Puede que el Mekong sea un río en el sentido geográfico de la palabra, pero mi estancia de 3 días en el entorno de sus aguas, en las que he navegado en 10 barcos diferentes, me ha dejado muy claro que la geografía es una ínfima parte de lo que significa el Mekong para sus habitantes.
El Mekong es uno de los ríos más largos de Asia, con 4909 km de longitud. Nace en el Himalaya, y después de cruzar el Tibet, pasa por China, Myanmar, Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam, donde desemboca creando uno de los deltas más grandes del mundo.
Aunque parezca increíble en la época de los satélites, sus fuentes siguen siendo fuente (nunca mejor dicho) de polémica.
Para los chinos está en las montañas Jifu a 5.200 metros sobre el nivel del mar, y en cambio el aventurero francés Michel Peissel la situó en el paso Rupsa-La, a 4.975 metros.
Lo cuenta en un buen libro que os recomiendo, Los últimos Bárbaros.
La mitad de su recorrido es por China y Tibet, donde es llamado Dza Chu en tibetano, y Lancang en chino, que significa el río turbulento, ya que recorre profundas gargantas y desciende muy rápido, tanto que cuando abandona China está a una altitud de sólo 500 metros.
Durante los 200 km siguientes forma la frontera entre Myanmar y Tailandia, y en el famoso Triángulo Del Oro encuentra a su tributario, el río Ruak. Aquí comienza el bajo Mekong.
El Mekong crea una nueva frontera entre Laos y Tailandia, y luego entra en Laos, donde es conocido como el Menam Khong.
Se va ensanchando cada vez más, y una vez pasa Luang Prabang en Laos, llega a alcanzar 4 km de ancho y 100 m de profundidad en la época de lluvias.
Vuelve a definir la frontera Laos-Tailandia cerca de Vientiane, entra de nuevo en Laos y forma las cataratas Khone cerca de la frontera con Camboya.
En Camboya se le llama Mékôngk o Tonle Thom (río grande). Cerca de Phnom Penh confluye con el Tonle Sap, el tributario principal en Camboya.
Después de Phnom Penh se divide en el Bassac y el Mekong propiamente dicho, que desembocan al sur de Saigón (Ho Chi Minh Cit) formando el delta que supone la despensa de arroz de Vietnam.
En Vietnam se le llama Song Long (río grande), Cú Long (río nueve dragones) o Mê Kông. Cerca de 100 millones de personas viven en sus orillas.
Esta larga, casi tanto como el río, introducción os la hago para que imagineis lo que significa vivir en sus riberas.
Cuando llega la temporada de lluvias, el nivel del río puede subir hasta 3 metros, y por ello muchas casas son flotantes. Las que no, están construídas como palafitos, o tienen 2 plantas para mudarse a la planta superior. Eso sí, todas con televisión, según Thin el mejor método de control de natalidad.
Esto puede cambiar dramáticamente en el futuro, y no para bien, porque en todos los países por donde atraviesa el río se han construído o hay proyectos para construir pantanos para generar energía y controla su caudal.
Vietnam necesita el Mekong para sobrevivir, el río es el hogar, las carreteras, la despensa, el mercado, y todo hay que decirlo, el basurero de muchos millones de vietnamitas.
El viaje me llevó primero en lancha rápida desde Saigón, por el río del mismo nombre, unas 2 horas hasta su confluencia con el Mekong.
En la primera parte del recorrido nos cruzamos con cientos de barcazas tan cargadas de arena que el agua estaba a pocos centímetros de la borda superior con el consiguiente riesgo de hundimiento.
Otras iban cargadas de bambú para los andamios de construcción, y muchas con frutas y vegetales para los mercados de Saigón.
Todos los barcos llevan algo similar a 2 ojos pintados en la proa, dicen que para asustar a los demonios del río.
Muchos barcos navegan de noche sin ningún tipo de luz, y los ojos pintados sirven para hacerlos visibles.
Lo cierto es que si no hay Dios del río, algo debe protegerlos, porque las condiciones de la mayoría de los barcos, el intenso tráfico, y los obstáculos flotantes hacen casi tan peligroso navegar por el Mekong como circular por las calles de Saigón.
En My Tho cambiamos la lancha rápida por una barcaza de madera donde cabíamos justito las 16 personas del grupo con los equipajes, ya que varios continuábamos viaje a Camboya.
La barcaza nos llevó lentamente por los tranquilos y estrechos canales, esquivando las enormes hojas de las palmeras plantadas en sus orillas para detener la erosión.
