Los Nevados, Carreteras de Vértigo, Mulas y Caminatas
Los Nevados es un lindo pueblo de montaña, situado en el medio del Parque Nacional Sierra Nevada a una altura de 2711mts.
El pueblo queda separado de Mérida por las montañas más altas de Venezuela, Pico El Toro (4755mts), Pico León (4740mts) y Pico Bolívar (5007mts).
Hay solo dos vías para llegar a Los Nevados, una es subiendo en jeep o furgoneta por una carretera de vértigo y la otra es caminando ó en mula por un camino de 14 kilómetros que sale de la tercera estación del teleférico de Mérida, Loma Redonda (4045mts). Como el teléférico ahora mismo no está operativo, la segunda opción no es viable.
El trekking típico a los nevados incluye el recorrido por carretera hasta Los Nevados, donde se duerme la primera noche, la ruta en mula o caminando desde los 2.700 metros de Los Nevados hasta los 4.000 de Loma Redonda, para bajar hasta 3.500, donde se duerme, y al día siguiente, hacer una bajada rompepiernas por bosque nublado hasta Mucunutan, a 1.500 metros.
Mis compañeros de trekking eran una pareja de franceses fibrosos que tenían aspectos de correcaminos, algo que pude corroborar en los siguientes días, en los que sólo les veía el trasero, y de lejos. El guía de Guamanchi que nos llevaba era conocido por el sobrenombre chino, ya que, como muchos indígenas, tenía ojos rasgados que le daban un toque oriental.
El chino es todo un personaje, un cincuentón vegetariano en grado máximo, que aparentaba 15 años menos, y con un curriculum viajero a sus espaldas envidiable, ya que durante muchos años había viajado por toda Latinoamérica buscando telas antiguas para comprar y revender, por lo que conocía los lugares más remotos de casi todos los países, sobre todo los andinos.
El primer día nuestra ruta comenzó con un emocionante viaje en furgoneta saliendo de Mérida por una estrecha carretera hasta Los Nevados, con zonas de caída vertical de mil metros donde era mejor mirar hacia el lado de la montaña.
El conductor de la furgoneta nos comentó que él había trabajado en la construcción de la carretera, que hasta no hace muchos años todavía era de tierra, y también nos dijo que a veces a los turistas les daban ataques de vértigo y/o pánico, y que preferían hacer algunos tramos caminando.
El viaje dura unas 4 horas y pasa por bosque nublado al principio y luego un largo camino con rampas muy fuertes.
El paisaje es precioso, y se puede apreciar el duro trabajo de los campesinos en los campos de trigo, papas, caraotas, ajo, etcétera, donde todo se hace a mano y yuntas de bueyes, ya que por la inclinación de las pendientes no se pueden utilizar tractores.
Algo que me llamó mucho la atención eran unos pequeños recintos circulares de piedra, que llamaban eras, que según el diccionarios wordreference.com es un «espacio de tierra limpia y firme donde se trillan las mieses.», y eso era lo que estaban haciendo, dando vueltas con los caballos, que pisaban el trigo, y separaban el grano de las gavillas.
Haciendo un juego de palabras podemos decir que «en la era de la tecnología, era interesante ver como trillaban en la era, como en eras anteriores».
Guamanchi tiene una acogedora posada en Los Nevados, con habitaciones con baño privado y con un corredor con hamacas para descansar y disfrutar de la increíble vista de las montañas.
Zoraida y Jorge son los encargados, te dan la mejor de las bienvenidas y de cena sirven una deliciosa y típica comida andina.
Para desayunar al día siguiente tomamos pizca, una sabrosa sopa con cilantro, huevo y verduras.
Después de reposar del traqueteo de la furgoneta, dimos una vuelta por la zona de unas dos horas, y nos encontramos de frente con un caballo que iba sólo, y detrás de él iba un hombre que estaba poco menos que en estado de coma etílico.
De ello tiene la culpa un licor que toman en los Andes para combatir el frío y la altitud, el miche, un aguardiente fuerte que se obtiene en alambiques artesanales, por fermentación de la panela (papelón). Dinamita pura.
Otro producto al que son adictos en los Andes venezolanos, es el chimó, que según el DRAE es la «Pasta de extracto de tabaco cocido y sal de urao, que saborean los habitantes de la cordillera occidental de Venezuela, llevándola a la boca.».
Para los no acostumbrados, el sabor es muy amargo, y el efecto que deja en los dientes es que los ennegrece, por lo que después de probarlo, lo escupí rápidamente.
