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Un día escribí, en mi inseparable compañera de viaje moleskine, que para un viajero «lo importante era mantener la cabeza fría, el corazón templado y los pies calientes», porque cuando uno ha pateado más de 100 países y vivido todo tipo de situaciones, muchas de ellas imprevistas, de riesgo, o simplemente de meteorología adversa, sabe lo importante que es mantener en condiciones la cabeza, el corazón y los pies.

Recuerdo con especial intensidad los 1.400 km y 2 millones de pasos (llevaba un podómetro que los contaba) que di en el Camino de Santiago durante 69 días cuando encadené uno tras otro los 8 Caminos de Santiago en su parte gallega en 2003, y tan enriquecedora fue la experiencia que al terminar estaba más feliz y descansado que el día que había comenzado.

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Por supuesto que pasé momentos malos, con temporales de lluvia y viento, etapas muy largas de 50km porque no había albergues intermedios, caminatas por remotos bosques de Orense oyendo disparos el día que comenzaba la temporada de caza, y momentos de soledad en albergues fríos que abrían para mi los de Protección Civil y a los que no llegaban más peregrinos porque precisamente uno de mis objetivos era promocionar los otros Caminos de Santiago, ya que en 2003 el Francés se llevaba más del 95% de los peregrinos, cifra que por suerte hoy ha descendido al 70%, como muestran los datos oficiales de 2013.

De los casi 216.000 peregrinos, hicieron el Camino Francés 151.761 (70,30%); el Portugués 29.550 (13,69%); el del Norte 13.393 (6,20%); la Via de la Plata 9.016 (4,18%); el Primitivo 6.854 (3,17%); el Inglés 4.404 (2,04%); y el de Muxia-Finisterre 454 (0,21%). Me pregunto cuantos de ellos llegaron con los pies en buen estado a Santiago, o si, como vi en muchos casos, presumían de sus ampollas, rozaduras y heridas, porque decían que si no se sufre en el camino no sirve para tu búsqueda personal, a lo que yo respondía que una cosa es sufrir y otra ser masoquista, porque con una preparación y cuidado adecuados, tus pies pueden terminar en perfecto estado.

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La clave es un buen calzado; yo siempre aconsejo botas goretex, incluso en verano, porque nos salvan de torceduras de tobillo, el pie no se cuece porque la bota transpira, y la suela gruesa amortigua los miles de impactos en la planta de los pies. Con buenos calcetines que no hagan dobleces ni arrugas tenemos la garantía de que nuestros pies están en buenas manos, perdón, buenas botas.

Antes de comenzar el Camino estuve un mes entero haciendo caminatas todos los días, desde 5 hasta 20 kilómetros, con las botas que iba a usar; es una locura estrenar unas botas dos días antes de comenzar.

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La otra clave es el cuidado de los pies. Durezas, talones agrietados, piel reseca, son síntomas de que algo, y no precisamente bueno, sucede con nuestros pies, y con el cuidado, preventivo y durante la caminata, adecuado, podemos estar seguros de que nuestros pies no sufrirán más de lo imprescindible. Las sandalias sólo para el final del día

He tenido la oportunidad de probar, junto con mi pareja, los productos Saltratos para los pies, y me parecen el compañero ideal del peregrino, ese que siempre está ahí cuando lo necesitas. Saltratos lleva cuidando los pies de los españoles desde hace más de 100 años, y cuenta con todo tipo de productos, hasta 15, para tratar problemas en los pies.

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Estuvimos probando la gama de productos, que vienen en varios formatos, cremas, geles, sales y spray, y la experiencia fue muy positiva.

Mi compañera dice, literalmente: «Mis pies siempre han sufrido de sequedad extrema, especialmente en verano, cuando tenemos los pies más expuestos a las inclemencias de la intemperie. Se vuelven ásperos, se agrietan y se descaman. Al recibir las cremas Saltratos lo primero que hice fue probar la crema de caléndula y jojoba para pies secos y estropeados. La crema es de color blanco, de textura espesa, tacto ligero y olor neutro; se absorbe rapidísimo y a los pocos días mis pies estaban mucho más suaves, sin grietas, y de nuevo son acariciables».
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En lo que a mi respecta, he usado con regularidad el spray desodorante con sauce blanco, astringente y antiséptico, y la crema balsámica, que suaviza la piel y se absorbe rápidamente, y después de marchas de montaña de varias horas, el gel frío para piernas con mentol refresca y tonifica en segundos, y las sales relajantes con extracto de manzanilla para pies cansados te dejan como nuevo, con ganas de marcarte unos bailes.

En resumen, si queremos disfrutar de un buen Camino, ya sea el de Santiago, o el de la vida, debemos mantener la cabeza fría, el corazón templado y los pies calientes y cuidados.

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¡Hasta Pronto!

Carlos, desde Madrid, 1 de Marzo de 2014