El número de chimpancés ha descendido dramáticamente en toda África, y en el caso de Sierra Leona la situación es todavía más dramática porque hay que añadir los casi 10 años de guerra civil que traumatizaron colectivamente a todo el país, incluída su población de chimpancés.
Se calcula que en los años 70 había unos 20.000 chimpancés salvajes en Sierra Leona y hoy ese número es inferior a 3.000.
Las razones son variadas, la destrucción del habitat, la caza indiscriminada para servir de comida o mascota, y en el pasado también la alta demanda de chimpancés para laboratorios de investigación, por su proximidad genética al ser humano.
Genéticamente hablando un chimpancé se encuentra mucho más cerca del hombre que del orangután.
Una de las instituciones que contribuye en Sierra Leona a que el número de chimpancés no siga decreciendo es el santuario de chimpancés Tacugama, que tiene una historia interesante y curiosa.
En 1988, Bala Amarasekaran y su mujer Sharmila, 2 sierra leoneses de origen indio, viajaban 250 km al norte de Freetown, cuando vieron a la venta un bebé de chimpancé, bastante desnutrido y enfermo, y lo compraron porque sospechaban que no duraría mucho.
Le pusieron el nombre de Bruno porque ese día peleaban por el título de los pesos pesados Frank Bruno y Mike Tyson, y Bala apostaba por Bruno.
Sus conocimientos sobre chimpancés, y mucho más sobre el cuidado de un bebé, eran nulos, pero con cariño y buena comida, enseguida Bruno se recuperó y vivió durante un año libre en la casa.
Al crecer se volvió muy destructivo, por lo que le construyeron una jaula en el jardín. Un chimpancé adulto tiene 6 veces la fuerza de un ser humano.
A medida que aumentaba el conocimiento de Bala sobre chimpancés, se dio cuenta de que había muchos en Freetown, algunos de ellos en penosas condiciones.
Un recuento hecho en colaboración con Rosalind Alp, que estudiaba chimpancés en Sierra Leona, dio como resultado que sólo en Freetown había 55 chimpancés.
Bala oyó que uno de los chimpancés había sido abandonado por su dueño escocés; fue a su domicilio y se encontró con una hembra, Julie, sóla en su jaula, y se la llevó a vivir con Bruno. Desde entonces fueron inseparables.
Corrió la voz de que alguién cuidaba chimpancés en Freetown y a Bala no dejaban de ofrecerle ejemplares.
En 1993, más de la mitad de los 55 chimpancés de Freetown habían desaparecido o muerto, y Bala vio la necesidad de encontrar un hogar más adecuado para estos animales.
Bala contactó con Jane Goodall, la famosa primatóloga, para recibir consejo sobre el futuro de sus chimpancés y llegaron al acuerdo de que serían enviados al santuario Chimfungsi en Zambia, pero un día que Bala iba conduciendo su coche, vio dos bebés a la venta en la carretera.
Pensó entonces que la solución al problema de los chimpancés tenía que venir desde dentro del país.
En poco tiempo la familia de chimpancés de Bala creció hasta 7 miembros.
Bala pensó que la solución tenía un aspecto doble: por un lado castigar a los que incumplan la ley y vendan animales salvajes como mascotas y educar a la gente para que rechace y denuncie a los infractores, y por otro crear un santuario para chimpancés cerca de Freetown.
Bala se asoció con Sociedad de Conservación de Sierra Leona y creo un detallado proyecto que incluía un programa de educación ambiental.
El proyecto fue aprobado ese mismo año y el Ministerio de Bosques cedió 10 acres para el santuario.
La Comunidad Europea apoyó el proyecto inicialmente con 34.000 US$, con la condición de que Bala fuera el director del proyecto con dedicación permanente, y Bala dejó su trabajo de contable para dedicarse en cuerpo y alma al santuario, que fue abierto oficialmente en noviembre de 1995.
Las noticias de la apertura del santuario corrieron rápidamente, y en 1997 había ya 24 chimpancés. Entonces comenzó la guerra civil en Sierra Leona.
Freetown fue atacada por los rebeldes y el santuario quedó aislado, sin posibilidad de comprar medicinas y comida para los chimpancés. Bala y otras personas permanecieron en un hotel de Freetown bajo la protección de fuerzas internacionales.
Bala viajó en cuanto pudo a Londres, donde consiguió ayuda de emergencia de varias organizaciones y, tras muchas vicisitudes, logró regresar al santuario en noviembre de 1997, y comprobó que el personal y los chimpancés habían sobrevivido
Los rebeldes habían «visitado» 2 veces el santuario, y llevado todo lo que había de valor, por lo que los empleados tuvieron que inventar maneras creativas para conseguir comida y medicinas para los chimpancés, y la ayuda de la comunidad local de Tacugama, que tenía sus propios problemas con el conflicto, fue vital para la supervivencia del santuario. Esto creó un nexo permanente con la comunidad.