Al cruzarnos con otras barcazas invariablemente chocábamos con ellas, tan estrecho era el canal.
La pena es que no se podía escuchar apenas a los pájaros, porque las barcazas llevan el motor descubierto, la mayoría son motores de camión reconvertidos y muy ruidosos.
Visitamos una fábrica artesanal de dulces de coco, absolutamente deliciosos, y nos invitaron a un té endulzado con miel de abejas que sacaban directamente de las colmenas.
Por segunda vez en mi vida, al entrar en la fábrica de dulces, el guía me colocó una pitón al cuello.
Me había pasado en Bali, debe ser que tengo aspecto de no asustarme fácilmente o de reptil, porque de las 16 personas del grupo tuve que ser yo el elegido.
La pitón estaba tranquila, salvo que la bufanda me apretaba un poco, y debía estar mal del estómago o simplemente sus jugos gástricos empezaron a funcionar porque se iba a comer a un turista, ya que babeaba continuamente, así que se la cedí al siguiente temerario.
Regresamos a la lancha en barcas de remos, manejadas habilmente por mujeres cubiertas con el sombrero cónico y un pañuelo sobre la cara. La manera de remar es muy curiosa, porque lo hacen de pie, con los remos cruzados, y a cada palada avanzaban un pié para dar más impulso.
El guía nos dijo que era muy difícil remar así, que lo hacían las mujeres porque son mucho más hábiles que los hombres. Más bien me inclino a pensar que son más perezosos, porque cuando se trata de barcos a motor, son ellos los capitanes.
Comimos en un restaurante al borde del río, pescado cocinado en salsa de coco, delicioso, y para el postre nos llevaron a un pabellón a tomar frutas tropicales, mientras un grupo de varias cantantes, siempre mujeres, y varios músicos, siempre hombres, nos enseñaron algo del folclore tradicional.
El reparto de papeles en Vietnam sigue siendo tradicional, no hay guías turísticas mujeres y casi tampoco ciclo o moto taxistas.
Luego visitamos una fabrica de fabricación de tallarines de arroz; aunque todo era hecho a mano y artesanal, podían producir al día varias toneladas de tallarines. Toda la familia tomaba parte en la tarea.
Tomamos un autobús para ir a Can Tho, la ciudad más grande del delta, con casi un millón de habitantes.
Tuvimos que cruzar en ferry, porque con tantos afluentes, construir puentes entre todos ellos es muy costoso.
Sí que cruzamos un puente colgante de casi 2 km, construído por los australianos como compensación por su participación en la guerra de Vietnam, y el guía nos comentó que los japoneses estaban construyendo otro para acceder a Can Tho.
Muchos ferrys del río han sido regalados por el gobierno danés.
Los hoteles en Vietnam son una prolongación de su estilo arquitectonico, ya que que las casas suelen ser muy estrechas y altas.
En Hanoi había dormido en un hotel con sólo 2 habitaciones por planta, y en Can Tho me tocó el sexto piso de un hotel con 4 por planta.
El ascensor estaba de adorno, pero valió la pena, porque la vista del río y la ciudad de noche era preciosa.
Temprano por la mañana nos fuimos a visitar un mercado flotante, que al igual que los mercados normales, tienen de todo, la diferencia es que aquí la tienda viene al cliente.
En cuanto nos acercamos, apareció la barca de la Coca-Cola, que no estaba pintada de rojo, porque aquí pintar un barco es un lujo que no se pueden permitir, pero una nevera roja enseñaba ostentosamente el logotipo.
Pasó a nuestro lado también la barca supermercado, que al estilo de las droguerías antiguamente en España, en un espacio mínimo tienen de todo.
La profusión de barcas hacía que a veces chocaran inevitablemente y se les entrecruzaran los remos, pero en contraste con los choques de automóviles, aquí parecía que no se molestaban por la colisión.
Nos acercamos a la barca frutería y nos pelaron allí mismo unas piñas que costaban 20 céntimos de euro.
Después de 2 horas pululando por el mercado con nuestra barca, regresamos a Can Tho para comer.
En el restaurante comprobé lo que nos había contado el guía, Thin, que una de las consecuencias de la guerra química de USA, es que el número de enfermos mentales es grande, y allí en la entrada del restaurante había un hombre que me intentaba vender tabaco y otras cosas que no necesitaba, y empezó a desvariar y a insultarnos a todos los que estábamos allí.
