, donde hago una parada para tomar un rico caldo y queso do país, y San Roman da Retorta (hay nombres que suenan realmente rotundos). Existe un albergue privado y hay peregrinos que termina aquí su etapa desde Lugo, para no hacer a continuación los 20 km. restantes a Palas de Rei, o para seguir directamente el día siguiente a Melide, a 28 km.


Flores en el Camino.

Sigo camino hacia Palas de Rei, y aunque hay algunas desviaciones del Camino por sendas, al tomar una de ellas me encuentro con un barrizal enorme, y decido retroceder para seguir por carretera, ya que de nuevo está lloviendo copiosamente. 2 perros pastores, golden retriever, que están cuidando un enorme rebaño de ovejas me ladran insistentemente, y me doy cuenta de que los perros del Camino francés ya no ladran a los peregrinos, mientras que los de los otros caminos sí, aún no están saturados. Estos deben ser los números 6.169 que me ladran en estas 3 semanas de camino.


Hora punta en el Camino

El único tráfico que me encuentro por la carretera es el de paisanos que llevan las vacas a pastar; le hago una foto a uno que va vestido como ningún extravagante modisto se atrevería a combinar, con plásticos, lana, pantalón, sobrefalda.

Se para y me pregunta si le podría enviar la foto, porque acaba de salir del hospital y está muy contento de estar vivo; se lo prometo y me muestra una costurón recién grapado que va desde su cuello hacia abajo; le pregunto qué le pasó y me dice: «un vértigo», y cuando le digo que cómo lleva a pastar las vacas con el tiempo que hace y en su condición, con la típica sorna gallega, dice que las vacas no van solas y que alguien lo tiene que hacer.

Otro paisano lleva el paraguas al estilo gallego, colgado del cuello de la chaqueta, y sus 3 perros se dirigen amenazadoramente hacia mí, me agacho para coger una piedra, pero me ignoran olímpicamente y siguen camino para enfrentarse a otro perro que ha aparecido.


El paraguas, «a la mode»

Le pregunto al paisano ¡¿Son fieros?!, y él responde «sólo lo parecen»; economía y precisión en las palabras = sabiduría.

Pasando por Leboreira, llego a Xurxo de Augas Santas (otros nombres de pueblos son muy poéticos), y San Salvador de Merlán, que tiene una iglesia románica del s. XII. Aquí se bifurca el Camino para ir a Melide o a Palas de Rei, mi destino final, y me sorprende al llegar al albergue, de 60 plazas, en pleno mes de octubre, que me toca la última cama, y 3 chicas que han llegado antes que yo están con un mosqueo enorme porque la hospitalera no les ha dado cama por hacer trampa y haber hecho en coche los últimos kilómetros hasta el albergue.

Ya no hay universitarios en el Camino, pero los extranjeros superan a los españoles en número.

 


El silencio de los Corderos…

 

 


…y el ruido de los perros

Mis conversaciones con los hospitaleros han sido muy interesantes sobre los «perfiles sicológicos» de los peregrinos, cuando complete mi estudio os contaré muchas cosas que os sorprenderán sin duda.

En el albergue me encuentro luego con 3 catalanes que he ido viendo en varias etapas, a ellos les han dado la habitación reservada a los enfermos a pesar de que han llegado con el albergue lleno, parece que los que hacemos los Caminos menos populares gozamos del favor de los hospitaleros, cierto es que si has hecho una etapa de 38 km. desde Lugo es injusto que la cama se la den a alguien que ha caminado sólo 9 km. desde Ligonde y llegue 5 horas antes que tú.


La iglesia de Boente y sus símbolos jacobeos

El cyber de Palas es de monedas e increíblemente lento, así que ya me tendré que acostumbrar a no poder contaros el Camino en estricto directo, digamos que lo haré en diferido-directo, como esos partidos de fútbol que, por coincidir en horarios, emiten a posteriori sin dar el resultado. Yo escribo mis diarios en el Camino en directo y os los cuento en diferido.

La cena la tomo en el restaurante Vilariño, que destaco porque el comedor está en el sótano, y tiene ascensor bajar bajar, no sé si para dar acceso a minusválidos, o más bien a esos seres de «andares de pato» que se llaman peregrinos y para los que bajar una escalera es un suplicio. A las 10 p.m. la habitación del albergue está llena de seres durmientes, así que entro de puntillas y tomo un libro, El arte de viajar, que os recomiendo, y lo termino; acostarse a las 10 va contra mi religión.


