El Palacio Real de Aranjuez.

El nombramiento de Aranjuez como Paisaje Cultural de la Humanidad deja claro que es tan importante la monumentalidad de sus edificios y palacios como el entorno natural y las transformaciones que sufrió para convertirlo en “jardín de reyes”.

Al llegar desde Madrid se nota que la ubicación de Aranjuez, en una vega formada por la confluencia de los ríos Tajo y Jarama, fue determinante para su elección como residencia real, ya que su clima es mucho más templado que el agobiante verano madrileño, hay que recordar que el aire acondicionado es un invento del s. XX.


Templete en el Jardín del Príncipe

Su nombre completo es Real Sitio y Villa de Aranjuez, y lo de Real, como en el Palacio de Oriente en Madrid, los Reales Alcázares de Sevilla, la Granja de San Ildefonso, y otros Alcázares y lugares Reales repartidos por la geografía española, puede suponer que te lleves un chasco cuando pretendes visitar el palacio, ya que 2 días después el rey de España tenía una recepción allí, por lo que estaba cerrado al público.


El Jardín del Príncipe en Otoño

Brigadas de obreros, limpiadoras, servicios de seguridad y hasta un enorme camión de Telefónica con su parabólica preparada para dar cobertura a los Borjamari de turno demostraban que el evento debía de ser importante.

Ni me molesté en preguntar qué pasaba, porque si me llegan a decir que era la fiesta de cumpleaños de Froilán este artículo hablaría más de republicanismo que de Aranjuez, y esta web no es el foro adecuado.

Menos mal que el Palacio Real es sólo uno de los muchos interesantes lugares que visitar en Aranjuez, y aunque los jardines del parterre estaban también cerrados por seguridad, el Jardín de la Isla, menos afrancesado que el anexo al palacio, y mucho más asilvestrado, sí se podía visitar, y no había nadie.

Pude comprobar las medidas de seguridad cuando me acerqué al Palacio Real para preguntar si para salir de los jardines tenía que dar la vuelta completa o podía pasar y salir por alguna de las puertas que estaban abiertas a sólo 50 metros.


Una de las falúas del museo

Mi aspecto de inequívoco terrorista islámico que portaba un bazoka marca Olympus me convenció de que era mejor regresar paseando por donde había venido.

Me fui entonces al Jardín del Príncipe, construido a la vera del Tajo, y con una extensión tal que para recorrerlo detenidamente necesitas varias horas; tiene además varios edificios de interés, como la Casa del Labrador y la Casa de Marinos, que alberga el Museo de Falúas Reales, una impresionante colección de barcas, a cada cual más lujosa, con las que los nobles navegaban, supongo que indolentemente, por las plácidas aguas del río Tajo.

Entre ambas casas hay una media hora caminando, o más si nos detenemos a ver las variadas fuentes, como la de Neptuno, Narciso, Apolo, de las 2 Cabezas, o la isla del Ermitaño, donde viven cisnes, patos, pavos reales y todo tipo de aves.


La Casa del Labrador

El nombre de Casa del Labrador viene de una leyenda que como tal no está demostrada; un día en que Carlos IV estaba de caza por los jardines, le sorprendió una tromba de agua, y como estaba lejos de palacio, se refugió en la choza de un labrador que vivía allí.

Este le agasajó con sus escasos bienes y el Rey al menos pudo entrar en calor mientras no cesaba la lluvia.


Interior Casa del Labrador

En agradecimiento a la hospitalidad del labrador, el rey mandó construir un palacete neoclásico en el lugar, con mezcla de estilos rococo, imperio y pompeyano, en el que el labrador pasó a ser guardián.

Aquí se puede aplicar la famosa frase de si uno prefiere ser cola de león o cabeza de ratón; me preguntó si alguien le preguntó al labrador lo que prefería.

La Casa del Labrador es hoy un extraño ejemplo arquitectónico, ya que, comparado su tamaño con el del Palacio Real y otros magnos edificios de Aranjuez, es como una casa de muñecas, pero si pensamos que hoy en día hay pisos en Madrid donde conviven 20 personas en turnos de camas calientes, definitivamente es un palacio.

La decoración interior es muy lujosa, y las puertas de marquetería muy elaboradas; la planta superior no se visita porque “los techos son muy bajos” y hay una interesante colección de relojes de gran valor, ya que los Borbones eran muy aficionados a ellos.

La historia oficial de la Casa del Labrador difiere de la leyenda, como suele ocurrir.

Sería un error limitar la visita a Aranjuez al palacio y los jardines, ya que al ser una ciudad cortesana, está plagada de edificios y construcciones de gran valor histórico.


Extravagante reloj en la Casa del Labrador

Un recorrido por la cuadrícula de 1.000 metros de lado, como la diseñó el arquitecto Giacomo Bonavía nos llevará al Teatro Real, el Hospital de San Carlos, la Casa de Infantes, la fuente de la Mariblanca, las cocheras de la reina madre, el Jardín de Isabel II, el Convento de San Pascual y el Mercado de Abastos.

En la plaza de toros, al límite del casco histórico, construida y reconstruida varias veces, lo que demuestra su importancia en las actividades lúdicas de la realeza, ya que la original mandada construir por Carlos III en 1760 fue sustituida por la de Carlos IV en 1797, rehabilitada por Fernando VII en 1829, y remozada por el Marques de Salamanca en 1851. En 1876 Alfonso XII cedió su usufructo al Ayuntamiento.

Alberga el museo “Aranjuez: una gran fiesta”, que da cuenta del intenso trabajo que desarrollaban los Borbones para no aburrirse un ápice, con corridas de toros, paseos en falúas, bailes palaciegos, paradas militares, etcétera, mientras el Imperio Español se desmoronaba a su alrededor.


El Jardín de la Isla

Su relación con el ocio y las artes la han llevado a ser objeto de numerosas obras artísticas, aunque quizás las más destacadas sean recientes, como lo demuestran las pinturas de Santiago Rusiñol, los versos de Valle Inclán, nombrado en 1932 director del Museo de Aranjuez, o el ya conocido como inmortal Concierto de Aranjuez del maestro Joaquín Rodrigo.

Continuando la tradición, hoy Aranjuez es una ciudad alegre y festera, que en Mayo conmemora a San Fernando, su patrón, y en septiembre celebra las Ferias del Motín, declarada de Interés Turístico Nacional, que rememoran el motín de Esquilache.

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¡¡ Hasta Pronto !!

Desde Aranjuez, 13 de Octubre de 2004.

 


  Palacio Real de Aranjuez