Galápagos. Desolación volcánica.
El tercer día en Galápagos lo dedicamos a recorrer Santa Fé, una isla que se caracteriza por tener unos árboles de cactus gigantes, de más de 6 metros de altura. El desembarco en la playa se hace complicado por las olas, y alguno se moja más de lo debido. Santa Fé tiene una especie endémica de iguana de color blanco. Al acabar el sendero, nos vamos a bucear, pero no desde la playa, porque parece que aquí hay algún macho de lobo marino agresivo, y ya en San Cristóbal tuvimos que salir corriendo porque nos acercamos demasiado a un cachorro que estaba en la playa, y la madre nos pegó un susto de muerte, menos mal que en tierra no son muy rápidos.
En el buceo vemos una tortuga gigante y varias manta rayas enormes que nadan, más bien vuelan por el grácil movimiento que le imprimen a sus aletas. Por la tarde navegamos hacia Santa Cruz, la isla que alberga el Centro Darwin, que visitamos. La Fundación Darwin es una entidad privada que intenta equilibrar el desarrollo turístico de las Galápagos con su mantenimiento como paraíso de fauna y flora, ya que debido al aislamiento y a los 1000 km que le separan de la costa continental, alberga cientos de especies endémicas.
El caso de las tortugas, que da el nombre al archipiélago, es sintomático, ya que había 14 especies en las islas, de las que sólo quedan 11, que desgraciadamente se reducirán a 10, porque de la especie de la isla Pinta sólo queda un ejemplar macho, llamado el solitario George, que está alojado en el centro Darwin. Se llegó a ofrecer una recompensa de $10.000 por una hembra de su especie, ya que antes era habitual llevarse tortugas a zoológicos e incluso para particulares, pero no hubo éxito.
Se le ha intentado cruzar con tortugas con un código genético similar al suyo, pero no muestra ningún interés por las hembras, se rumorea incluso que puede ser gay (chiste para turistas de los guías); también se barajan otras opciones como la inseminación artificial e incluso la clonación. Lo que sí ha tenido un gran éxito es el programa de recuperación de las tortugas de la isla Española, ya que cuando comenzó sólo quedaban 15 individuos, y ahora hay más de 1200.
El programa consiste en recoger los huevos puestos por las tortugas, entre 80 y 100, de los cuales normalmente sobreviven menos de 5 por los depredadores, llevar esos huevos al Centro Darwin, incubarlos, y mantener las tortugas allí hasta que cumplen 2 años y ya son los suficientemente adultas para sobrevivir, momento en que son retornadas a la isla Española. Este programa se complementa con otros que han eliminado de algunas islas los chivos, perros y ratas que tanto perjudican al ecosistema de Galápagos.
En la isla Santa Cruz visitamos los Gemelos, dos depresiones de terreno circulares de unos 100 metros de diámetro y 60 de profundidad, causadas por erupciones volcánicas, y también un túnel de unos 80 metros de largo creado por un río de lava, que ha dejado una formas extraordinarias al solidificarse. El embarque desde Santa Cruz al Tropic Sun es complicado por el estado del mar, y nos mojamos bastante al subir al barco. Navegamos toda la noche con mucho mar, para llegar temprano en la mañana a la isla más grande del archipiélago, la Isabela, donde desembarcamos en un campo de lava que se extiende llano en el horizonte durante kilómetros, interrumpido por la silueta amenazadora del volcán Cerro Sur, uno de los 5 volcanes que tiene la isla, alguno de ellos todavía en actividad.
El recorrido por el campo de lava es sobrecogedor; excepto algunos cáctus y matorrales bajos, la naturaleza está muerta, no se oye ningún ruido de animales, y realmente es un sitio perfecto para «escuchar el silencio», algo que me gusta mucho y no es fácil de conseguir; de vez en cuando aparecen unas pequeñas lagunas, con agua que se ha filtrado desde el mar, y que también albergan decenas de pargos y otros peces que se han adaptado al agua salobre; en una laguna más grande vemos 2 solitarios flamencos que ponen una extraña nota de color en medio de la desolación del negro paisaje de lava.
Me adelanto al grupo para sentir en solitario la sensación de retroceder un millón de años e imaginar como sería aquello cuando los volcanes entraron en erupción; la lava ha creado artísticas formas al solidificarse, y el color es el negro más negro que he visto en mi vida; después de 2 horas de camino llegamos al final del sendero, hay varios pelícanos anidando en los matorrales bajos, tienen hasta 3 huevos, y cuando nos acercamos chocan sus picos para demostrarnos el daño que nos pueden hacer si nos pillan; les dejamos tranquilos, y mientras esperamos las barcas, tomo un baño de agua que después del baño de calor en el campo de lava sin una sombra donde cobijarte, sabe a gloria.
Por la tarde el barco navega hacia los islotes Marielas, 3 extrañas formaciones rocosas que están en el medio de la nada, y que albergan los únicos pingüinos de las islas, además de una abundante población de iguanas, piqueros, pelícanos, y lobos marinos; el buceo no es agradable porque el mar está muy movido, y el agua bastante fría, y para rematar el mar está lleno de invisibles medusas que no dejan de picarte; mucho más agradable es el recorrido en las barcas, acercándonos a los islotes, a menos de 2 metros de los pingüinos, que están de pie con sus uniformes de gala como porteros de una discoteca inexistente.
Me fijo en que todas las aves miran para el mismo lado, y cuando le pregunto a Cesar el guía, me dice que es porque están secándose con los últimos rayos de sol para luego pasar la noche en sus madrigueras. La puesta de sol es preciosa, desde el bar del barco, escuchando a Maná, ya que Javier el barman, se ha hecho amigo nuestro (buenos clientes), y siempre nos recibe en nuestro retorno al barco con Maná y «Rayando el sol».
Los nombres de las islas están casi todos relacionados con el descubrimiento de América: San Cristóbal, Isabela, Pinzón, Rábida, Pinta, Fernandina, en un homenaje inesperado, aunque también tienen nombres ingleses e indígenas.
Prometo que el próximo diario será el último de las Galápagos, creo que podría hacer un monográfico de vagamundos sobre el tema, pero realmente valen la pena, en el penúltimo día sucedió un fenomeno natural que ocurre muy pocas veces en la vida.
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¡¡ Hasta Pronto !!
Desde Quito, 11/06/2001
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