No siempre al que madruga Dios le ayuda

Me levanto a las 7h30 a.m. y con sorpresa descubro que de 16 peregrinos sólo quedamos 2; dicen que «al que madruga Dios le ayuda», pero sigo pensando que caminar de noche implica perder gran parte de los encantos del Camino, y, al menos hoy, no es cierto, porque a las 8 a.m. estaba lloviendo a mares, y cuando me pongo en Camino, después de un buen desayuno, el cielo se abre, la atmósfera está limpia, y el pincel de los rayos de sol empieza a trazar sus líneas y colores, pintando árboles, verdes praderas, en una atmósfera impresionista de neblinas blancas que difuminan la realidad.


El puente medieval de Furelos y su «pasamanos»

Paso por Furelos y su precioso puente medieval, estropeado por una reforma que le ha añadido modernas losetas, y a mediodía llego a Melide, centro geográfico de Galicia y también centro gastronómico del pulpo.

Es Domingo y el pueblo bulle con el mercadillo que se despliega en sus calles y plazas. Despistado en el dédalo de calles, tomo la carretera equivocada, y después de un kilómetro me doy cuenta de que voy en dirección a Betanzos y La Coruña (tira la tierra) y retrocedo para recuperar el Camino a Santiago, pasando por la iglesia franciscana de Sancti Spiritus y la románica de Santa María de Melide.

En Boente sale al Camino el párroco y «nos placa», así que entramos en la pequeña y acogedora iglesia de Santiago, con múltiples referencias jacobeas; sellamos la credencial con un tampón diferente de los aburridos y repetitivos de los albergues de la Xunta.


La iglesia de Boente

Finalmente cruzamos el rio Iso por su pequeño puente, que anuncia el para mí más bonito y acogedor albergue del Camino, y uno de los más históricos, el de Ribadiso (ya veis que la toponimia gallega es sencilla, Riba del Iso, a la orilla de río Iso), con hórreo, varios edificios de piedra, y completos servicios al peregrino, que incluyen lavadora, secadora, pradera de 10.000 metros por si todavía tienes ganas de caminar o tumbarte al sol, y un comedor con una chimenea que en invierno se hace muy necesaria, ya que la zona es muy fría, como comprobaré esa noche, ya que la temperatura bajó a 2° y varios peregrinos nórdicos habían dejado la ventana y la puerta abiertas para que se aireara, debían ser fans del grupo «Un pingüino en mi ascensor», versión jacobea, o sea «Un pingüino en mi albergue».


El albergue de Ribadiso, casi un parador

La hospitalera, una vasca voluntaria «enganchada» al Camino con su marido, que lo ha hecho 9 veces, me había dicho que en invierno la nieve y las temperaturas varios grados bajo cero son comunes en la zona, y me contó la dura vida del hospitalero voluntario, que no sólo no cobra por su trabajo, sino que tiene que pagarse los gastos de transporte y manutención; incluso la ví poner 1.5 euros en la lavadora para hacer su colada, todo ello para soportar la quejas y trampas de los peregrinos turistas que llegan exigiendo cama cuando han caminado sólo los últimos 500 metros. Su marido hace rondas alrededor del albergue para pillar a los peregrinos «motorizados» y tiene un método casi infalible para descubrirlos, que no descubriré aquí para no dar pistas.

De nuevo soy casi el último en levantarme, y cuando me pongo en marcha a las 9 am todavía la temperatura es de 4°, por suerte Ribadiso está a sólo 2 kilómetros de Arzúa, y en cuanto llego me doy un baño de café para entrar en calor.


Nieblas impresionistas en Arzúa

El Camino desde Arzúa hasta Santiago os lo he contado ya en un diario anterior, así que no os voy a aburrir con la «repetición de la jugada», sólo destacar que en la misa del Peregrino, en la relación que lee el sacerdote sobre los peregrinos del día, sus nacionalidades y puntos de partida, ha mencionado a un grupo de alemanes que repiten la peregrinación hecha por sus familiares 500 años atrás, la lectura de la misa la hace una venezolana, brasileños hay muchos por la popularidad de Paulo Coelho y su libro El peregrino; hay varios peregrinos australianos. Me alegro, porque cuando estuve en Australia 6 meses en el 2002, cuando les preguntaba qué conocían de España, la respuesta casi invariable era «los sanfermines y la tomatina de Buñol»; a lo mejor ahora hay que añadir «el Camino de Santiago».

Para enlazar con el diario de Arzúa a Santiago, haz click aquí.

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¡¡ Ultreia !!

Carlos

Arzúa, 6 de octubre de 2003.