Brasil, el País de la Desmesura
En gallego tenemos 2 palabras para definir la nostalgia y la melancolía de nuestro hogar y nuestra gente, que son morriña y saudade, y esta última es la que se utiliza también en portugués.
De mis 2 meses de viaje por Brasil me ha quedado una gran saudade, que amortiguo escuchando a todas horas musica brasileña, que siempre ha sido mi favorita, pero ahora me produce una sensación extraña, me emociono hasta con canciones alegres.
Es mi tercer viaje a Brasil, pero por primera vez tengo la sensación de que por fin he podido penetrar en la esencia del país, y el adjetivo que me viene a la mente es desmesura. No sólo por la inabarcable inmensidad de su territorio, sino principalmente por la «desmesurada» alegría que demuestran sus habitantes, a pesar de ser uno de los países con mayor injusticia social del continente.
Se dice que «Brasil es el país del futuro», y los brasileños añaden «y siempre lo será». Este toque de humor dice mucho de un país que tiene la novena economía del mundo, pero un 1% de los terratenientes posee más del 50% de la tierra cultivable, y un 10% de la población se reparte el 45% del PIB. Si le añadimos el patrimonio, esa cifra, ya de por sí escandalosa, sube al 75%.
El 10% más pobre recibe sólo un 1% del PIB, y su número es 70 veces superior al 10% más rico, es decir que en un país que se acerca a los 200 millones de habitantes, hay un millón de ricos, pero más de 70 millones que no ganan un dólar al día. Unos 40 millones carecen de agua corriente y casi 60 de alcantarillado.
Con estas cifras, uno se imaginaría un país donde la gente dificilmente podría ser feliz, pero los 10.000 km. recorridos por carretera compartiendo autobuses y charlas con los brasileños me han demostrado lo contrario.
Para Brasil habría que eliminar las estadísticas de PIB, y el IDH o Índice de Desarrollo Humano creado por la ONU, que incluye más cosas que las puramente económicas, como la longevidad, los conocimientos, los niveles de vida y educación, y en el que Brasil ocupó el lugar 65 del mundo (España es el 19, y ha bajado desde el 9 en 1995, ¿imaginais por qué?), tampoco es válido.
Si hubiera un Índice de Felicidad Incomprensible, o IFI, Brasil ocuparía el primer lugar del mundo, aunque cuando pulsas la realidad del país, esa felicidad no te parece tan incomprensible.
Hay problemas muy graves, sobre todo en las grandes ciudades y las regiones más deprimidas, pero en general la actitud de los brasileños es muy positiva, y en 2 meses de viaje no me he visto un mal gesto, un grito, al contrario, he conocido a gente maravillosa que comparte lo poco que tiene contigo sin esperar nada a cambio.
Siempre digo que el clima y la alimentación son la mitad de la felicidad en la vida (la otra mitad todavía la estoy buscando), y en ese aspecto Brasil es un país privilegiado. En ningún lugar del mundo he desayunado tan bien como en Brasil, y no estoy hablando de hoteles de 4 estrellas, en cualquier pousada de $10 te ponen desayunos pantagruélicos.
He probado más de 25 jugos diferentes, de frutas que en muchos casos jamás había visto ni oído nombrar, y el guaraná es sin duda, como dicen por allí, fuente de vida, energía y eterna juventud (lo importante es creérselo).
La geografía de Brasil es tan variada como espectacular. Con 8.000 km de costa, los 6.000 que recorrí yo del total de 10.000 que hice me depararon algunos de los paisajes más impresionantes y de los momentos más felices del viaje, como la vuelta a Ilha Grande, los Lençois Maranhenses y el Amazonas, pero es que Brasil ofrece de todo, con 6 ecosistemas diferentes: las praderas, la sabana central, la semiárida caatinga, la selva tropical amazónica, la selva tropical atlántica, y el pantanal.
Visité 19 de los 26 estados que tiene, pero me quedaron importantes asignaturas pendientes, como el Pantanal y Mato Grosso, que demandan otro futuro viaje a Brasil.
La historia del país es apasionante. Los portugueses no sólo consiguieron mantener íntegro el país a pesar de los intentos de los franceses y holandeses por robarles un buen pedazo, sino que ignoraron el tratado de Tordesillas firmado con España y construyeron un país que es la mitad de Sudamérica, fronterizo con todos los demás excepto Chile y Ecuador.