Por las calles he visto unos cuantos de estos, y los mutilados que se acercan al autobús en cuanto paras en un cruce enseñandote los muñones, hacen muy duro el viaje por Vietnam. Mi visita al museo de la Guerra en Saigón no os la cuento porque hasta los estómagos más duros flaquean allí.
Después de comer subimos a un nuevo barco, este era enorme para el grupo que eramos, pero Thin me dijo que el que usaban normalmente para este recorrido estaba en reparación.
El atardecer nos ofreció una imagen idílica del río, en la que desaparecían la miseria y la suciedad, ya que el agua se volvió dorada por el reflejo del sol, y los niños que se estaban bañando en el río nos saludaban a gritos y hacían cabriolas en nuestro honor para tirarse al agua.
Casi 4 horas de navegación, la última con noche cerrada nos dejaron en Chau Doc, ya muy cerca de la frontera con Camboya, y allí nos alojamos en un resort con cabañas.
El tercer día amaneció con un intenso calor, lo que presagiaba un duro viaje hasta Camboya.
Primero visitamos en barca de remos una granja de pescado, uno de los mejores negocios, ya que por la gripe del pollo, el pescado ha duplicado su precio.
Son plataformas flotantes y al mismo tiempo vivienda, con redes hasta el fondo del río que albergan miles de peces. Les dan de comer una mezcla pestilente de harinas de arroz y otros productos que procesan allí mismo.
De allí nos fuimos a visitar a una de las minorías de Vietnam, los Cham, originarios de Malasia e Indonesia, que son musulmanes y tienen en el pueblo una mezquita bastante grande.
No todas las mujeres llevan velo, y parece que es un islam más relajado que en otros lugares.
Una mujer se dedicaba a tejer sarongs de seda en un viejo telar de madera totalmente manual, pero que realiza su trabajo a la perfección, al menos por la belleza de los sarongs a la venta.
Ahí acabó la visita turística pero empezó la aventura de verdad, ya que para ir hasta la capital de Camboya, Phnom Penh, teníamos por delante un largo viaje, no en distancia pero sí en tiempo.
Primero fuimos hasta la frontera vietnamita en un barco cascarón en el que los ventiladores giraban pero sólo repartían aire caliente. El trámite de la frontera supuso casi una hora, incluyendo el control de los equipajes a través de scanner.
Pasamos el control camboyano demasiado rápido, y es porque por alguna razón el sellado de pasaportes y control de equipajes lo hacen en otro lugar, asi que tuvimos que volver a bajar del barco con todo el equipaje, subir la empinada rampa por un estrecho tablón de madera y pasar el trámite de nuevo.
Ya en Camboya, tuvimos de nuevo unas 3 horas de navegación, que pasé en cubierta, porque aunque el sol pegaba duro, hacía menos calor que dentro.
La última parte del viaje hasta Phnom Penh fue en bus, por una carretera que anunciaba lo que me voy a encontrar en el país, ya que fuimos dando botes hasta la capital, que tiene muchas calles sin asfaltar.
De las cientos de agencias de Saigón que ofrecen tours de 1 hasta 4 días en el delta del Mekong, yo elegí Delta Adventure Tours, porque estas más tiempo en el río y menos en el bus, aunque teníamos que estar saltando de barco en barco continuamente para adaptarnos a cada tipo de visita.
También son flexibles a la hora de que te quedes en el delta unos días, antes de continuar viaje a Camboya.
En el hotel donde me alojé ponían Killing Fields, la fantástica película que narra la historia del genocidio que cometieron los Khmer Rouge en Camboya, pero esa es otra historia que os contaré otro día.
Si no os suena la película es porque en España la llamaron Los gritos del silencio. En Francia la titularon El desgarramiento.
Si quieres ver todas las fotos del viaje de Vagamundos 2005 de 6 meses por China, Vietnam, Camboya, Tailandia, Laos, Malasia, Brunei, y Filipinas, haz clic aquí.
¡¡ Hasta Pronto !!
Carlos, desde Phnom Penh, Camboya, 20 de Marzo de 2005
Hola, muy buen artículo! quiero hacer un viaje por el Mekong de 3 o 4 dias, que nos recomendas?
Desde Argentina. Ezeiza-Hanoi vía Dubái un viaje bastante largo pero se compensa. Vietnam es hermoso. La gente muy amable y admirable su capacidad de trabajo. Lo mismo que Tailandia. Todo recomendable para recorrer pasando por Camboya,