De niño me gustaba el circo, tenía la sensación de que cuando traspasabas la entrada que separaba el mundo real del que albergaba la gigantesca carpa a rayas, todo era felicidad, risas y multicolor, lo que contrastaba con la España gris de los últimos años del franquismo.
En la adolescencia dejé de apreciar el mundo del circo hasta que el Circo del Sol me reconcilió con el espéctaculo y demostró que los animales no tenían que formar parte de él.
Con los zoos nunca me he llevado bien, a veces se disfrazan de una aura educativa, pero no dejan de ser un negocio en torno a tener animales salvajes confinados en espacios limitado.
Os cuento esto porque desde que llevo una vida viajera las palabras «santuario», «orfanato» y «reserva» de animales me producen escepticismo porque detrás muchas veces esconden simples negocios muy lucrativos disfrazados de protección a los animales.
No es el caso de los dos santuarios de orangutanes que visité en el borneo malayo, Semenggok y Sepilok, donde viven en estado semisalvaje y el contacto con los visitantes se limita al contacto visual las dos veces que son alimentados diariamente en plataformas de madera, siempre con la misma dieta para que se busquen la vida en los bosques.
Me habían hablado de un orfanato de elefantes en Pinnawala, a unos 40km de Kandy cerca de la carretera a Colombo, y aunque tenía mis dudas allí me fui en transporte público, unas dos horas en total porque hay que tomar dos buses desde Kandy.
Fue creado en 1975 por el gobierno de Sri Lanka con el objetivo de albergar elefantes que habían quedado huérfanos y poder reinsertarlos en la naturaleza salvaje una vez alcanzada la edad madura. Pero enseguida el gobierno vio que aquello podía ser un negocio muy lucrativo y hoy por hoy es uno de las atracciones más visitadas en Sri Lanka.
Cuando te acercas en el bus y empiezas a ver todo tiempo de tiendas al borde de la carretera con los souvenirs más variados y bizarros que puedas imaginar, como papel hecho con excremento de elefante, ya sospechas que estás llegando al parque temático Elefantelandia, y en cuanto traspasas las puertas del orfanato, previo pago de 2.500 rupias, unos 15€, tus peores temores se confirman.
El parque tiene 10 hectáreas, lo que en principio sería una espacio suficiente porque el número de ejemplares de elefante no llega a 100, pero no andan libres deambulando por la reserva, si no que tiene que «trabajar» para los visitantes.
Hay varias jaulas y corrales donde tienen ejemplares que puedes tocar, y una zona donde incluso, previo pago, los puedes alimentar con fruta. Los mahouts incluso te animan a acercarte a tocar los elefantes y hacerte un selfie, y tengo que reconocer que yo me hice uno también.
Aquello parece más un zoo, incluso un circo, que un orfanato, e incluso puedes darle el biberón gigante a un bebé elefante.
Dos veces al día los elefantes son llevados fuera del parque, cruzando la carretera, a bañarse al río, de 10 a 12 y de 14 a 16h, y ahí vuelven a permitir la interacción de los humanos con los animales, incluso vi como vendedores ambulantes vendían bananas a pesar de que hay carteles que dicen que no alimentes a los animales.
La calle privada por la que los animales van al río vuelve a estar llena de tiendas, pero estas son de otro nivel, joyerías, boutiques y artesanía en madera, con una figura casi monotemática, el elefante.
Al borde del río hay varios hoteles, y desde sus terrazas puedes disfrutar de preciosas vistas sobre el río mientras te tomas una cerveza y los elefantes se dan su baño.
Lo cierto es que los elefantes se ven bien cuidados y tratados, y las dos horas que pasan el río les ves disfrutar, ya sea sumergidos en el agua y con la trompa fuera para respirar, o haciendo conatos de pelea para confrontar sus fuerzas, restregándose contra un árbol o contra la tierra de las laderas del río, duchándose con su trompa, e incluso intentando tener sexo sin mucho éxito, como el ejemplar de la foto.
No sé que hubiera sido de la vida de estos elefantes si el orfanato no hubiera existido, así que no soy quién para recomendar o no la visita, pero tanto mercantilismo e interacción con los humanos de un animal que fue y debería seguir siendo salvaje no es bueno, de hecho varios elefantes tenían cadenas en las patas, supongo que para poder ser controlados mejor por sus mahout.
Haz clic para ver los álbumes de fotos de Sri Lanka en Flickr y los videos en Youtube.
¡Hasta Pronto!
Carlos, desde Kandy, Sri Lanka, 17 de abril de 2016
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