Hacienda San José, Experiencia de 125 Años en el Eje Cafetero

La Hacienda cafetera San José fue construida en el año 1.888 y es una de las haciendas más antiguas de Pereira, capital del departamento de Risaralda.

El siglo largo de historia se puede apreciar tanto en las características de la construcción como en la personalidad de su mobiliario y las distintas habitaciones, más bien recámaras, que suena a castellano viejo, que tienen los nombres de sus antiguos propietarios y familiares.

Las paredes de tapia pisada de la planta baja muestran al visitante las casas tradicionales de la época de la colonización del Cauca y la fuerte influencia de los españoles en el estilo arquitectónico, mientras que el bahareque, técnica de construcción a partir de palos o cañas entretejidos con barro, de la planta superior lo asimila a la arquitectura de la colonización indígena Antioqueña.

Tan destacable como el edificio es el paisaje circundante de la Hacienda, que cuenta con árboles centenarios como ceibas, totumos, o un samán gigantesco, lleno de helechos y bromelias, también llamado árbol de la lluvia, campano, cenízaro o tamarindo.

Esta naturaleza desbordante invita a visitantes y huéspedes a vivir la naturaleza en estado puro con cabalgatas por la zona o caminatas por senderos ecológicos en una de las mayores reservas de guadua (parecida al bambú, pero más flexible) colombiana.

Para los que buscan sobre todo relax, en la parte trasera hay una piscina muy coqueta, con servicio de bar y comidas en las mesas de la terraza

La Hacienda San José tiene además una restaurante que ofrece creaciones autóctonas de Colombia, bajo la batuta de la chef Luz Adriana Martinez, y una amplia carta internacional que combina creatividad, como el ceviche de mero a la sidra con jalapeños, aros de calamar y chips de yuca; tradición, con platos como el cochinillo entero, y combinaciones arriesgadas, como el salmón mojito, hecho con salsa de maracuyá y mojito, y el mero Isabel, con leche de coco, platano caramelizado y lychées, que tomé y estaba delicioso.

El desayuno también es espectacular, con café fresco al estilo colombiano o italiano, y frutas naturales

A nivel de alojamiento, la Hacienda San José cuenta con 3 habitaciones, 6 Suites y una Suite Principal, con una ocupación máxima de 36 personas. Cada habitación tiene una decoración única y personalizada en función del nombre de los antiguos moradores.

A poca distancia de Pereira, la Hacienda San José es un oasis de paz, sin apenas ruidos molestos (bueno, los aviones que sobrevuelan ha hacienda camino del aeropuerto de Pereira, pero eso no depende de ellos); el principal sonido es de los trinos de las 100 especies de aves registradas en la zona. Ofrece todas las comodidades de un hotel boutique del siglo XXI en una casona con gran estilo del siglo XIX.

Además de las aves, en nuestras caminatas por los senderos podremos encontrarnos con ardillas, perezosos, armadillos, tigrillos (ocelotes) e iguanas. También hay mariposas.

La fisonomía externa del edificio, con hermosos balcones de madera rodeados de frondosas buganvillas, invita a la lectura en sus hamacas o sillas coloniales, y en el restaurante nos prepararán una cafetera al estilo tradicional colombiano, con café gourmet de la zona y el agua calentada hasta el punto anterior al hervido (de 90° a 96° C)

Dejo para el final al personal, que me pareció de lo más amable y profesional que he conocido en Colombia y eso es mucho decir ya que todo el mundo en Colombia es muy amable y servicial.

Los clientes extranjeros que no hablen español, que eran mayoría cuando estuve yo, pueden tener algún problema de comunicación porque no todo el personal habla inglés, pero lo suplen con una atención muy esmerada y simpatía a raudales.

Un ejemplo de que su amabilidad es natural y no por estar trabajando en un hotel boutique es que cuando me fui del hotel iba caminando con mi mochila hasta la carretera, a unos 2 kilómetros, para tomar el bus a Pereira, y dos trabajadores del hotel que venían en moto se pararon, uno de ellos se bajó para que yo me pudiera subir, a pesar de que yo insistía en que era una caminata corta y no hacía falta, y el otro me acercó a la parada en moto.