A pesar de varios intentos de revolución y secesionismo como la guerra dos Farrapos (de los desarrapados), la de Cabanagem y la Canudos, magistralmente contada por Vargas Llosa en La guerra del fin del mundo, el país no se fragmentó.
Fue la única colonia que albergó la Corte, ya que el rey Juan VI de Portugal se instaló allí escapando de la ocupación francesa, se enamoró del país y no pretendía volver a Portugal, dejando a su hijo Pedro de príncipe regente en Brasil cuando no le quedó más remedio que regresar a Portugal.
Pedro proclamó la independencia de Brasil y se convirtió en el emperador Pedro I; su hijo, Pedro II, gobernó durante 50 años, en la que se puede considerar la época más prospera del país, hasta que fue derrocado por un golpe militar en 1889, y en el S. XX se alternaron gobiernos militares y civiles hasta que en 1985 Brasil recuperó la normalidad democrática, salpicada con frecuentes casos de corrupción como el del ex-presidente Collor de Melo, que robó más 1.000 millones de dólares.
La desmesura se puede aplicar también a la religión. Brasil es el país más católico del mundo (es una pregunta con trampa del Trivial, casi todo el mundo responde Italia), pero hay infinidad de religiones y cultos, algunos traídos de África como el candomblé, la umbanda y la quimbanda, otros de Europa como el kardecismo, una especie de espiritismo, y cientos de iglesias evangélicas, anglicanas, y de todo tipo. Los templos masones son grandes edificios con sus símbolos ostentosamente colgados en las fachadas.
Brasilia es el centro de las nuevas religiones y cultos porque Juan Bosco profetizó en 1883 que entre los paralelos 15 y 16 nacería la capital de una nueva civilización, y justamente es donde se sitúa Brasilia, así que a su alrededor han nacido como hongos lugares con sugerentes nombres, Valle del Amanacer, Ciudad de la Paz, Comunidad Holística, Legión de la Buena Voluntad, Ciudad Ecléctica, etc, donde se practican los cultos más variados. Los avistamientos de ovnis son muy comunes.
Sin duda, Brasil es el país del mundo donde las razas se han mezclado más, primero fueron los mestizos nacidos de portugueses e indígenas, luego de portugueses y los africanos esclavos, seguidamente de indígenas y africanos, posteriormente todas las combinaciones entre ellos, y si le añades los millones de inmigrantes italianos, alemanes, españoles, sudamericanos y japoneses (la mayor comunidad fuera de Japón), el cocktail es cuando menos explosivo.
Con esta mezcla racial, no es de extrañar que me encontrara gauchos en el sur, ciudades 100% alemanas, japoneses bailando samba, y comprobé que la música brasileña que llega a Europa no llega al 1% de lo que se produce en el país, y a la samba, bossa nova, mpb (musica popular brasileira) y tropicalismo, las más conocidas internacionalmente, hay que añadir las músicas regionales, el forró (originalmente for all, para todos) nordestino, el bumba-meu-boi de Sao Luis, el frevo de Recife, el afro bloco de Bahía con Olodúm a la cabeza, el mangue beat de Recife, el axé de Salvador con Daniela Mercury, y el carimbó de la Amazonía.
En Brasil mucha gente responde «beleza» cuando les saludas. Tengo que agradecer de corazón a los que han compartido esta «beleza» conmigo, ya sean las personas con nombres y apellidos que me abrieron sus casas y sobre todo sus corazones, como Fabián de Porto Alegre, Percy de Sao Paulo, mis amigos de Ilha Grande, incluído IG, el perro ángel de la guarda, y los miles de rostros anónimos que te regalaban una sonrisa, los amables chóferes que te orientaban en destino o frenaban en medio de la autopista porque te habías pasado la parada, los «posaderos» que te tratan como a alguien de la familia y no como un turista más, y los cientos de niños felices porque me habían vendido un helado, un souvenir, o simplemente habían charlado con alguien que no los consideraba criminales por ser «meninhos da rua».
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¡¡ Hasta Pronto !!
Carlos, desde La Coruña, España, 11 de Julio de 2004
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