Boquete. La tierra de las flores y el café
Boquete es un pequeño y bonito pueblo de montaña situado a 1.100 m de altitud en las faldas del volcan Barú, la montaña más alta de Panamá con 3.500 m, y es un lugar muy acogedor, con un clima fresco y unas posibilidades de desarrollo de ecoturismo muy buenas, ya que está situado en un entorno envidiable, rodeado de montañas, ríos idóneos para el rafting, y profundos valles ideales para senderismo. Tienen hasta una web, venaboquete.com. Al slogan de tierra de las flores y el café, yo añadiría el de tierra del arcoiris, ya que en 3 días que llevo aquí, he visto hasta un arcoiris doble, en el pueblo hace sol, y el viento trae una lluvia fina de las montañas que produce este precioso efecto.
Me alojo en residencial Palacios, una casa de madera en la calle principal con un ambiente algo hippie, donde Pancho y su familia te acogen con un calor humano que es lo que yo busco en mis viajes. En estas montañas viven los indios Gnöbe-Buglé, que trabajan principalmente en los cafetales.
Mi objetivo es subir al volcán Barú, pero el día amanece nublado, lluvioso y con mucho viento, y decido dejarlo para una mejor oportunidad. Para calentar motores, hago un recorrido por los cafetales de los alrededores, cruzando el río varias veces, y disfrutando de la orgía de colores de las jacarandas azules, naranjas, amarillas, fucsias, rojas. Alcanzo los 1.600 metros de altitud, y al regresar hacia Boquete, me animo, y tomo otro camino que lleva hacia la ruta de los quetzales, a Bajo Mono y Alto Quiel, que es en subida continua; es mediodía y hace bastante calor, por lo que decido hacer una parada técnica para comer y refrescarme en el río, que baja de la alta montaña con el agua bastante fría. Recuperadas las energías, continúo la subida y se me hace bastante duro llegar al punto más alto, a 1.800 m, pero la recompensa es una vista fantástica sobre el valle y el río serpenteando a través de él.
El desnivel acumulado de la marcha han sido 1.200m, y la marcha hasta aquí han sido unos 15 km, por lo que el desnivel medio es del 8% (perdonar los detalles, pero tengo muchos amigos montañeros, y les encanta la precisión). Han sido 3 horas, descontado el tiempo de comida, y ahora quedan 15 fàciles kilómetros de bajada, que hago en menos de 2 horas. Como entrenamiento para la subida al volcán no está mal, aunque el Barú serán 1.500 metros de desnivel y temperaturas cercanas a los 0º en la cumbre.
Mi segundo día en Boquete lo paso haciendo rafting en la sección Palón del río Chiriquí Viejo. En época de lluvias (Abril a Octubre) se recorre el río Chiriquí, que está a sólo media hora de Boquete, pero en época seca (es un decir, porque ha llovido todos los días), no tiene agua suficiente, y hay que hacer unas 3 horas de recorrido para llegar al río; además tenemos que ir a Cerro Punta, al otro lado del volcán, a recoger a 2 clientes, pero como no hay carretera directa, supone una hora adicional de recorrido; como el Chiriquí Viejo está muy cerca de Costa Rica, tenemos que pasar un control fronterizo, y nos ponen pegas porque la pareja que va conmigo no llevan los pasaportes, él es norteaméricano y ella colombiana, Gerry y Angélica, y después de un rato de tira y afloja, logramos pasar. Para rematar el infortunio, cuando estamos a sólo 20 minutos del río, nuestra combi se avería, el chófer intenta repararla sin éxito, así que paramos un camión de transporte de ganado, que por suerte sólo lleva un cerdito metido en una bolsa como carga, porque allí nos tenemos que subir todos, con la balsa de rafting sobre nuestras cabezas.
Todos los percances se olvidan cuando nos lanzamos al río a mediodía después de la clásica charla de seguridad; Angélica está un poco asustada porque es la primera vez que hace rafting, y el río es de clase 4 en dificultad (hay hasta 6 niveles); la tranquilizamos diciéndole que es normal que esté impresionada, pero que cuando los guías conocen el río como la palma de su mano, los posibles peligros se superan sin problemas, y tanto la compañía, Chiriquí River Rafting, como Jesús el guía, y Tiny, el kayakero de seguridad tienen varios años de experiencia en esta zona, así que voy muy tranquilo.
Los primeros ràpidos son suaves, pero enseguida aparecen algunos muy técnicos, con continuos cambios de comandos de Jesús, ya que el río va bastante crecido y hay rocas grandes que se interponen en nuestro camino, pero parece que funcionamos bien como equipo, porque excepto un amago de caerse de Gerry y mojaduras completas que hasta se agradecen, no ocurre nada más de reseñar. Vemos en la orilla unos gallinazos o gallotes, aves carroñeras, a las que saludamos con un gesto muy expresivo como diciéndoles que esta vez se quedan sin merienda. También vemos iguanas en el margen del río, y muchas trampas para peces, hechas de madera, además de algunos pescadores con caña.
Los nombres de los rápidos son muy elocuentes, los 3 brincos, el hijoeputa, la puta, el miedo, pero los pasamos todos sin problema. La parada para la comida la hacemos al lado de una cascada que se precipita desde 20 m de altura en una poza que es como un jacuzzi gigante por la espuma que se produce en su caída, y me doy un buen baño. Cuando retomamos la marcha, Jesús decide bajar en la balsa un rápido que normalmente se baja andando porque tiene un «hidraúlico», un torbellino de agua en el que sí caes no sales, pero como el río lleva bastante agua lo pasamos bien.
En la segunda parte el río es más tranquilo, hay un momento en que se encañona, y pasamos por un angosto desfiladero de 3 metros de ancho; ahora los rápidos son menos técnicos, así que Jesús se permite «jugar» con el río, y bajamos algunos de espaldas, otros de lado, rebotando contra las rocas, etc, e intenta que alguno nos caigamos, pero parece que estamos pegados con cola a la balsa. Los rápidos ahora se llaman el brasileño, el mexicano, y rápido Bilbao en honor a 3 españoles que se cayeron en él, pero como eran «del mismo Bilbao» no les pasó nada.
Para no decepcionar a Jesús, finalmente me tiro de la balsa, estamos ya al final de nuestro recorrido, me hubiera gustado un poco más de movimiento, pero el nivel siempre lo pone el raftista menos experimentado, y es algo que entiendo y comparto. Mi segundo rafting fue en África, en el río Zambeeze, de clase 5, y creo que no se me quitó la cara de susto en todo el recorrido, allí en las márgenes del río en vez de iguanas había cocodrilos.
Terminamos nuestro rafting bajo un puente colgante, que cruzamos para alcanzar nuestro vehículo, diferente ya que no pudieron reparar la combi, y el regreso a Boquete se hace largo pero ameno por la charla de Tiny (su nombre real es Victor José). Si venís por aquí, os recomiendo vívamente que hagáis rafting con Chiriquí River Rafting, está al alcance de cualquiera, la seguridad está garantizada y la profesionalidad y simpatía de sus guías os harán pasar un día inolvidable.
¡¡¡ Hasta Pronto !!!
Desde Boquete. Chiriquí, 10/02/2001
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