El real monasterio de Santa María de Poblet esta ubicado entre las poblaciones de Vimbodí, municipio al cual pertenece en lo civil, y la Espluga de Francolí, parroquia a la cual pertenece en lo eclesiástico.
Su entorno son las tierras situadas a medio camino entre Tarragona y Lérida, en las estribaciones de la Sierra de Prades, abierto hacia el Norte, pero cerrado hacia el Sur por la misma Sierra, cuyas montañas forman una muralla natural de unos 1.000 metros de altura, reserva natural de incalculable valor y de gran belleza llamada el bosque de Poblet.
El monasterio constituye un impresionante conjunto arquitectónico y puede incluirse entre los conjuntos monásticos más importantes de Europa.
Su historia se remonta al año 1151, cuando Ramón Berenguer IV cedió a la abadía de Fontfreda (cerca de Narbona) unas tierras de la Conca de Barberà para fundar un monasterio cisterciense.
Alfonso II el Casto, que gobernó la Corona catalano aragonesa durante casi 33 años (1162-1196), fue el encargado de iniciar la construcción, que desde el primer momento contó con el favor de la nobleza y el fervor del pueblo.
Gracias a las numerosísimas donaciones, en el último tercio del siglo se habían construido las primeras edificaciones monumentales como la nave central del templo, también la lateral derecha, con el crucero, y las capillas semicirculares de la cabecera de la iglesia.
Otras dependencias construidas en este mismo periodo fueron el locutorio, el calefactorio, el refectorio y la fuente que hay enfrente para lavarse las manos. También son de esta misma época el inicio de las obras de la enfermería.
Jaime I el Conquistador fue quien prosiguió con las obras a lo largo de sus 53 años de reinado (1213-1276), al frente de la Corona catalano-aragonesa. Las estancias construidas en este periodo marcan la etapa de transición hacia el estilo gótico, al incorporar a las nuevas dependencias una serie de elementos, como las ventanas, que rompen con la austeridad decorativa del románico.
Durante esta etapa, en la que el estilo evoluciona sin cesar, se construye la biblioteca, los dormitorios de los monjes en el piso superior(sobre la biblioteca) y la escalera de acceso a la nave lateral derecha del templo y la sacristía vieja, la sala capitular, el claustro, el templete de la fuente, la cocina y el refectorio de los conversos. También se completa la entrada al templo con la construcción del Atrio o Galilea, con cubierta de bóveda de crucero y un altar en cada extremo
Si la actividad constructora había sido febril hasta finales del siglo XIII, las obras se tuvieron que interrumpir a mediados del XIV a causa de la peste que mermó la vida de la Comunidad. Hasta entonces, había dirigido las obras el abad Copons, quien había hecho construir la nave lateral izquierda del templo, llevando a cabo algunas modificaciones del plano original de la nave con el fin de construir siete capillas laterales con sus respectivas bóvedas ojivales. Bajo su dirección, también se construyó el cimborio, el vestíbulo, el dormitorio de los conversos y una sala que lleva su nombre.
Más tarde, Pedro el Ceremonioso, tataranieto de Jaime I, quien rigió los destinos de la Corona durante 51 años (1336-1387), impulsó de nuevo las obras de la fundación a pesar de los estragos de la peste y de otras muchas vicisitudes, al decidir en 1340 que quería enterrarse en ella, con toda su descendencia.
Para albergar los Panteones reales era necesario dotar de máxima seguridad la abadía, así que el Ceremonioso mandó fortificar todo aquel recinto sagrado con murallas y 12 torres , a la vez que solicitaba los servicios de los más prestigiosos escultores para esculpir en los arcos del crucero del templo las tumbas de Alfonso II el Casto y Jaime I (ambos enterrados en él), la suya, la de sus esposas, y las de sus numerosos hijos, muertos prematuramente.
Su hijo menor Martín el Humano, último monarca de la Casa real de los Condes de Barcelona (1396-1410), hizo construir el palacio que lleva su nombre, junto al vestíbulo de la entrada del nuevo recinto amurallado .
El Monasterio ha sido victima de distintas expoliaciones y saqueos, la primera tuvo lugar durante el Trienio liberal. En este primer periodo revolucionario, comprendido entre 1820 y 1823, fueron incendiados los altares del templo, la sillería del coro del s.XVI, el órgano, los armarios de madera de las dos sacristías, donados por el duque Pedro Antonio de Aragón para guardar tejidos y otros objetos de gran valor.
