Leyendas e historias de La Coruña.
Las leyendas más conocidas sobre La Coruña son las que especulan con el origen del faro que se asienta sobre un promontorio a la entrada de la ciudad por mar y que guía a los marinos desde hace 2000 años, la Torre de Hércules. 2 leyendas se disputan su construcción; la primera viene del mundo grecolatino, y fue escrita en tiempos de Alfonso X el sabio, a finales del S.XIII, afirma que fue Hércules quien construyó la torre para conmemorar su victoria sobre Gerión, y la dotó de un candil con una luz inagotable, lo cual parece cierto porque 2.000 años después sigue iluminando la entrada a la hermosa bahía de La Coruña.
La otra leyenda la relaciona con la fundación de La Coruña, entonces llamada Brigantia, por el guerrero celta Breoghan, que construyó una torre para «mirar y vigilar»; tras la muerte de Breogán, su hijo Ith vio desde lo alto de la torre una isla en el horizonte, Irlanda, y partió para su conquista, pero murió en el intento, y tuvo que ser su hijo, Mil, el que finalmente doblegó a los Thuatha-Dé-Dannan, moradores de la isla verde. La realidad es que la Torre de Hércules fue edificada por los romanos entre los siglos I y II por Gaio Servio Lupo, arquitecto original de Coimbra, que la dedicó al dios Marte, según consta en la inscripción que todavía se puede leer al pie del faro, «MARTI AUG. SACR G. SEVIUS LUPUS ARCHITECTUS AEMINIENSIS LUSITANUS EX Vº»; el objetivo era controlar el tráfico marítimo con las islas Británicas, ya que aún hoy las rutas comerciales pasan frente a sus costas.
Los más importantes acontecimientos históricos de La Coruña tienen que ver con su puerto; en él desembarcaron el 26 de Abril de 1506 Juana la loca y su marido Felipe el Hermoso, provenientes de Flandes, con una escolta de 2.000 soldados, y se alojaron durante un mes en la ciudad, antes de partir para la Corte. También embarcó, en la puerta de San Miguel, que todavía conserva su fachada pétrea en el Parrote, Carlos I camino de su coronación como Emperador en Aquisgrán (Alemania) en 1520.
De su puerto partió también la Armada Invencible (pero menos) en 1588, preparada por Felipe II para castigar a la «pérfida Albión», que amenazaba el control de los mares del imperio español. Más de 130 barcos partieron originalmente de Lisboa, pero un temporal a la altura del cabo Finisterre hizo refugiarse a la flota en el puerto coruñés para reparaciones; este incidente fue premonitorio, porque un nuevo temporal en su camino a la Britania, y el refuerzo de las defensas inglesas, llevaron al desastre total a la flota, que regresó con un tercio de las naves originales.
Unos meses después, el famoso pirata Francis Drake, dirige una expedición de represalia, cuyo objetivo original era atacar Lisboa, para colocar en el trono a don Antonio Prior do Crato, contrario a la unión con España, pero decidió atacar también La Coruña, pensando que en su puerto todavía se encontrarían naves de la Armada Invencible. Cometió un error, porque en ese año, 1589, se habían reforzado las defensas de la Coruña, y en el asedio se hizo famosa la valentía de María Pita, que posteriormente dio su nombre a la plaza mayor de La Coruña, donde se encuentra el ayuntamiento. Las bajas de 1000 soldados y 2 naves sufridas por Drake, además del retraso que ocasionó en su ataque a Lisboa, fueron decisivos para el fracaso de los ingleses.
Como la historia da muchas vueltas, 220 años más tarde, en 1809, La Coruña, concretamente el monte de Elviña, fue escenario de la batalla entre 2 ejércitos invasores, los ingleses que se batían en retirada intentando embarcar sus tropas, y los franceses, que al mando de Soult, tomaron rápidamente la ciudad, e hirieron de muerte al comandante inglés, Sir John Moore, cuya tumba se encuentra en el romántico Jardín de San Carlos.
El slogan clásico de La Coruña, La ciudad en la que nadie es forastero, contrasta con la desconfianza atribuida a los gallegos frente a cualquier foráneo; y es que la privilegiada situación marítima de la ciudad ha empapado su carácter, infiriendo a sus habitantes un espíritu liberal y tolerante, tanto en lo social como en lo político.
Nadie lo ha descrito tan bien como el escritor Wenceslao Fernández Florez, autor de obras inolvidables como «El bosque animado», que en 1920 definió a La Coruña como un barco, un barco inmóvil. A bordo de La Coruña hay la misma existencia suave, ociosa y dulce de los grandes trasatlánticos, y tiene el mismo encanto de paréntesis; el cariño con que se acoge a los forasteros es igual a la afectuosa curiosidad con que los pasajeros un poco aburridos de sí mismos reciben al compañero que sube inesperadamente en una escala cualquiera, y sigue con ellos un trozo de la ruta; (…) y , en fin, cuando se muere, le llevan a un cementerio, tan próximo al mar, que, más que enterrarle, parece que le arrojan a uno por la borda.».
De hecho, el cementerio de La Coruña está en la calle Orillamar, un nombre que lo dice todo.
Así es el carácter de los coruñeses, orgulloso pero educado, conservador pero liberal, tradicional pero con un toque de progresismo, y siempre dispuesto a invitar a un forastero a una taza de Ribeiro y a una «tapiña» de pulpo.
¡¡ Hasta Pronto !!
Desde La Coruña, España.
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