La Fauna humana de Australia.

Siempre he tenido curiosidad por saber si los australianos eran iguales en casa que cuando viajan por el mundo, porque todos los que me he encontrado viajando por lugares inhóspitos en África, Sudamérica o Asia están cortados por el mismo patrón, siempre en la montaña más alta, el río más caudaloso, o el desierto más árido, y siempre con una sonrisa en los labios, disfrutando al máximo en los lugares más salvajes.

Cuando he llegado a Australia he comprobado que no era una fachada, sino que los australianos aman el riesgo y la aventura hasta las últimas consecuencias, y no paran de inventar deportes que son auténticas bombas de adrenalina. Mis sospechas se confirmaron cuando en Sydney vi que los parques infantiles son pistas de entrenamiento para niños, con tirolinas, muros para escalar, toboganes de vértigo, etc, y unos padres que no son hiperprotectores y salen corriendo en cuanto el niño se cae, como en España; todo lo contrario, el niño se levanta sólo y sigue jugando; con esta educación no es de extrañar que cuando el bungy jump o «puenting» les aburrió, lo “mejoraran” haciendo que la longitud de la cuerda sea tan justa que muchas veces te zambulles en el agua, o lo hacen desde un globo o un teleférico a cientos de metros de altura.

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Otro deporte muy popular es el sky-diving, hace unos días vi a un chico con una camiseta que decía en su frontal “el ski-diving es un deporte de riesgo”, y en la trasera “el uso de un paracaidas lo minimiza”; para los no duchos en deportes de riesgo, el ski-diving consiste en tirarse desde un avión en caída libre, con una pequeña tabla de surf en los pies, apurando al máximo la apertura del paracaídas, y surfeando las nubes con piruetas y acrobacias.

Ya he mencionado en anteriores diarios el peculiar sentido del humor de los australianos; es curioso que a pesar de su origen anglosajón, son totalmente desinhibidos, y las bromas y referencias sexuales son contínuas; en el “Festivale” de Launceston, un artista callejero no paraba de bromear con los que le estaban ayudando a hacer su show sobre su capacidad sexual, con sus parejas delante, y todo el mundo se desternillaba de risa, incluso los afectados.

En mi recorrido por Tasmania, pasé por un pequeño pueblo llamado Doo, y todas las casas tenían un nombre relacionado, como “love me Doo”, “Scooby-Doo”, “Doo-little” o “Just Doo It”. Esta desinhibición y sentido del humor lo pasan directamente a sus expresiones artísticas, y te puedes encontrar un pinguino de fibra de vidrio de 6 metros de altura en el pueblo de Penguin (original, ¡¡eh!!), hasta una estatua de elefante de tamaño natural en un jardín de un bar.

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En la carretera de Hobart a Launceston, en Tasmania, han pintado de colores muchos troncos de árboles secos, dando un toque de color exótico al predominante verde de la naturaleza en Tassie. Cruzando el Nullarbor, te encuentras una Road House que tiene una maqueta gigante de un satélite en su tejado y un pequeño museo en el interior; la historia es que el Skylab cayó en la zona en los años 80, provocando una riada de buscadores de sus restos por la elevada recompensa que ofrecía el gobierno USA, otorgando al lugar los “15 minutos de fama” de los que hablaba Andy Warhol.

La personalidad de los australianos no podía ser menos original que sus manifestaciones artísticas y deportivas; casi todos, antes de sentar cabeza, se tiran un año o dos viajando por el mundo, y luego tienen lo que le llaman el “long service term”; si trabajas 10 años seguidos para la misma empresa, te puedes tomar hasta 6 meses de permiso sin sueldo, algo que aquí está bien considerado, y no te miran como si fueras un lunático, lo que nos ha pasado en España a los que lo hemos hecho.

Hace poco me hablaban de un ejecutivo harto de su estilo de vida, que dejó todo para montar un picadero de caballos en Galicia, y su familia le montó un “cónclave familiar” para evitar que lo hiciera y le recomendaron que fuera a un psicólogo, cuando los que tendrían que ir al psicólogo son los que se pasan todos los días de su vida 3 horas en un atasco, y eso les parece normal. Volviendo a la personalidad de los australianos, no pararía de contaros anécdotas de personajes que he conocido, pero seleccionaré 2 como muestra:

El dueño del hostal en que alojo en Launceston, John, tiene unos 50 años y ha abierto el hostal porque ha decidido asentarse después de 30 años por el mundo como marino y mil oficios más, así sigue en contacto con viajeros; conoce personalmente a los reyes de España porque en los años 70 estuvo trabajando en Mallorca, y entre otros oficios interesantes, estuvo en Galicia estudiando el cultivo del mejillón en bateas, para importarlo a Tasmania.