El fuego, avivado por imágenes y bancos de madera, causó importantes daños en los sillares de las bóveda. El palacio de abad Copons también fue saqueado e incendiado, lo mismo que las granjas y sus eras, sin embargo todas las tumbas fueron respetadas y permanecieron indemnes en medio de aquel fuego catastrófico.
La profanación de las tumbas reales no tuvo lugar hasta la segunda oleada revolucionaria de 1834 (Rev.de París, 1830), que coincidió con el inicio de la 1ª guerra carlista y con una epidemia de cólera.
Se produjo en el año 1836, cuando los saqueadores, a la búsqueda de tesoros, rompieron las paredes laterales de los sarcófagos y dejaron esparcidos por el pavimento los cuerpos de Jaime I, el de su tataranieto Pedro el Ceremonioso y el del hijo de éste Juan I el Cazador. Otras tumbas también fueron abiertas y registradas, pero los cuerpos reales no fueron extraídos de sus respectivos sepulcros.
En 1837, el párroco de la Espluga de Francolí, mosén Antonio Serret, pidió y obtuvo permiso para recoger los restos esparcidos por el presbiterio del templo, reunió los fragmentos de los cuerpos de los reyes, los envolvió con sacos empleados para recolección de aceitunas y los trasladó en carro hasta su parroquia, donde los guardó junto a una veintena de príncipes y princesas de la Casa real de Aragón
En 1841, Josep Criviller, ayudante de obras del puerto de Tarragona y autor del libro Descripción topográfica de la provincia de Tarragona (1839), al saber lo sucedido, ayudó a mosén Serret a rescatar los que todavía permanecían en el interior de sus tumbas como los de Alfonso el Casto y Fernando I de Trastámara para salvarlos de aquel expolio imparable, que iba a tener su momento más álgido en los años 1842-43.
Tras una primera reunión en el ayuntamiento de la Espluga para informar y determinar qué debía hacerse con ellos, el médico-cirujano de la villa los colocó en cajas. El supuesto Jaime I en una de nogal y el resto, distribuidos en 7 cajas de pino.
La ciudad de Valencia, al saber la noticia de que Jaime I se encontraba entre los rescatados, pidió su custodia. El año 1843, fueron trasladados a la catedral de Tarragona, y allí permanecieron hasta que el 4 de junio de 1952 el general Franco los devolviera al Monasterio de Poblet.
Diferentes estudios se han llevado a cabo en Poblet y con la ayuda de la antropología, la física, la radiología, la fotografía digital, un georadar y otras tecnologías se han obtenido datos realmente importantes y asombrosos acerca de los cuerpos momificados que allí yacen, ya que no sólo se puede establecer la edad de muerte del sujeto, la talla, el sexo o sus actividades físicas, sino que también se ha podido reconstruir cómo era esa gente del pasado y, por comparación, cuáles han sido los cambios experimentados en el transcurso del tiempo, como las condiciones de su entorno, su hábitat, sus patrones de conducta, la nutrición, así como su estado de salud o las enfermedades que padecieron.
El monasterio de Poblet es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura religiosa de Cataluña. Y aunque abarca diversos estilos artísticos el predominante es, sin duda, el cisterciense. En lo que se refiere a la estructura arquitectónica se presenta en tres maneras o recintos, el primero, destinado a actividades agrícolas y viviendas para los siervos, se accede a este desde la antigua portería y destaca en él la hermosa capilla gótica de Sant Jordi; al segundo se accede a través de la Puerta Dorada y esta dedicado a hospital de los pobres y del que todavía quedan algunas trazas; y el tercero al cual se accede por la monumental Puerta Real, en donde hallamos las dependencias propiamente monacales.
El Monasterio fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en el año 1991, los criterios en los cuales se basó la declaración fueron el C-I, por representar Poblet una obra de arte del genio creativo humano y el C-IV, por ser un magnifico ejemplo del estilo cisterciense.
También ha tomado en cuenta el Comité que los datos obtenidos mediante los diversos estudios realizados en el monasterio han sido de gran importancia para el conocimiento de un significativo momento histórico.
Monasterio de Santa Maria de Poblet
Año de Inscripción: 1991
Inscripción:518Rev
Provincia: Tarragona
Comunidad: Cataluña
Ubicación: N41 22 E1 5
Criterios: C -I, IV
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