Adiós Panamá, hola Costa Rica
La última noche que paso en Bocas del Toro me voy de «juerga»; hay 2 bares de copas en la isla, uno es el Loop, cuyo dueño es alemán, que es el de ambiente temprano (hasta medianoche), y el segundo es el Barco Hundido, construido, como tantas casas aquí, sobre pilotes de madera en el agua, y donde «naufragan» los últimos noctámbulos de la noche bocatoreña.
Tengo que madrugar para llegar a una hora decente a Costa Rica y no tener problemas de alojamiento, es fin de semana, y el lugar al que voy, Cahuita, es famoso por su ambiente. Tomo la primera lancha rápida en isla Colón, a las 7h30, y al llegar a Almirante, bus para Changuinola, y allí otro a la frontera, tengo que cruzar bajo la lluvia el río por un puente ferroviario hecho polvo, con tablas que bailan y dejan ver el rìo 50 m más abajo. Hay 2 fronteras entre Costa Rica y Panamá, espero que la otra sea mejor, porque esta es de película.
Cuando llego a migración en Costa Rica, me ponen problemas porque no puedo enseñar un billete de salida de Costa Rica, le cuento a la señora que la razón es porque mi viaje no tiene itinerario, soy «vagamundos», e igual salgo por carretera, barco o avión, e igual voy a Nicaragua, Honduras o cualquier otro sitio. Parece no entenderlo, pero supongo que mi pasaporte español ayuda, y me deja pasar con la lacónica frase «haremos la excepción».
El lado costarricense de la frontera me sorprende por lo cutre que es, todo lleno de barro, y sólo hay un solitario supermercado, cuyos dueños son chinos of course, y que atienden con bastante desgana a los clientes, mientras hablan por teléfono en chino.
Después de una hora de espera, tomo el bus que me lleva a Cahuita, son sólo 50 km, pero por un lado el camino está en muy mal estado, y por otro hacemos muchas paradas para recoger a todos los escolares de Costa Rica, uniformados con camisa blanca y pantalón o falda azul, así que nos lleva más de 2 horas llegar. Sigue lloviendo sin parar, y me alojo en el primer hotel que encuentro, está en la playa y justo en la entrada del Parque Nacional Cahuita, que quiero recorrer. El lugar es parecido a Bocas, una calle principal con tiendas, restaurantes, bares y agencias de viajes, muchas veces las 4 cosas en un mismo local, y no veo demasiado ambiente, pregunto, y me dicen que la gente se ha escapado por el frente frío que hay. Cansado de tanta lluvia me voy temprano a dormir, con la esperanza de que mañana amanezca en condiciones para ir al parque.
¡¡ Milagro !!, los cielos se han abierto y el sol sale con toda la fuerza del Caribe y la luz daña los ojos después de tantos días de lluvia, así que a las 6 a.m en punto estoy en la puerta del parque, no vaya a ponerse a llover luego. Al poco de entrar, me reciben los escalofriantes chillidos de los monos aulladores, que ya conocía de Tikal (Guatemala), y no sé si chillan para avisarme de que este es su territorio, o de alegría por la salida del sol, creo que es esto último, porque se les ve muy contentos saltando de rama en rama.
El ranger del parque me ha avisado de que hay que cruzar 2 ríos que van crecidos por las lluvias, y que encontraré barro por el camino, que el sendero son 10 km y suele llevar 3 horas, pero que depende de las condiciones; el primer río lo tengo que pasar descalzo con el agua por el pecho, y la mochila en la cabeza en plan porteador para que no se moje la cámara, y el segundo con el agua «sólo» por la cintura. El camino es muy bonito, bordea la costa todo el tiempo, y el parque protege tambien un arrecife de coral donde se ven y se oyen romper las olas a unos 100 metros de la costa. Continuamente veo mariposas, y escucho muchas aves y otros animales que no logro ver por lo impenetrable de la jungla.
Después de un rato de sendero por la playa, con cocoteros colgando como ganchos sobre el agua que tengo que sortear a veces por arriba y a veces por debajo, el camino se convierte en un lodazal, tengo que ir bastante rato saltando entre raíces, piedras y maderos para no meter la pata a fondo, y después de bastantes malabarismos llego más o menos limpio; el camino se ensancha y veo la caseta de administración del parque, y al lado una preciosa zona de acampada, prácticamente en la playa, con mesas de madera, barbacoas y con unas cubiertas de cinc para colocar las tiendas debajo, eso me confirma que debe llover casi permanentemente.
Cuando pensaba que ya había pasado lo peor, me encuentro con el camino inundado con 2 palmos de agua, este no lo puedo pasar descalzo porque no se ve lo que hay debajo del agua, y puedo pisar algo no recomendable, así que les digo a mis queridas botas de senderismo Panama Jack que a mojarse tocan, y me pongo a recorrer el camino en plan Gene Kelly en «Cantando bajo la lluvia»; aparece una camioneta de mantenimiento del parque, y se ofrecen a llevarme a la parte seca; les digo que gracias pero ya es demasiado tarde, mis botas son pequeñas peceras, y mis dedos pececitos arrugados, así que continúo mi travesía marítima caminando. Finalmente llego a la parte seca, que prácticamente coincide con la salida del parque, no ha llovido, el sol sigue radiante en lo alto, pero yo estoy hecho una sopa entre la humedad del Caribe, que te hace sudar mucho, y las humedades inferiores.
Espero el autobús que me lleve a Cahuita porque no estoy dispuesto a repetir andando el camino del parque, y cuando llego, me voy directo a la playa, a poner mi colada al sol sobre un tronco, porque uno de los problemas de viajar vagamundeando, es que nunca te da tiempo a secar la ropa, y después de unos días tu mochila va dejando un rastro y un olor a humedad insoportables. Por suerte, el sol pega duro, y en una hora se ha secado toda mi ropa, así que es momento para salir hacia San José, «sólo» son 4 horas de autobús. Una ducha caliente de media hora logra quitar todo el barro adherido a mi cuerpo, y 2 bananas y un mango gigante de medio kilo me devuelven las energías agotadas.
llego a San José a media tarde, me sorprende positivamente, pero esa es otra historia y será contada otro día.
¡¡ Hasta Pronto !!
Desde San Josè, 17/02/2001
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