Los últimos años ha estado comerciando con vegetales entre China y Australia; es una persona de gran corazón, siempre ayudando a sus huéspedes; cuando vio lo agotado que estaba después de mi caminata de 9 días por la costa suroeste de Tasmanaia, me cedió su carnet del gimnasio durante 5 días, que me he pasado nadando, en el hidromasaje, en la sauna, y en el baño relax (otra muestra de lo salvajes que son los australianos, las burbujas son tan fuertes que te mantienen en estado de ingravidez, como si flotaras en el mar Muerto, y a veces te tienes que agarrar porque parece que te puedes estampar contra el techo), y ya estoy nuevo para mi próxima etapa.

El otro personaje, Bryan, estaba en la caminata por el suroeste de Tasmania, y es militar en la reserva, zoólogo a tiempo parcial en el Zoo de Sydney, y organiza expediciones al Himalaya; sus historias van desde lo hilarante de un elefante que padece eyaculación precoz y bañó en esperma a unos turistas, hasta lo trágico, ya que se le han muerto varios clientes en sus brazos en diferentes expediciones, y tiene 30 y pocos años.

Con este estilo de vida, no es de extrañar que los billetes en Australia sean irrompibles, lavables y sumergibles; la única nota que desentona, a mi entender, es la efigie de la reina de Inglaterra, con 20 años, más o menos en la época de su coronación, que sigue siendo el Jefe de Estado en Australia, miembro de la Commonwealth; hace un tiempo hubo un referéndum para decidir si Australia se convertía en una república o mantenía su status, y el resultado fue favorable a mantenerse ligados a la Corona; recuerdo que me extrañó en su momento, y cuando se lo he comentado a varias personas, he descubierto que la pregunta tenía trampa, más o menos al estilo del referéndum de la OTAN que tuvimos en España, quién se acuerda del “OTAN, de entrada, no”?.

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No tengo nada en contra de la monarquía inglesa, probablemente sea el mejor sistema de gobierno para los británicos, pero no entiendo que un país joven, en el otro extremo del mundo, mantenga su dependencia de una reina a la que no ven casi nunca, y de un país cuyo interés principal en Australia fue como penal. Varios australianos me han comentado que se siguen considerando a sí mismos ciudadanos de segunda categoría, y de ahí que tengan que demostrar siempre al mundo su valía.

Por lo que a mí respecta, pongo a Australia entre los 5 lugares del mundo con mayor calidad de vida; si tuviera que ponerles alguna pega, sería la costumbre que tienen de emborracharse los fines de semana hasta caerse de culo, costumbre muy anglosajona, que también se está imponiendo entre la juventud española; yo siempre diferencio la borrachera como consecuencia de una larga noche de farra, pero no como fin en si mismo o como medio para ser más simpático o ligar.

Para divertirse, los australianos organizan concursos tan curiosos como el Air guitar, del que incluso hay un campeonato nacional, que consiste en imitar los movimientos de famosos guitarras del rock, pero sin guitarra, vamos, el típico gesto que hacemos cuando escuchamos “smoke on the water” de Deep Purple, pero hay que tener mucho morro o estar muy borracho para subir a un escenario a hacerlo.

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El idioma que se habla aquí, oficialmente inglés, es una derivación del mismo tendente a contraer palabras, expresiones y frases, y cuesta un tiempo adaptarse hasta que les entiendes. Buenos días es G’day, los mosquitos se llaman mozzies, los biscottes, bikkies, el bañador, bather, Brisbane es Brizzie, la nevera de playa es un eski, un roo es un kanguro, el cartero se llama postie, los ingleses son poms (Prisioner of her Majesty), los nuevazelandeses kiwis, los australianos aussies, y a la cerveza le llama piss, nombre totalmente lógico por cuanto está directamente relacionado su consumo con la cantidad de pises que hacen en una noche.

Cuando das las gracias por algo, hay 2 respuestas posibles, «no worries», o «beautiful»; la primera vez que escuché la primera, pensé en «Don’t worry be happy» de Bobby Mc Ferrin, y en la segunda pensé que me estaban echando un piropo, hasta que descubrí que «beautiful» es una palabra comodín que usan para todo.

En un diario anterior os hablé de los servicios públicos y su eficacia; una nueva muestra fue la semana pasada en Hobart; fui a la biblioteca del Servicio de Parques Nacionales, a documentarme para escribir un artículo a fondo sobre el Southwest Coast Track, realmente uno de los senderos más hermosos y salvajes del mundo, y me abrumaron con sus atenciones, me trajeron un montón de libros, me dieron varios folletos y catálogos, y no me pidieron carnet ni nada parecido.

En este enlace podéis ver todas las fotos del viaje de 6 meses en 2002 por Australia y Nueva Zelanda

¡¡ Hasta Pronto !!

Desde Hobart, Tasmania, Australia, marzo 2002

Australia&Nueva Zelanda
Desde Launceston, Tasmania