Desgraciadamente, 5 chimpancés murieron durante los meses de conflicto, y el stress causado por la situación provocaron que un sexto, Little Boy, perdiera el juicio; se arrancaba el pelo, no paraba de rodar y siempre llevaba una manta consigo. Murió unos meses después.
El 6 de enero de 1999 los rebeldes hicieron un nuevo intento de tomar Freetown, y más de 3.000 personas murieron y muchas más fueron mutiladas en las semanas que duró el asedio. El personal tuvo que permanecer de nuevo aislado en el santuario, mientras que Bala, que vivía en una zona segura de Freetown, se las ingenieba para hacer llegar los suministros.
Tacugama dio un gran paso adelante en el año 2000. Se construyeron tres cercados eléctricos donde mantener durante el día a grupo de chimpancés en estado de semi-libertad, y Tacugama se unió con otros 17 santuarios africanos de primates para crear PASA (Pan African Sanctuary Alliance).
El final de la guerra en 2001 tuvo como consecuencia que muchos chimpancés fueron llevados a Sierra Leona para ser vendidos a los extranjero, y en poco tiempo la población del santuario se duplicó.
Varios documentales que se rodaron en los años siguientes hicieron crecer la popularidad del santuario y no paró de crecer la calidad y cantidad de instalaciones, y un pograma educacional a nivel de todo el país fue creado en colaboración con el Instituto Jane Goodall.
El 23 de Abril de 2006 un grupo de 31 chimpancé escapós del santuario. En las 2 semanas siguientes, 21 regresaron, de ellos 19 voluntariamente. Después de 2 meses, habían regresado 27 de los 31, y de 2, Sabi y Toko, ha habido avistamientos desde entonces, pero Bruno y Charlie Boy siguen sin dar noticias.
Cuando visité el santuario, Tacugama era el hogar de 88 chimpancés. 2 chicas catalanas, Laia y Rosa trabajan en el santuario como voluntarias, y por lo que vi, su labor es impagable, de hecho no les pagan, pero su amor por los animales, que es mutuo, lo supera todo.
Hay 2 visitas diarias al santuario, que coinciden con las horas en que los chimpancés son alimentados, a la 10h30 am y 4 pm, y hay que hacer reserva telefónica previa.
Nadie que ande por Freetown debería marcharse sin visitar el santuario, en pocas horas aprendes mucho del comportamiento humano de los chimpancés, y del comportamiento animal de muchos humanos.
De entrada hay que tener mucho cuidado cuando te acercas a la verja, no porque esté electrificada, que también, sino porque algunos chimpancés defienden su territorio tirándote piedras, y garantizo que su puntería es buena, al menos la piedra que me dio era pequeña.
Había un bebé en cuarentena, ya que las nuevas incorporaciones al santuario pasan un tiempo aislados para comprobar que no padecen enfermedades contagiosas, y poco a poco se les va introduciendo en un grupo.
Los chimpancés viven un grupos familiares complejos, con varios niveles de autoridad, que transmiten con señales visuales, táctiles y a través de gritos que pueden ser oídos desde mucha distancia.
Las hembras dan a luz cada 5/6 años, después de una gestación de 7 meses y medio. Al cumplir 6 meses ya puede viajar agarrado a su madre, y permanecerá con ella hasta los 10 años.
El 90% de los primates viven en junglas tropicales, y la desaparición de su habitat provoca que el 20% de las especies de primates estén en peligro de extinción.
Los chimpancés viven exclusivamente en África, y son los más adaptables de los grandes simios, ya que viven en junglas, bosques, e incluso sabanas.
Durante mucho tiempo se dijo que el ser humano era el único animal que creaba herramientas, pero el estudio detallado durante años que han hecho primatólogos como Jane Goodall, demuestra que los chimpancés crean y usan herramientas con palos, piedras, hierba y hojas, para pescar, aplastar, beber, cruzar ríos, comer, etcétera.
Otro descubrimiento más reciente indica que los chimpancés conocen las plantas medicinales de las junglas y las usan para tratarse en caso de enfermedad.
Como suelo decir para provocar, si algún ser humano, después de leer esto, sigue sin creer que descendemos del mono, es que tiene menos cerebro que un idem.
Haz clic para visitar las webs de Tacugama e Instituto Jane Goodall, esta última en español.
Haz clic para visitar las webs de PASA, de Fundación mona.
Haz clic para ver el álbum de fotos de Tacugama en Sierra Leona.
Haz clic para ver todos los álbumes de fotos del viaje 2008 por África del Oeste.
!! Hasta Pronto !!
Carlos, desde Ponta do Sol, Santo Antao, Cabo Verde, 28 de Abril de 2008
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