El amanecer fue espectacular, con un cielo azul intenso que ya sólo se aprecia en lugares sin contaminación.
Después del desayuno, prepararon las mulas para subir el páramo hasta el Alto de la Cruz, desde donde hay una vista extraordinaria del pico Bolívar y la estación Loma Redonda del teleférico.
A medida que subíamos pudimos apreciar la típica vegetación de los Andes y sus maravillosos frailejones, quizás la planta de tacto más suave que he visto en mi vida, de hecho me comentaron, no sé si en broma, que en los Andes, a falta de papel higiénico, es bueno tener un frailejón a mano.
Almorzamos en Loma Redonda, donde ahora hay sólo 2 técnicos del teleférico de guardia, que nos invitaron a tomar un reconfortante café, y seguidamente bajamos por un camino pedregoso durante 2 horas hasta llegar a la casa de Pedro Peña, una rustica finca de montaña ubicada en un lugar excepcional, con el pico Bolívar a un lado, la cadena montañosa Sierra Nevada de la Culata de frente, y Mérida abajo si el mar de nubes no impide verla..
Pedro es nieto del primer escalador del Pico Bolívar, Domingo Peña, una auténtica leyenda en los Andes, ya que lo subió en alpargatas, y también cargó sobre sus hombros el busto de Simón Bolívar que ahora está en la cima.
El alojamiento es básico, con cocina a leña, aunque tiene electricidad y cobertura de móvil porque a poca distancia está la antena que da servicio a Mérida.
Me sorprendió que Pedro no tuviera animales en su finca, tipo mulas, gallinas, vacas o cerdos, y me dijo que daban demasiado trabajo, que con los gatos y el perro que tenía ya tenía suficiente compañía.
Tampoco pareciera que le gustara la agricultura, ya que su huerto se limitaba a una huertita con especias y poco más.
Vivía sólo, y las pocas veces que bajaba a Mérida le parecía que era muy ruidosa, y en cuanto podía regresaba a su casa.
Había tenido problemas en el pasado con el miche, y ahora sólo consumía, eso sí, en grandes cantidades, chimó.
La puesta de sol con el mar de nubes fue extraordinaria, y la noche de luna llena teñía de una hermosa luz plateada toda el entorno.
En una pequeña casa anexa vivían temporalmente unos estudiantes de la universidad de Mérida que estaban haciendo un estudio sobre el cambio climático en la región, y me comentaban que a las «nieves perpetuas del Bolívar» les quedaba poco de perpetuas.
El tercer día me desperté a las 6 a.m. para ver el amanecer, y la temperatura era tan baja que se me congelaban los dedos y casi no podía hacer fotos, pero las vistas eran tan hermosas que pasé una hora allí, eso sí, con escapadas a la cocina para tomar café.
Pude ver como estaban haciendo pruebas con las cabinas del teleférico, subiendo y bajando con técnicos, hasta la última estación.
A las 9 nos pusimos en ruta, y al poco rato entramos en el bosque nuboso; como es zona de bastante lluvias y el mantenimiento de los caminos es casi nulo, los senderos estaban muy peligrosos, ya que en algunas partes se habían abierto quebradas de 2 metros de altura, y había que pasar por los laterales con mucho cuidado para no resbalar.
La vegetación es particular en esta región, con helechos arborescentes, brómelias, yagrumos, orquideas, y a veces se ven osos andinos.
Finalmente, después de tres intensas horas de caminata montaña abajo, sin más incidentes que un buen dolor de ligamentos de la rodilla y algunas heridas que sufrió el francés en una caida intentando seguir el ritmo de su mujer, llegamos al pequeño pueblo de Mucunutan, donde nos esperaba un coche de Guamanchi para llevarnos de vuelta a Mérida, a unos 45 minutos.
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¡¡ Hasta Pronto !!
Carlos
Desde San Andrés, Colombia, 20 de abril de 2009
Hola, hay algun contacto para hacer el viaje como lo hiciste?
Me preguntó ¿Cómo hicieron ese pueblo, cómo llevaron los materiales para construir las casas, también tiene una iglesia grande, y cómo hacen para surtir la pulpería, con esa vía de acceso tan peligrosa? Quiero visitar ese pueblo, me atrae mucho, amo la paz y tranquilidad que debe haber, pero por ser una persona mayor no se si pueda aguantar para ir caminando.