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Me permito parafrasear el título de uno de mis tangos preferidos de Carlos Gardel, Volver, para anunciar el regreso a los viajes de larga duración, que volveré a contaros en Vagamundos. Como dice la canción, «Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada», y aunque en mi caso son veinticinco, y que también «Las nieves del tiempo platearon mi sien», mantengo la misma ilusión y siento las mariposas en el estómago cuando estoy a punto de iniciar un nuevo viaje.
Este post estuvo a punto de no ser escrito, tenía casi decidido abandonar Vagamundos pero en la reciente edición de los premios Iati, un buen amigo, Miguel de Diario de un Mentiroso, me dedicó el premio a mejor blog profesional de viajes que acababa de ganar merecidamente, y me di cuenta de que aunque las tendencias de comunicación de viajes van en sentido contrario a lo que me a mi me gusta, siempre habrá gente que aprecie y valore contenido que vaya más allá del selfie, el bailecito de Tik Tok o los mejores restaurantes instagrameables de un destino, y como lo vintage está de moda, puede ser que a algunos nos metan en esa categoría.
En el año 2000 di un vuelco a mi vida y dejé mi carrera profesional de director de marketing en multinacionales de tecnología para agarrar una mochila e irme a viajar por el mundo sin prisas y sin más planes que a donde llegaran mi vista o mis pasos, contándolo todo en una web, vagamundos.com, para viajeros sin prisas. Las redes sociales no existían y la palabra inglesa blog se utilizaba para otras cosas
Muchos dudaron de mi salud mental, pero a mí el corazón me decía que había tomado la decisión correcta. Más de cien países y un millón de kilómetros después el resto del cuerpo me confirma que sí lo fue, a pesar de que no ha sido un camino de rosas y de que el turismo cada vez esté más denostado, pero muchos trabajamos desde los medios de comunicación, en mi caso el programa de radio y televisión Miradas Viajeras para desestacionalizar y descentralizar el turismo y volverlo a convertir en lo que fue en sus orígenes, un intercambio cultural.
Para los que buscamos ese rincón fuera de las rutas trilladas y las recomendaciones de «10 sitios que no te puedes perder en….» siempre habrá un encuentro, una charla, una puesta de sol o un amanecer, donde se pueda escuchar el silencio si lo buscas, o disfrutar de una charla, aunque sea en lenguaje de gestos, con alguien que te mira como una persona y no como un dólar con patas.
Recuerdo de manera nítida aquel mes de febrero de 2000 cuando en lo que era un lugar muy remoto en aquel momento, Atacama en Chile, encontré un cibercafé compuesto de dos mesas hechas con tablas y caballetes y dos ordenadores muy viejos con un mòdem donde los pocos turistas que estábamos allí contactábamos con amigos y familiares por correo electrónico. Lo mismo me sucedió unos meses después en un pueblo de montaña del norte de Tailandia, donde se me encendió la bombilla y pensé que podía viajar por todo el mundo y contarlo en vivo y en directo sin tener que viajar con ordenador ni pesadas cámaras, sólo con mi mochila, mis botas y una cámara digital de ¡un megapixel! Sony Mavica.
A finales del 2000 nació Vagamundos, y el resto es historia, una historia que vuelve a pesar de pandemias y problemas de salud que me dejaron en dique seco por largo tiempo; y vuelve, como no podía ser menos, con un gran viaje pendiente desde hace años con la vista en el extremo Oriente, que os desvelaré en los próximos días, junto con otras novedades como que la mirada de este blog rejuvenece y se amplia con las aportaciones de Azul Silvestre, mi compañera de vida y viajes.
Carlos Olmo Bosco desde Madrid, España, febrero de 2025.
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