Sydney-Melbourne, bloqueados por el fuego
Mi partida de Sydney ha sido de lo más accidentada. Hasta última hora no decidí si comenzaba mi viaje por el Norte o por el Sur. Como hacía mucho calor, decidí ir hacia el Sur, que tiene un clima más templado. Miré en el periódico la situación de los incendios forestales, y había una hermosa hoguera en el mapa sobre Jervis Bay, el sitio al que pensaba ir, uno de los 100 fuegos que circundan Sydney en este comienzo de verano tórrido.
Como he vivido varios incendios forestales en mi amada Galicia, uno de ellos en las islas Cíes del que pensé que salíamos barbacoa, y les tengo mucho respeto, no me apetecía nada ver uno en Australia, así que decidí saltarme Jervis Bay, e ir a Bateman’s Bay, un pequeño pueblo pesquero en la costa del Sur. No sabía en ese momento lo errónea que era mi decisión.
Hay 2 carreteras entre Sydney y Melbourne, la que va por el interior y pasa por, la capital del país, y la que va por la costa, que es más larga, unos 1.200 km, pero mucho más bonita, con lugares muy atractivos. Compré pues un pase de autobús que me permitía hacer las paradas que quisiera entre las 2 ciudades.
El autobús de Greyhound salió puntual a las 13h, y al principio el viaje fue muy agradable, porque transcurría entre verdes y suaves colinas cubiertas de hierba, que supongo les recordaron a la tripulación del capitán Cook su tierra natal, y por eso le llamaron a esta región Nueva Gales del Sur.
Después de 2 horas, el conductor nos informa de que tenemos un problema de recalentamiento, que tiene que parar en la cuneta, apagar el aire acondicionado, y ver qué pasa; después de media hora a más de 30 grados y al sol, nos ponemos en marcha de nuevo, y tanto el bus como el aire no iban como debían; de repente, el conductor se para en una estación de servicio, y pensamos que seguía teniendo el problema del recalentamiento, y no estábamos del todo equivocados, porque el recalentamiento era del fuego que cruzaba la carretera a poca distancia de nosotros, y que bloqueaba totalmente el paso.
El conductor nos informa que esperaremos a que apaguen el incendio para pasar, pero después de 5 horas de espera no sólo no lo habían apagado, sino que crecía descontrolado. Decide entonces que daremos una «pequeña» vuelta de 500 km, via Canberra, para llegar a Bateman’s Bay, que estaba a sólo 70 km.
El resultado final es que en vez de llegar a las 6 pm llegamos a las 6 am del día siguiente, y que un agradable viaje de 5 horas se convirtió en una pesadilla de 17. El hostal estaba cerrado, pero por suerte la puerta del comedor estaba abierta, y me derrumbé en un sofá hasta las 8 am. Como la habitación no quedaba libre hasta las 12, recogí mis pedazos y me fui hasta el pueblo a desayunar (llevaba 24 horas sin comer nada sólido).
Bateman’s Bay tiene un bonito paseo marítimo, y en una terraza me acomodé, frente al mar, dispuesto a olvidar las últimas 24 horas; las terrazas en Australia tienen un pequeño inconveniente, cuando te sientas parece que todo el mundo te está saludando, pero en realidad lo que están haciendo es espantar las moscas, que aquí son especialmente persistentes.
Con las moscas aún podía luchar, pero en una especie de homenaje a Hitchcok, empezaron a posarse a mi alrededor gorriones, palomas y gaviotas que miraban ávidamente mi desayuno; agarré el cuchillo, dispuesto a defender hasta el final mis huevos (fritos), y con el plato en una mano y el cuchillo en la otra, me batí en retirada al interior del restaurante, donde pude terminar mi desayuno tranquilamente.
En varios libros de viajes por Australia que he leído, las moscas aparecen siempre como protagonistas indeseadas, y sus autores las mencionan mucho más que los animales más típicos de aquí, como el kanguro, el koala, o el ornitorrinco; ahora empiezo a entender por qué; en un artículo del National Geographic de un periodista norteamericano que dio la vuelta completa a Australia en bicicleta, casi 20.000 km, mencionaba que aparte de quedarse sin agua a 50 grados, lo más molesto de todo el viaje habían sido las moscas que penetraban por los agujeros más insospechados de su cuerpo.
He venido preparado para no tener que hablaros mucho de las moscas, he traído 2 mosquiteras, una para la cabeza, y otra para dormir, espero que estén diseñadas para detener a las moscas australianas.
De regreso al hostal veo las noticias sobre los incendios, y hay uno nuevo al sur de Bateman’s Bay, así que estamos como queremos, bloqueados por el norte y por el sur. Al menos estamos al lado del mar, así que si hay que salir nadando, «sólo» nos queda enfrentarnos a los tiburones.
No sé si en el resto del mundo se siguen viendo las imágenes de los incendios o ya han pasado de moda (hay pocos titulares que aguanten más de una semana), pero las escenas que he visto en la tele son pavorosas, con miles de animales muertos y parques nacionales totalmente arrasados.
Para compensar los sufrimientos, me regalo una mariscada al borde del mar, en unos chiringuitos en el puerto muy básicos, pero que cocinan muy bien, salvo la manía de empanar o rebozar tanto el pescado como el marisco. Por lo menos el precio es mucho más asequible que en España.
Cuando logre salir de aquí, ya os contaré si he logrado pasar sin chamuscarme.
En este enlace podéis ver todas las fotos del viaje de 6 meses en 2002 por Australia y Nueva Zelanda
¡¡ Hasta pronto !!
Desde Bateman’s Bay, Australia, enero 2002
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